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La vida nocturna no sería lo mismo sin ?Rock-ola, templo de la movida?

La vida nocturna hoy día no sería igual si no hubiese existido el club Rock-Ola, según el cineasta Antonio de Prada, que ha escrito un libro sobre el histórico local de la conocida como movida madrileña.

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La vida nocturna hoy día no sería igual si no hubiese existido el club Rock-Ola, según el cineasta Antonio de Prada, que ha escrito un libro sobre el histórico local de la conocida como movida madrileña.
En una entrevista con Efe con motivo de la publicación del libro Rock-ola, templo de la Movida (Amargord), afirma que su interés por esta sala madrileña que no conoció, ya que tenía ocho años cuando el club empezó su andadura en 1981, nació al “ver unas viejas cintas de vídeo que contenían imágenes de algunos conciertos en la sala”.

“Como teníamos ganas de hacer cosas, unos amigos y yo decidimos realizar un documental y empezamos a hacer entrevistas. Gracias al empuje de los rock-oleros que estaban entusiasmados con la idea y nos pasaban nuevos contactos, el proyecto creció hasta convertirse en un largometraje documental, titulado Rock-ola, una noche en la Movida (2009), explica.

El autor añade que para hacer el documental entrevistaron a casi 50 personas y explica: “había muchas cosas que no pude incluir en la película y me daba pena que se quedaran en el cajón, así que me animé a escribir un libro con más anécdotas, fotos y un estupendo prólogo de Germán Coppini y una portada del mítico Pepo Perandones”.

Lo que mas le llama la atención de este local es que “se convirtió en una especie de centro cultural, en el que imperaba la diversión. Música, cultura underground, alcohol, roqueros, mods, punks, groupies... !incluso se proyectaron partidos de fútbol del Mundial de 1982! ¡Cómo ha cambiado la cosa!”

“Era el único sitio en el que aquellos que hicieron la Movida disfrutaron de lo que significaba. Un lugar que conectó Madrid con el resto del mundo y donde lo más importante eran sus conciertos y eventos, pues las copas y el ligoteo se podía conseguir en cualquier otro lugar, pero ver a Spandau Ballet, Iggy Pop o Siniestro Total a menos de un metro de distancia, no”, señala.

Uno de los logros de la sala fue conseguir que todas las tribus urbanas de Madrid estuvieran allí presentes.
“Digamos, por generalizar, que iba gente diferente, con gusto por lo underground”, comenta.

El autor sostiene que el concierto más importante fue el de Spandau Ballet, “porque conseguir que tocaran allí hizo que el local subiese como la espuma, aunque los más recordados fueron los de Siniestro Total, Parálisis Permanente, Alaska y Almodóbar...”.

Una de las “modas” del local era la de escupir a los grupos y “ver a los cantantes llenos de salivazos es algo difícil de imaginar e incluso de entender...pero el Rock-ola era así”.

El local también fue pionero en su forma de promoción, y aunque la relación del Rock-ola con la radio fue fundamental, “pasados los años lo que más se recuerda son los carteles y entradas que diseñaban en el club. Crearon estilo y hoy en día son pasto de coleccionistas”, explica.

En definitiva, el acierto del Rock-Ola fue mezclar la cultura y las copas, “ya que inundó la noche madrileña con sonidos que venían de fuera de España y acercó a la gente una música a la cual no era demasiado fácil acceder”.

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