Por el momento, la próxima novela del escritor chileno es un largo texto, sin fecha de publicación, que le está haciendo trabajar “intensamente”, explicó ayer en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, donde está desgranando las claves de su obra en un curso en el que el diálogo gana la partida a las exposiciones teóricas.
“Uno aprende más respondiendo preguntas que haciendo teoría”, ha señalado este autor, que ironiza con que debería erigirse un monumento a sí mismo por ser un “tipo muy trabajador”.
Y es que, cuando los periodistas le han preguntado por sus nuevos proyectos, ha comenzado por anunciar que este otoño publicará un libro de crónicas titulado “Historias de aquí y de ella” y además acaba de entregar otro, con fotografías del argentino Daniel Mordzinski, que empezó como un libro de viajes para convertirse en un relato sobre un mundo que ha desaparecido.
El autor de El viejo que leía novelas de amor lleva al lector a la vasta estepa patagónica, donde la irrupción de la industria de la lana marcó “el principio del fin” de unas formas de vida tradicionales que habían pervivido durante siglos. “Me di cuenta de que estaba contando las últimas noticias de un mundo que ya no existe”.