El director de este manicomio es un bullita y siempre está al liquindoi. No sé cómo, pero se enteró de que en Cádiz se celebraba la semana pasada el IX Congreso de la Lengua Española. Se decidió a enrollarse y nos dejó salir libremente a las conferencias y charlas que se estaban regando por toda la ciudad. Un presunto bastinazo. Seguramente quería que se nos pegara algo de ese baño de cultura que se prometía a los cuatro vientos. Sin embargo algunos locos salieron equivocadamente pensando que se trataba de cómo se prepara la lengua con tomate, y ya han vuelto decepcionados. Yo, incluso me inscribí para observar qué se cocía en Cádiz con respecto a la lengua española. Y les voy a contar por encima mi experiencia. He asistido a todas las conferencias en las que me inscribí, no de válvula, sino paganini, previo Martín, Martín. Y además, estuve en otras muchas charlas que completaban el programa elaborado por la Real Academia de la Mojarra Española.
Nada más desembarcar en Cádiz, veo que en balcones, en paneles, en obras, en edificios… lucían unas cartulinas amarillas que contenían una sola palabra. Me acerco, e inmediatamente me doy cuenta de que son palabras muy gaditanas, cuyo lanzamiento fue ya propiciado por el Profesor Pedro Payán Sotomayor en su famoso libro El habla de Cádiz. Pues bien, me intereso más por el tema y les confieso que mi indignación iba en aumento al enterarme de que dicha Academia ha hecho como que no se ha enterado de la existencia de D. Pedro, Doctor en Filología Románica y más gaditano que la Caleta; es decir, que no es ni un chirlachi, ni un guachisnái. La cosa tiene cacaruca. Al Congreso han venido algunos ponentes churretosos del quinto pino a leernos a palo seco cuatro folios tediosos y aburridos. Algunos, rozando el apelativo de guiris, estaban cuajáos, entortáos y guarníos, como si la siesta les resultara ajena. Y yo me preguntaba por qué han dejado de lado a D. Pedro, cuando era el que tenía que haber estado en pleno candelero, fuera parte de lo ameno que es cuando expone su pensamiento. Si el Congreso se hubiera celebrado en Cuenca, vale, pero es que ha sido en Cádiz. No es normal.
He llegado a la conclusión de que allí en Madrid los que han preparado las intervenciones son unos auténticos babetas que han desperdiciado la collá que se les presentaba. Me consta una morterá que muchos gaditanos, que quieren a D. Pedro Payán por todo lo que representa de cultura gaditana, le han ofrecido homenajes, le han dedicado pasodobles, le han emocionado embuti con sus cariñosas palabras en la misma Plaza que lleva su nombre… Pero que estos señores de la Real Academia no hayan sido capaces de oler que en sus abundantes programas tenía que haber estado presente este gaditano como feliz autor de esa avanzadilla de palabras gaditanas que dan vida y sal al español, eso no me entra en esta desquiciada cabeza. Hay que ser maláhe. Yo iba a decir: quillo, perdónalos porque no saben lo que hacen, pero, nanai, lo cambio por perdónalos porque no saben lo que deberían saber con la cultura que se les supone.
En definitiva, una chapuza, un cajonazo, con puntuales excepciones. Desde aquí quiero enviarle un cariñoso saludo a Pedro Payán Sotomayor y decirle que lo consideramos tan nuestro, que, cuando pasan por nuestro pensamiento esos señores de la Real Academia de la Mojarra Española, los relacionamos con unas cuantas palabras gaditanas que él recopiló: bacalaos, matracas, panizas, rebanás, siesos y tajarinas. Vámonos que nos vamos.