Tanto en España como en Andalucía, el PSOE tiene vocación de representar a la mayoría social y gobernar sin hipotecas”.
Susana triunfa sin discusión, a la búlgara -98.6 por ciento-, embargada por la cuasi unánime loa del congreso extraordinario del PSOE-Andalucía al “La, la, la” de Massiel, a su “La, la, la” de la unidad en pos de “un partido moderno y fortalecido”. Nadie le rechista: solo 10 votos en blanco -¡Pobrecitos, tan solitos!- entre un auditorio de compromisarios unidos en la uniformidad, pétrea, adoctrinada, de que los designios del aparato antepondrán el interés general del colectivo del que forman parte todos y cada uno de ellos. Susana es el futuro, parafrasea a Rubalcaba el plenario de plebeyos del cónclave regional. Susana es el porvenir tanto de los vencidos –de todas las baronías territoriales sin poder institucional, hoy por hoy- como de los que todavía conservan mando en plaza –apasionadamente conscientes, por tanto, de la que se juegan con una bandera roída y una marca devaluada-.
Susana Díaz constituye una ejecutiva de 31 miembros con solo 3 jienenses, pero uno de ellos en lugar preeminente, referencial, icónico: la presidencia. Micaela Navarro, en efecto, se había convertido en uno de esos jarrones chinos de los que hablaron autobiográficamente ilustres desubicados de la política patria: antojábase demasiado grande para el saloncete provinciano si no presidía la Diputación, que hubiera sido el único destino digno a tan lustroso historial, y demasiado pequeña para haberle disputado las primarias a la gran Susana –la respuesta crítica a Griñán en el Congreso de Almería rondó el 30 por ciento-. Consecuentemente, la presidencia de un partido cuya secretaria general gobierna la comunidad autónoma posee suficientes alicientes para una política veterana, aunque menos que Amparo Rubiales, y reputada, algo más que Rosa Torres, sus dos antecesoras en el cargo. Asunto resuelto. La presencia de Jaén en la dirección regional concebida por la lideresa de la transparencia y la quintaesencia del establishment rejuvenecido, se completa con una secretaría de área -Cooperación al Desarrollo- para el equilibrado secretario del PSOE capitalino, Manuel Fernández Palomino, y una vocalía que ocupará la baezana Lola Marín, delfín y sobrina del influyente Leocadio, uno de los pocos dirigentes jienenses que tuvieron discurso propio en el fragor de la batalla entre griñanistas y chavistas.
Paco Reyes aprueba la reválida que los nuevos tiempos imponen: Elena Víboras en Agricultura y Micaela Navarro en la presidencia del partido. Apelación a una unidad que se sostiene, nominativamente, en estos dos argumentos-fuerza. Con Elena y Micaela, Reyes puede estar tranquilo en Sevilla: Jaén no está fuera del escenario de la toma de decisiones que le conciernen en el seno del PSOE regional. Bien es cierto que en el grupo parlamentario mandará el onubense Mario Jiménez –relegado a Las Cinco Llagas por expreso deseo de la jefa- y en la sala de máquinas de San Vicente el dúo de aprendices de fontanero Cornejo/Conejo, Cádiz/Málaga, desde Organización y Política Institucional. Pero el que no se conforma con un resultado como este es porque desconoce las vicisitudes del pasado reciente. Ahora, en no más de dos semanas, Reyes completará el entrelazado organigrama de poder entre Sevilla y Jaén, entre la Junta y su estructura periférica en la provincia, entre los consejeros y sus respectivas correas transmisoras en las delegaciones territoriales. Tres puestos. Seis currículos. Tres salidas. Dos acomodos. El tren siempre suena a completo, incluso cuando somos nosotros los que nos quedamos en tierra, con el billete en la mano y cara de gilipollas.
PP. Zoido se despide. Otro congreso extraordinario inminente, al caer. José Luis Sanz, el número dos, el secretario general, completó su peregrinaje por las direcciones provinciales en busca del respaldo sin fisuras, del mensaje truncado –debido a su tamaño- de la uniformidad. Si nadie lo discute, lo cuestiona, lo pone en solfa –el único que se ha hecho notar en este debate es el gaditano Antonio Sanz, otro que pudo llegar gracias a la varita mágica y hoy pide una elección consensuada por los notables de la región, y no impuesta por Génova-, la proclamación de J.L. Sanz también podría ser por aclamación. El “La, la, la” arrasa.