Una pasarela para peatones y bicicletas de 4 kilómetros de longitud es el sueño loco e imposible que han llegado a plantearse con humor los poco más de 70 vecinos de la isla de Tabarca (Alicante) que, para su disgusto, siguen un año más sin una conexión de transporte público regular por barco con la península que facilite hábitos tan cotidianos como trabajar, hacer la compra, ir al médico o atender el más sencillo trámite administrativo.
Situada frente a Santa Pola aunque dentro del término municipal de Alicante, los 0,3 kilómetros cuadrados de superficie convierten a Tabarca en la isla habitada más pequeña de España y la única con vecinos durante todo el año en la Comunitat Valenciana, la mayoría de avanzada edad porque los más jóvenes carecen de una conexión marítima regular y diaria con horarios adecuados para una movilidad compatible con la vida laboral en la otra orilla.
Entre el otoño y primavera hay pocas conexiones que unan este enclave natural privilegiado con Santa Pola o Alicante y solo con la llegada del buen tiempo se multiplica la población, especialmente durante el verano, y hay más posibilidades aunque normalmente a precio de turista y no de servicio público.
Esta situación ha empujado a algunos de los habitantes de la isla a plantearse, no sin cierta sorna, a soñar con el irrealizable proyecto de una pasarela de 4 kilómetros de longitud que, a falta de un estudio al detalle, calculan que podría costar unos 250 millones, a razón de 10.000 euros el metro cuadrado multiplicado por 1,25 por gastos indirectos.
En una entrevista con EFE, la presidenta de la asociación de vecinos Isla Plana de Tabarca, Carmen Martí, ha explicado que la pasarela nunca ha llegado a ser un proyecto serio pero sí que lo han barajado "medio en broma" como consecuencia de que llevan demasiado tiempo clamando por un barco con conexiones diarias para poder hacer una vida "normalizada".
Las últimas reuniones con la conselleria de Política Territorial, Obras Públicas y Movilidad de la Generalitat para lograr tres barcos al día (a las 7, 12 y 18.30 horas) han sido, igual que las anteriores, " decepcionantes" por la falta de avances. Y pese a las buenas palabras sobre un arreglo futuro, los vecinos no ven a corto plazo una solución para atender su derecho a la movilidad, como sí ocurre con el resto de pequeñas agrupaciones urbanas valencianas.
La pasarela o incluso un túnel podrían ser una solución como ocurre en islas de países nórdicos, ha indicado con ironía Martí, quien sabe que plantearlo formalmente sería "disparatado" y "una locura porque costaría demasiado dinero".
"Pero queremos dejar de estar aislados de una vez por todas y pasar a disponer de las mismas comunicaciones que tienen en cualquier otro sitio" ya que, ha insistido ya muy en serio, los habitantes del islote se sienten "olvidados por la Administración".
Tabarca se mira en el espejo de la isla canaria de La Graciosa, que hace 16 años logró enlaces diarios con Lanzarote con un precio para el turista y otro subvencionado para residentes y trabajadores, lo que propició una mejora de la calidad de vida y triplicar la población, de 200 a 600 personas, incluso abriendo un colegio de primaria y varios comercios.
Esta justa reivindicación ha sido apoyada por el síndic de Greuges (defensor del pueblo valenciano), Les Corts Valencianes, que aprobó por unanimidad en 2018 una proposición no de ley y el ayuntamiento de Alicante con una declaración institucional que urge al Gobierno valenciano a financiar el servicio público de transporte.
La isla se halla en un enclave privilegiado de aguas cristalinas dentro de la reserva marina más antigua de España, de 1986, con la mitad de las especies de flora y fauna mediterráneas (unas 7.000) en 1.400 hectáreas sumergidas, muchas de praderas de posidonia oceánica.