Cuatro robots alemanes han llegado a España a través de Sevilla. Unos ingenios mecánicos perfectamente engrasados a pesar de haber pasado más de medio siglo desde su creación en una planta de energía, que es como se traduce desde el alemán el nombre de los cuatro: Kraftwerk, la banda que tiene toda la pinta de hacer eternas sus creaciones, como cualquier sinfonía de sus paisanos Brahms o Mozart.
De su aterrizaje en el Icónica Sevilla Fest, el festival que se celebra en la Plaza de España de la capital andaluza, han sido testigos unos 2.000 incondicionales de una formación que tenía a Ralf Hütter y Florian Schneider (desactivado en 2020) como creadores originales, y a la que la vida le ha seguido llegando con Fritz Hilpert, Henning Schmitz y Falk Grieffenhag.
Kraftwerk ha aterrizado en Sevilla literalmente, porque las pantallas (tres) que acompañaban al cuarteto han proyectado en una de sus canciones la llegada de un platillo volante sobrevolando la capital del sur, hasta llegar a la misma plaza vía Google Maps, y soltar hasta 18 temas de su larga historia sin inmutarse desde el escenario, que para eso son robots, al fin y al cabo.
En realidad, asistir a un concierto de la banda alemana es mentalizarse en que no se va a ver a una formación cualquiera. Sus caras no se reflejan en las pantallas gigantes, solo los montajes en vídeo que recuerdan a un modernizado Commodore 64, con cuatro hombres (robots) vestidos al estilo de Jeff Bridges en el Tron de 1982 o Garrett Hedlund, en la secuela de 2010, ambos en plena carrera de motos dentro del videojuego.
Son músicos que no hablan, no saludan desde el escenario, no bailan… Son los padres de la música electrónica, y cuando uno tiene a ese hijo en concreto se puede permitir colocarse inmóvil en un concierto y hacer que gente de dos generaciones les siga sin parpadear. Así ha sido desde que a las 22.30, con puntualidad de icónicos alemanes han comenzado a sonar los acordes de ‘Numbers’, el tema de Florian Schneider, Ralf Huetter y Karl Bartos, y ya estaba el menú en la mesa listo para consumir.
A partir de ahí, ‘Spacelab’, ‘Airwaves’, ‘Electric Cafe’… Cada canción de Kraftwerk es distinta a la anterior y a la siguiente, porque, al final, ser padre de alguien no es solamente traerlo al mundo, sino conducirlo por la vida, y este grupo ha sabido educar su repertorio para que, primero, madure con el paso de los años, y, segundo, se adapte a la gente que no había nacido cuando ya tenían seguidores en los cinco continentes.
Y ante el escenario, decenas de teléfonos móviles han registrado para quién sabe qué la interpretación de ‘The Model’, la más aclamada de esta noche andaluza de luna llena que inmortalizó Alameda, para llegar a la hora de concierto con este ingenio salido de las manos y la mente de Schult, Bartos y Hütter, que vendió millones de copias cuando la mitad de los asistentes al concierto de hoy estaba pensando si matricularse en BUP o FP.
Quedaban todavía ‘Tour de France’, ‘TEE’, ‘Planet’…, quedaba aún un buen puñado de iconos musicales por salir del ingenio del cuarteto de trajes fluorescentes, que remataron la faena sevillana con ‘Music non Stop’, se bajaron del escenario uno a uno tras una leve reverencia y se perdieron entre las columnas de la impresionante Plaza de España sevillana levantada por Aníbal González hace casi un siglo.
Ojo: los robots se han ido esta noche de Sevilla, pero volverán, después de tres aterrizajes en Europa, a suelo español, pero entrando por el norte, para hacer parada el 21 de julio en Sallent de Gállego (Huesca), y plantarse en otro icónico lugar, el Teatro Real de Madrid, que, con 200 años recién cumplidos les abrirá sus puertas el 27 de julio, para que el público compruebe en vivo otra vez si es cierto que Depeche Mode o The Human League bebieron de sus temas para nacer como grupos y seguir su estela robótica.