Una nueva investigación sobre la barrera hematoencefálica del cerebro sugiere que la eficacia de la quimioterapia puede variar según la hora del día según publican los investigadores en la revista 'Frontiers in Oncology'.
La barrera hematoencefálica impide la entrada de sustancias extrañas en el cerebro como protección contra toxinas y gérmenes, pero ello hace que el tratamiento de los tumores cerebrales sea más complicado ya que también bloquea la quimioterapia que podría combatirlo.
William Walker, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia Occidental (Estados Unidos), está investigando si la barrera hematoencefálica es más propensa a admitir los fármacos de quimioterapia en diferentes momentos del día.
Su estudio, financiado por los Institutos Nacionales de la Salud, demuestra que la barrera hematoencefálica es dinámica y no estática, y sugiere que los tratamientos de quimioterapia debidamente programados podrían llegar mejor a los tumores a los que se dirigen.
"No somos los primeros en demostrar que la cronoquimioterapia es beneficiosa, pero sí somos los primeros en demostrar que es beneficiosa en el tratamiento de las metástasis cerebrales", explica Walker, becario postdoctoral en el Departamento de Neurociencia.
Walker y sus colegas administraron quimioterapia a ratones con cáncer de mama, que había viajado al cerebro. Algunos de los ratones recibieron los tratamientos a la luz del día, cuando los ratones -al ser nocturnos- suelen estar en reposo. Los otros animales los recibieron en la oscuridad, un entorno que se asemeja más al periodo de actividad de los ratones.
Descubrieron que la quimioterapia que administraron durante la fase oscura mataba más células tumorales cerebrales que las administradas en la fase luminosa. Los tratamientos de quimioterapia en la fase oscura también consiguieron retrasar mejor los síntomas neurológicos, como patrones de marcha extraños y pérdida de control muscular. Además, aumentaron la tasa de supervivencia media en aproximadamente un 20%.
"En todos nuestros proyectos, intentamos preguntarnos: 'Si vemos un efecto molecular, ¿se traduce? ¿Tiene alguna relevancia funcional? --explica Walker--. Hasta cierto punto, podría ser inútil si aumentamos la cantidad de quimioterapia dentro del tumor cerebral en un momento determinado, pero no vemos ninguna diferencia funcional, no mejoramos la supervivencia o no mejoramos los cambios en el déficit neurológico. Por tanto, estos resultados fueron estupendos de ver".
Los investigadores aun mantienen dudas sobre si fluctúa también la barrera hematoencefálica humana y, si lo hace, si es más receptiva a la quimioterapia de día o de noche, o sobre si las fluctuaciones reflejan el hecho de que los humanos son criaturas diurnas (más activas durante el día), o son un efecto de la propia exposición a la luz.
"Esas son las preguntas que William Walker estudiará cuando deje este laboratorio y empiece el suyo propio", asegura Randy Nelson, presidente del Departamento de Neurociencia, director del Centro de Investigación y Educación en Neurociencia Fundamental de la WVU y mentor de Walker.
Normalmente, las personas que reciben quimioterapia reciben sus tratamientos durante el día -en horario laboral-, pero "si se da el caso de que las personas son más como las moscas, y la barrera hematoencefálica del cerebro se abre por la noche, entonces ése podría ser el mejor momento para administrar la quimioterapia", apunta Nelson.
"Hace años que se ha demostrado que la cronoquimioterapia es beneficiosa para el cáncer periférico, pero, por alguna razón, esa ciencia básica no se está trasladando a la práctica clínica --añade Walker--. Creo que es un paso importante. Ese es mi objetivo al crear mi propio laboratorio: intentar concienciar a la población para que podamos trasladar parte de la ciencia básica que vemos a la práctica clínica para mejorar los resultados de los pacientes".