Ribera o Rioja. Con honrosas excepciones, es la absurda dicotomía a la que nos enfrentamos los aficionados al vino tinto en bares y restaurantes de Andalucía. En un momento en el que los caldos de las ocho provincias tienen una excelente calidad, aún es difícil tomarse una copa de vino andaluz en los establecimientos de hostelería de nuestra región. Da igual dónde leas esto porque ésta es una historia basada en hechos reales. Que en Bajo Guía, por ejemplo, un restaurante sólo ofrezca vinos de las dos denominaciones de origen norteñas antes mencionadas, clama al cielo. O que en Jaén, al preguntar por el vino de la tierra, te indiquen que en esa provincia lo verdaderamente valioso es el aceite, pues qué quieren que les diga.
Supongo que los restauradores tendrán argumentos. Uno, en Sevilla, me dio uno tras pedir una copa de
Marcelino Serrano, excelente caldo de Alcalá la Real. Los vinos andaluces sólo los servimos por botella, me dijo, ya que si la abro para que usted se tome una copa el resto del contenido se estropea ya que nadie más lo va a pedir. Entonces, cuál es el problema. ¿No hay vino andaluz porque no se pide o no se pide porque no hay vino andaluz en los establecimientos de hostelería?
En Navarra requerí, en una ocasión, un
rioja y casi me expulsan de la comunidad foral. Allí sólo
navarras, me verbalizaron. No es necesario llegar a ese nivel de exclusividad territorial, pero sí de dar cariño a los caldos de la tierra sea cual sea el tipo y la denominación de origen ya que, además, el sector vitivinícola tiene una gran importancia por su valor económico y medioambiental en Andalucía, especialmente en provincias como Cádiz, Málaga, Córdoba y Huelva.
Las grandes superficies son otro ejemplo de lo que supone desentenderse del vino de la tierra. Las denominaciones de origen españolas tienen inmensas galerías de productos de otras comunidades y un rinconcito (en todo caso) para los caldos andaluces. La Junta de Andalucía, a través de Extenda, trata de potenciar la internacionalización de la industria vinícola y fomentar las bondades de este sector productivo, que sigue multiplicando sus exportaciones pese a que la comercialización es la gran asignatura pendiente. Fomentar el consumo en aquellos establecimientos que primen los productos andaluces parece una adecuada pauta. Brindemos por ella.