Ser drag queen va mucho más allá de lucir unas plataformas imposibles, maquillarse durante horas y horas -hasta seis - y llevar pelucas y mucho brillibrilli para crear una fantasía sobre el escenario que en el día a día se antoja una misión imposible. Ser drag queen es una forma de expresión artística, sin dramas, “una forma de discurso político que rompe con los géneros” y que no tiene que estar necesariamente contextualizada en el mundo de la noche. Son palabras de Jota, integrante de Las Queens Yeyes, y artífice del I Festival Drag Sherry Queens celebrado el viernes en la Sala Paúl. Cuando no se transforma es Juan José Torres, aunque tiene claro que “se puede ser drag queen a las diez de la mañana y a la una de la noche. Yo además de actuar en discotecas, colaboro con las asociaciones de teatro durante el día. Me encantaría dar charlas en los colegios”, explica para referirse al desconocimiento que hay en torno a un movimiento que vive sujeto a continuos desafíos.
“El drag rompe con lo femenino, ¿porque seamos un hombre no nos podemos poner tacones?Pues nos ponemos el triple de tacones y al final lo llevamos todo al show artístico” y dando cada uno su toque de personalidad. “Hacemos shows muy diferentes”, explica, cansado de que este colectivo sea la diana de muchos estereotipos negativos pese a su carácter minoritario. “Algunos son más femeninos y en mi caso soy más andrógino y me pongo pantalones de rockeros y plataformas muy grandes”, detalla.
Lo suyo es casi vocacional, pues “desde los cuatro años me ponía pompones en la cabeza y hacía performances maravillosas, tanto con tacones y pelucas, como vestido de pastorcito; el mundo teatral forma parte de esto”, añade. Lógicamente, a nadie en su caso le extrañó que estudiara Arte Dramático. Lleva tiempo dedicándose al mundo drag con su grupo Las Queens Yeyes actuando en discotecas, pero reconoce que es complicadísimo vivir de un mundo que le apasiona. “Cuando te gusta tanto algo ni siquiera lo ves como un trabajo, cuando actúo no digo voy a trabajar, me suena como súper feo. Me encantaría estar de gira por España, hay muchos drag queen que viven de esto, pero no aquí en Jerez”.
De hecho, la mejor evidencia de lo mucho que le queda por avanzar al mundo drag en esta ciudad es lo poco que valoran los empresarios de la noche todas las horas de ensayo y las que le dedican a maquillarse y arreglarse, de tres horas y media a seis, además de la inversión que hay detrás.
“Se aprovechan bastante, nadie valora todo el trabajo que conlleva. No somos máquinas de hacer dinero”, señala, pues que las discotecas estén llenas con sus shows no necesariamente les garantiza en algunas ocasiones que vayan a cobrar lo pactado o incluso que les paguen. “Si no eres muy famoso o no tienes nombre ni te contratan o ni te pagan”.
Ahora hablamos con Mari Conazo, otra de las integrantes de las Sherry Queens que actuó este viernes, junto con Deena Citron, Shaniqua Lasanta y Nair Franks, que echa en falta más sitios para poder hacer sus espectáculos, a la par que reivindica que “nos tomen en serio”, consciente de que a veces el público de la noche no está a la altura de lo que se curran sus espectáculos. Cuando se apeas de sus plataformas es Manuel Ramírez. “Es como sí algunos nos vieran como payasos, que estamos para hacerles reír, y se toman la confianza de tocarte, estamos de fiesta, pero hay unos límites”, apostilla, reivindicando también la personalidad de cada uno desde la libertad que les da poder dedicarse a esto. “Yo soy la misma persona extrovertida fuera que dentro del drag, pero hay otras que pueden encontrar una confianza que no tienen su vida”. Lo mismo ocurre cuando suben al escenario, cada una va a tener su rollo. “Hay muchos tipos de drag, no son estándar: están las que tienen más talento con el micro y haciendo reír (comedy queens), las que cantan, las que bailan...”. Durante el día todos tienen sus vidas, unos estudiando, otros trabajando. Cuando se suben a sus plataformas llega el revuelo, la fantasía...y todo lo que conlleva. Y es “hay mucho drama con el tema de ser drag”.