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Una feminista en la cocina

De puras y comadres

Si intentas clavármela, te la guardo para toda la vida

Publicado: 03/10/2023 ·
09:32
· Actualizado: 05/10/2023 · 09:33
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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No hay nada como la verdad a secas. Ya me entienden, tipo Scully y Malder que se lo pasaban bomba (nosotros con ellos) intentando esclarecer los entresijos del misterio, para que al llegar el final de cada episodio nos lleváramos las manos a la cabeza porque no sacábamos nada en claro. Yo soy muy clara al modo de mi suegra que, originaria del barrio de Santa María, llevaba a capa y espada la verdad por bandera. No es cómodo, lo acepto, que te digan las cosas a la cara; Ni socialmente adecuado, pero tan gratificante como tomarte una cerveza fría con los pies remojándotelos el Mediterráneo. Somos producto de la risa falsa de los homínidos que antes que te la claven, componen una mueca amarga colgándoles de los labios. Tampoco los dioses griegos con varias caras, o el único, o las actualidades de Internet han hecho otra cosa que ahondar en la idea de que si vas a cara descubierta te las dan hostias a poco que menees la parra.  En mi caso, reparto cartas dándole las mismas a todo el mundo. Pero si intentas clavármela, te la guardo para toda la vida. No soy de esas que chancleteras perdidas -hoy puras y mañana comadres- se ponen finas de cuerpo y alma por delante, para luego (por detrás) lanzar puñales a modo de acróbata de circo con carpa. Prefiero tener pocos amigos, que dagas volando a cada paso. Si eres mi enemigo, te la guardaré de por vida, porque soy mejor enemiga que amiga, muchísimo más reconcentrada y fiel.

Será porque me duelen las bazofias o porque me jode tanta apariencia de normalidad cuando no soportas a alguien. Y mira que lo entiendo en los trabajos, en los colegios e institutos, en algo que nos sea necesario para la convivencia en el día a día. En cambio, en las minucias de cambiarte de club, pelearte con el entrenador o buscarte la vida por otro sitio, que se posicionen por ganar un pretendido afecto o mejoría para su cuate y luego de no hacerlo y tener que emigrar a donde tú lo has hecho, quieran hacer borrón y cuenta nueva, olvidándose de que te sacaron las tripas y las expusieron…Pues no, no lo veo. Pensándolo mucho, lo mismo lo que me joroba no es la falsedad solamente, sino el que valga cualquier cosa para llegar a donde tú te has propuesto, mirándote el ombligo. Que pisoteen, joroben y luego quieran tener la cara lavada, porque es malo tener memoria de lo muy bajunos que fueron. Hay mucha pura que se las da de santa, para arrastrar tantos barcos hundidos. Mucha madre coraje que no se atreve a implicarse en la educación, pero envidia las que sí lo hacen y recogen frutos. Mucha moral descarrilada en victorias fútiles de toma y daca, con caminos compuestos por grandes falsedades.

Por eso lo advierto, soy de carácter complicado. Fiel con mis fieles, jodida con los guarros. No soporto el perdonarlo todo por el bien común, cuando no es el mío sino siempre el de los demás. Tampoco eso tan socorrido de “daros la mano y a otra cosa”, porque el que lo propone siempre es el que ha hecho la puñeta o al que le importa todo un haba. Rencorosa acérrima, dolorosa y compungida. Nada ascética y sí muy confundida, excepto por algunos principios que llevo por bandera como la honradez conmigo misma. Si alguien me la hace, que la pague con la esplendorosa exhibición pública de su estulticia y yo le perdono, que no hay como reconocer lo perro que uno es para que el perdón salga solo.  Pero a la gente le gusta la pacificación a cualquier precio, y eso no es nada productivo para los que los sufrieron en las treguas, los armisticios y los acuerdos post bélicos. Guano, guano y más guano, que luego devienen con guerra, guerra y más guerra.

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