El Málaga se la juega por enésima vez este sábado, ante su afición, con la presión de ganar al cuarto clasificado sabiendo que si falla, otro tren de salida del descenso se marchará. Una victoria en los últimos seis partidos es un ritmo insuficiente, teniendo en cuenta que los rivales directos como Ponferradina, Mirandés o Racing no están perdonando tanto.
Ante la cada vez más asfixiante necesidad de sumar de tres, el equipo de Pepe Mel ha vuelto a los entrenamientos este martes tras tomarse el lunes de jornada de reflexión. Esta vez no hubo sorpresas y tan solo trabajaron al margen los lesionados Ramón, Genaro y Escassi, que llevaron a cabo tratamiento de recuperación en el gimnasio, al igual que los de larga duración Moussa, Víctor Olmo y Haitam.
Pepe Mel ha decidido poner todas las sesiones de la semana a la misma hora del partido del sábado: 16.15 de la tarde. La Rosaleda será un fortín ante la situación de su equipo, inmerso en un bloqueo resultadista que no le permite salir del hoyo. La gente sabe que más tropiezos se traducen en más clavos en la tumba. El manido debate del cambio de entrenador ya ha empezado a asomar, aunque se sigue manteniendo la mirada fija en la dirección deportiva.
Frente a parafernalias, culpables y discursos de negatividad, una cosa es innegable y es que lo que suceda en el césped este sábado será crucial, para lo bueno y para lo malo. Ponferradina y Racing juegan contra Eibar y Alavés, respectivamente. Es un día propio para recortarles tres puntos y empezar a resurgir. Para la cita se esperan ambios en el once que aporten algo diferente y eso pasa por tirar de Lago Junior, Appiah o Delmás.
Se requiere agitación porque con las sensaciones buenas no se están puntuando y lo que valen son las victorias, sin importar el cómo. Quedan 57 puntos en juego, habría que conseguir un mínimo aproximado de 30. Las cuentas dan todavía, pero el tiempo se va agotando. Mucho que perder el sábado, pero también algo que ganar: confianza para no morir antes de tiempo.
