El viernes diÌa 15 de Junio, una amiga y yo decidimos ir a CaÌdiz a cenar y pasar un buen rato, estaÌbamos ilusionadas porque era la primera vez que iÌbamos desde San Fernando, (nuestro actual lugar de residencia) a CaÌdiz en autobuÌs.
Lo teniÌamos todo planeado, paradas, horarios de ida y vuelta, etc, menos lo que nos esperaba dentro de un rato.
Un dato importante y relevante para esta historia, es que las dos vamos en silla de ruedas, mi amiga una manual con handbike (bicicleta especial que se utiliza con las manos y se acopla a la silla) y yo una silla eleÌctrica.
A las 21:53 horas, llegoÌ nuestro autobuÌs, la liÌnea 11, paroÌ y se bajoÌ el conductor, aquiÌ empezoÌ nuestra pesadilla. Ya se le veiÌa venir, que no estaba de muy buen humor o era su estado natural, no lo sabemos.
Saco la rampa manual con desgana, y la primera observacioÌn que tuve es que teniÌa un gran desnivel, (primero porque el autobuÌs no bajo de lado para reducir la distancia hasta el suelo, y segundo que el escaloÌn era pequeño donde descansaba la rampa, la cual era bastante corta) pero penseÌ, con ayuda podremos.
Primero entreÌ yo, con mi silla de ruedas eleÌctrica, la cual cuando empezoÌ a subir y debido al gran desnivel de la rampa, se quedoÌ apoyada en las ruedas antivuelco, es decir, las ruedas que propulsan estaban en el aire y por lo tanto no subiÌa por mucho que el conductor empujara.
Yo intente explicarle lo que ocurriÌa para cambiar de taÌctica, pero el hombre que no queriÌa escuchar se empeñaba en empujar como un loco, y cuando pasaron las ruedas, la silla subioÌ con tanta fuerza, ya que yo le estaba dando al mando, que las ruedas delanteras se levantaron bastante haciendo un caballito, que bajoÌ bruscamente con el consiguiente perjuicio para mi cuerpo.
EmpezoÌ a protestar de manera realmente desagradable, diciendo que ​“eso no era una sillaâ€, “que era un vehiÌculo con motorâ€, “que pesaba 3​00 kg†“que era un camioÌnâ€, etc.
Yo intentaba explicarle que la silla estaba enganchada por el desnivel, que el peso no teniÌa nada que ver, pero eÌl siguioÌ despotricando de mi silla, con lo cual le conteste, ​“si el me iba a decir a mi que clase de silla ​de ruedas debo o no de usarâ€.
Una vez arriba, teniÌa que subir mi amiga, que lleva silla de ruedas manual, pero tuvo que desmontar la handbike por queÌ iba a patinar y no iba a poder subir, y podriÌa volcar, mientras el señor seguiÌa protestando, la ayudoÌ a subir y luego cogioÌ la handbike de mala manera y la subio al autobus.
Le dimos la tarjeta para pagar y algo mas dijo que ya ni me acuerdo debido al estado de nervios que teniÌa. Empezamos nuestro viaje hacia CaÌdiz comentando lo sucedido y con gran indignacioÌn, pero cuando llegamos a la parada, fue mucho peor.
El autobuÌs no llegaba a la acera, ni al escaloÌn y cuando saco la rampa se quedoÌ praÌcticamente vertical, apenas llegaba al suelo y yo no cabiÌa en mi asombro, era imposible bajar por ahiÌ, nos jugaÌbamos tener un accidente.
Le dije que no podiÌamos bajar por ahiÌ y eÌl simplemente hizo un gesto de ​â€encogerse de hombrosâ€, como si no le importara y estaba dispuesto a dejarnos dentro del autobuÌs.
Con la impotencia de no saber queÌ hacer y discutiendo, mi amiga le pidioÌ ayuda a un chico que se ofrecioÌ con mucho agrado.
Primero bajaron la handbike y luego a ella de espaldas sujetando el chaval por detraÌs, que se veiÌa mucho maÌs competente y el señor conductor por delante, con gran dificultad y peligro.
Luego me llegoÌ el turno a mi, y debido a que yo puedo andar, aunque use silla de ruedas para largas distancias, me levanteÌ de la silla porque no estaba dispuesta a matarme.
El chaval la retuvo por detraÌs y yo le daba al mando de la silla poco a poco y asiÌ la bajamos.
Luego el conductor y el joven me cogieron de cada brazo y baje de un salto por que era imposible bajar andan​ do, ahiÌ el conductor hizo un comentario ​“vamos campeonaâ€, se le vio un atisbo de amabilidad q​ ue le duroÌ poco, cuando le dije que ​“eso no era una rampaâ€, y el me contesto de manera fuerte e incluso chulesca, “​que va, si eso es un plato de lentejas, o un platillo volanteâ€, lo cual me resultoÌ bastante inapropiado, porque yo no le estaba acusando a eÌl sobre el estado de la rampa, pero si esperaba una respuesta de reconocimiento de que la rampa era un desastre y peligrosa, y que su empresa teniÌa la culpa.
Ya no le respondiÌ por respeto (el cual eÌl no tuvo ante nosotras en ninguÌn momento) porque podiÌamos estar toda la noche discutiendo ante una persona que no razonaba ni escuchaba en ninguÌn momento.
Le sugeriÌ que podiÌa haber bajado el autobuÌs un poco maÌs abajo para coger un trozo de escaloÌn para que no fuera tan pronunciada, el problema es que estaba entre dos postes, a lo cual me respondioÌ otra vez maÌs de manera fuerte, que ​“llevaba 50 años trabajando y que sabiÌa muy bien lo que​ haciÌa y que no se iba a poner a ajustar el autobuÌs entre ese espacioâ€.
Por uÌltimo le pediÌ su nombre, lo cual no le agrado, y me pregunto queÌ para queÌ, y de manera educada le respondiÌ â€‹â€œpara mejorar el servicioâ€, y nos fuimos.
Estaba perpleja y me parecioÌ una situacioÌn surrealista, y mira que me han sucedido cosas en diferentes transportes, pero como este trato tan grosero ninguno.
Lo que empezoÌ como una noche agradable y divertida, como cualquier par de amigas que van a pasarselo bien, se convirtioÌ en desasosiego, y de camino a nuestro destino llore, al invadirme un sentimiento de tristeza por ver, que aun nos encontrarnos con personas con tan poca comprensioÌn e humanidad, y que con otra actitud se hubiera solventado la situacioÌn de mejor manera para todos.
Mi amiga que es un encanto y con palabras positivas me subio el animo y nos fuimos a lo que iÌbamos, a pasarlo genial.
Nuestra historia no es aislada, es la historia de muchas personas con diversidad funcional que sufrimos continuamente problemas de este tipo en los transportes puÌblicos. Contando lo ocurrido quiero dar visibilidad, y reivindicar la necesidad de cambiar ¡YA! la accesibilidad en ellos, ser ciudadanos con los mismos derechos, y por supuesto cursos intensivos de concienciacioÌn a los conductores.
Queda camino por recorrer, y las barreras arquitectoÌnicas se eliminaran, que son las que incapacitan en mayor o menor medida, en cambio las mentales queda mucho trabajo por realizar y debemos de trabajar todos unidos para crear un mundo con maÌs empatiÌa y solidaridad, porque un diÌa vas a necesitarla.
Ana Raya