Tras el desminado de sus ruinas romanas, las calles de la antigua ciudad de Palmira ya pueden ser visitadas libremente, aunque desplazarse hasta la joya del desierto sirio es toda una odisea debido a la amenaza del Estado Islámico.
Casi la mitad de los monumentos de Palmira fueron destruidos por los yihadistas, pero el daño no es irreparable"Casi la mitad de los monumentos de Palmira fueron destruidos por los yihadistas, pero el daño no es irreparable. La restauración debe empezar cuanto antes, pero puede llevar décadas", dijo a Efe Mijaíl Piotrovski, director del Museo del Hermitage de San Petersburgo.
En su opinión, la restauración debe empezar por el Arco de Triunfo, el símbolo de la Ciudad de las Palmeras para los romanos y de los Dátiles para los árabes (Tadmor), y que fue dinamitado por los terroristas, al igual que el templo de Baala, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo.
Un paseo por sus pedregosas calles permite apreciar la monumentalidad de la ciudadela arrasada por el emperador romano Aureliano en el tercer siglo (271-73) de nuestra era y que fue reconstruida parcialmente en los años 30 del siglo pasado.
Amplias avenidas, capiteles y cornisas grecorromanas, grandes columnas que resisten imperturbables a sus dos mil años de antigüedad y el anfiteatro (92 metros de diámetro), el único gran tesoro de Palmira que los terroristas respetaron, aunque lo utilizaron para escenificar sus salvajes ejecuciones durante los diez meses que controlaron la zona.
Rusos y sirios quisieron escenificar esta semana el nuevo esplendor de esta parada y posta de la Ruta de la Seda con algo inverosímil hasta hace apenas unas semanas: un concierto interpretado por la orquesta del teatro Mariinsky de San Petersburgo en el mismo anfiteatro romano.
En presencia de varios cientos de invitados sirios, el presidente ruso, Vladímir Putin, inauguró la nueva era en la vida de Palmira, oasis situado a 215 kilómetros de Damasco, cuya reconquista es símbolo del éxito de la ofensiva siria con el apoyo de la aviación rusa, con un discurso en directo desde Moscú.
Precisamente, un grupo de la UNESCO, que aprobó el 24 de abril una resolución en la que asumió su responsabilidad para salvar Palmira, viajó al desierto sirio para evaluar "el diagnóstico del daño" causado a una de las grandes joyas arquitectónicas de la antigüedad, que recuerda a Petra y Pompeya.
"Nací en Cuzco y lo primero que yo siento es como si estuviera ante el Machu Pichu destruido. Palmira tiene un valor universal excepcional", dijo a Efe Manuel Rodríguez Cuadros, ministro de Relaciones Exteriores del Perú y embajador ante esa organización.
Los embajadores de la UNESCO anunciaron ambiciosos planes de restauración, aunque antes deben recaudar el dinero, lo que no es sencillo en tiempos de crisis, y, lo que es más importante, la guerra debe terminar.
No obstante, eso no será nada fácil, ya que a unas pocas decenas de kilómetros se encuentran las posiciones del Estado Islámico, que aún no ha renunciado a recuperar la ciudad, cuya pérdida le obligó a suspender el rentable tráfico de caravanas de camiones cisterna con petróleo que financiaban sus actividades terroristas.
El Ejército ruso, con ayuda siria, ha convertido Palmira en un fortín inexpugnable, con numerosos efectivos militares, radares, helicópteros y armamento pesado, en previsión de una contraofensiva yihadista.
Los combates que llevaron a las tropas gubernamentales a recuperar el control de la ciudad a finales de marzo pasado debieron ser realmente cruentos, ya que la carretera que conducía a la ciudadela romana en un reguero de casas destruidas, postes de electricidad derribados y coches consumidos por las llamas.
Llegar a Palmira exige recorrer durante más de tres horas el desierto sirio, un área inhóspita que cubre casi toda la superficie de la provincia de Homs y que sólo puede ser recorrida con escolta militar.
De hecho, los autobuses que transportaban a más de un centenar de reporteros de medio mundo fueron acompañados por un blindado, varios vehículos militares con ametralladoras de gran calibre al principio y al final del convoy, y en el aire por dos helicópteros de asalto.
Los periodistas fueron recibidos en Palmira con estruendosas salvas, pero no festivas, sino de la artillería rusa, que respondía a las supuestas provocaciones de los grupos yihadistas.
"Extremen la atención en un tramo situado a unos 30 kilómetros. Acaba de producirse un ataque", rezaba el mensaje de radio, lo que obligó a los reporteros a cerrar sus ordenadores portátiles y correr las cortinas de los autobuses en el camino de regreso.
Con todo, los rusos intentan allanar el camino para un pronto retorno de los habitantes a la parte nueva de la ciudad, cuyo desminado concluyó hace unos días, y que abandonaron hace un año con destino a Homs.
El mando militar ruso explicó que los ingenieros rusos encontraron agua en el desierto a 90 metros de profundidad, líquido elemento que sació la sed de la prensa internacional, a lo que se suma una fábrica de pan y un hospital de campaña.
Un cartel con los rostros de Putin y el presidente sirio, Bachar al Asad, da la bienvenida al visitante en Palmira, que por momentos parece una nueva colonia rusa.