Una mayor visibilización de los casos de problemas de salud mental en niños y adolescentes y el impacto emocional causado por la pandemia en la sociedad están llevando a un incremento de casos detectados, sobre todo de conductas autolesivas, que deben abordarse como una petición de ayuda por parte del menor.
No hay un único factor determinante sino un cúmulo de factores que hay que analizar para poder poner cifras a este aumento, pero es cierto que la crisis de 2020 ha ocasionado más casos, según asegura a EFE la psicóloga clínica de la Unidad de Salud Mental Infantil y del Adolescente del departamento de salud Clínico-Malvarrosa de València, Nieves Hermosín.
Aunque se desconoce qué parte de casos han surgido tras la pandemia y cuál existía ya antes, la mayor visibilidad que se da hoy en día a la salud mental lleva a la detección de este incremento, en el que ha influido "mucho como sociedad" la vivencia de un periodo de confinamiento, de aislamiento, que en los jóvenes ha supuesto "dos años muy convulsos a nivel emocional de los que hay que recomponerse", explica.
En el ámbito educativo se informa de todos los casos donde hay algún tipo de alerta, como las conductas autolesivas, cuyo fin es regular las emociones y que pueden ser muy alarmantes y mostrarse mediante la realización de cortes a uno mismo o cualquier otro tipo de daño autoinfligido.
En los centros educativos existe un protocolo específico de activación de casos a partir de alertas y se tiene más concienciación al respecto, señala la experta, que sitúa la adolescencia como la etapa más crítica en que es más generalizada la necesidad de interacción social y vinculación con el grupo de iguales.
"No enferma quien quiere, no basta un único factor para que aparezca un sufrimiento sino que hay muchos factores que en un momento dado confluyen para que pueda aparecer" y la pandemia ha sido uno de los principales detonantes a nivel cultural y social.
Se están viendo casos en que la conducta autolesiva se muestra como un modo de regulación emocional para calmar el malestar como un mecanismo de compensación, de amortiguación, de alivio, y desde el punto de vista clínico se ven como una manera de intentar movilizar una petición de ayuda al entorno.
El aislamiento social ha sido un factor clave en la detención del desarrollo social en niños y adolescentes, también en adultos, pero los jóvenes lo han vivido en un periodo crítico de su desarrollo y en los casos que presentan problemas se debe a múltiples factores, como la vulnerabilidad personal, factores de predisposición, aspectos de la personalidad o relacionados con la crianza, genéticos, altas necesidades sociales y otros.
La experta señala que la crisis de la adolescencia aparece en otras épocas de la Humanidad, si bien actualmente "se habla más" de la salud mental y en los últimos dos años los datos presentan una tendencia al alza con una alta variabilidad de manifestaciones sintomáticas.
Las unidades de salud mental están recibiendo peticiones de ayuda que proceden de pediatría o médicos de familia que, en algunos casos, se materializan en reclusión domiciliaria, y han aumentado los ingresos hospitalarios por estos problemas.
La experta señala la necesidad de diferenciar entre las distintas manifestaciones de la conducta de hacerse daño a uno mismo, que pueden ir desde la conducta autolesiva (autoinflingirse un daño) a los pensamientos en torno a la muerte, la ideación suicida, el intento de suicidio y el suicidio consumado. Corresponde a los especialistas en Salud Mental (psicólogos clínicos y psiquiatras) valorar la gravedad y el riesgo de estos comportamientos.
VISIBILIZAR LOS PROBLEMAS
La psicóloga clínica resalta la importancia de dar visibilidad a las cuestiones de salud mental, dado que hablar de ello genera una mayor movilización y una mayor notificación de casos, y descarta que necesariamente tenga un efecto de imitación.
"Alguien que no se quiere suicidar, no se suicida por que se hable de suicidios. Lo que sí ocurre es que se puede compartir el malestar y, en ocasiones, el grupo actúa como catalizador emocional", apunta.
En su opinión, es necesario que hablemos de las emociones, del malestar emocional y que pidamos ayuda cuando la necesitemos.
No obstante, reconoce que puede haber un efecto de imitación conductual por identificación con el grupo de iguales en otras conductas: si mi amiga dice que se quiere morir, puede ser que yo también me atreva a expresar mi malestar y hablemos de ello o actuemos similar, pero insiste en que "no enferma quien quiere, sino quien puede".
"Hay que manejar estos temas con mucha sensibilidad. Hablar de suicidio, sí, pero siendo sensibles a las necesidades", declara.
LA FORMACIÓN ES PREVENCIÓN
Lo ideal sería que las familias tuvieran formación para saber cómo actuar; la experta aconseja escuchar al adolescente, "validar la emoción" y no quitarle importancia, al contrario: reconocerla y contener, ya que son las familias quienes mejor conocen al menor.
También evaluar la demanda de ayuda: si un padre o madre se siente perdido y no sabe manejar el problema, debe pedir ayuda, que puede ser a una unidad de salud mental, a un psicólogo clínico o psiquiatra, o también, en primera línea, consultar a un profesor por si está ocurriendo algo en el centro educativo.
¿Y DESDE LOS CENTROS EDUCATIVOS?
Hermosín afirma que los docentes pueden angustiarse ante situaciones de salud mental porque, al no contar con formación específica al respecto, no pueden evaluar la gravedad del riesgo real o la urgencia de la intervención y se ven sobrepasados y desbordados.
Los grupos de clase y los colegios funcionan como un sistema, y sobre este hay que intervenir para identificar y prevenir determinadas dinámicas en caso de que sea necesario. Y siempre debe hacerse con los recursos especializados adecuados a través de la Orientación Educativa, afirma a EFE la psicóloga educativa y vicedecana del Colegio Oficial de Psicología de la Comunitat Valenciana (COPCV), Andrea Ollero.
En un problema tan complejo, una vez se detectan problemas emocionales o conductas autolíticas, es necesario realizar una intervención integral y efectiva, de manera que además de la parte clínica, se tiene que trabajar en el contexto en el cual el joven pasa el mayor tiempo y en los contextos de relación, es decir, en los centros educativos y con las familias.
El Colegio de Psicología considera imprescindible que los centros educativos, tanto de infantil y primaria como los institutos, cuenten con profesionales de la psicología en el servicio de Orientación Educativa, pues actualmente está configurado como un modelo docente de maestro de apoyo especializado que no garantiza que sean profesionales de esta disciplina.
Cualquier graduado o licenciado, sin importar la especialidad de su titulación, puede acceder a través de oposición a ser orientador educativo, señala.
Desde los gabinetes psicopedagógicos municipales se desarrolla una tarea fundamental en la prevención en los centros educativos, y son recursos de proximidad que posibilitan tener un conocimiento del contexto y de la interrelación entre centros y comunidad educativa, y servicios municipales y comarcales.