El tiempo en: Marbella

Jerez

Nosotras no somos invisibles

Artículo sobre el olvidado deporte femenino

Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Fátima Gálvez

“Me gustaría saber por qué el deporte femenino es el gran olvidado”. La pregunta se la hace una y otra vez Silvia Navarro (Valencia, 1979), una de las mejores porteras de balonmano del mundo y capitana de la selección española. “Cada día me levanto pensando en derribar mil muros para que las mujeres seamos reconocidas en el deporte. Puedo asegurar que hacemos lo mismo que los hombres. Quizás sea algo educacional, pero me gustaría cambiar ese concepto, sobre todo para dejar un buen legado a la gente que viene por detrás”.  

 

Las mujeres, por el hecho de serlo, no tienen que tener un trato de privilegio, pero tampoco deben ser relegadas a un plano inferior. Solo se trata de una cuestión de igualdad, de equilibrio, de repartir alegrías y tristezas, premios y recursos, atención e interés, ayudas y medios. La sociedad necesita avanzar. Y con ella, el deporte. Para conseguirlo hay que romper también los techos de cristal, las brechas salariales, la discriminación y el sexismo que sigue existiendo en el mundo del deporte.¿Por qué una mujer no puede competir en igualdad de condiciones con un hombre? Esa es la pregunta que lleva mucho tiempo haciéndose Beatriz Manchón (Sevilla, 1976). A la que fuera tres veces campeona del mundo de piragüismo en aguas tranquilas no le dejan participar en la categoría principal del descenso del Sella por el simple hecho de ser mujer.  

 

La veinte veces campeona de España y Premio Nacional del Deporte en 2005 ha llegado a presentar recurso ante el Consejo Superior de Deportes por lo que considera una decisión discriminatoria por parte de la organización. Tres años lleva luchando contra esta injusticia. “Muchas personas son todavía incapaces de concebir que una mujer se proponga determinados objetivos. El deporte no deja de ser un reflejo de la sociedad y como creo que ocurre en otros ámbitos, se teoriza mucho en temas de igualdad, pero a la hora de hacerlo efectivo se pone de manifiesto esa mentalidad retrógrada que nos pone techos que no deberían existir”, argumenta la piragüista.  

 

 

Abandonadas ante la maternidad

 

La Ley del Deporte actual no permite que las mujeres sean profesionales. En la legislación vigente no hay un capítulo específico sobre el deporte femenino. Nadie regula sus salarios y durante sus carreras deportivas viven totalmente desprotegidas, siempre con el miedo en el cuerpo, ya que ni lesionarse pueden. Si lo hacen, lo pierden prácticamente todo. Y no hablemos ya si deciden elegir el camino de la maternidad… A  Blanca Manchón (Sevilla, 1987) sus patrocinadores la abandonaron cuando anunció que estaba embarazada. A los ocho meses de embarazo se vio sola y sin ninguna ayuda económica. “Fue algo muy duro que me lo pagasen así tras tantos años dedicada al deporte de alta competición. Se me quitaron las ganas de todo tras ver lo que me hicieron por solo querer parar un año para ser madre”, destaca la seis veces campeona del mundo de windsurf.  

 

Ni es justo ni moral que la mujer tenga que seguir reivindicándose en el deporte, como si no tuviera bastante con la exigencia de la máxima competición, con el desgaste de compaginar su pasión con trabajo o estudios y con la difícil tarea de encontrar cierta conciliación familiar. La sociedad no debería permitir que la mujer deportista tenga que reinventarse a cada paso que da. Tienen que competir en soledad, sin medios, con la compañía del silencio y con el yugo de los resultados. Si no sacan notas destacadas en competiciones de peso, adiós muy buenas. Y si ganan, siempre van a cobrar mucho menos que los hombres. Como dato, ninguna mujer se encuentra este año en la lista -según Forbes- de los cien deportistas mejor pagados.  

 

Sandra Gómez (Cercedilla, 1993) es campeona del mundo y de América de SuperEnduro. Para costearse las carreras tiene que recurrir a la familia y a campañas de crowdfunding. Su hermano Alfredo, que es también un referente en el trial español, no cuenta con este problema. “Hay una diferencia abismal entre su contrato y el mío. Yo no puedo vivir de esto. Me dedico profesionalmente al deporte, pero sin el respaldo de mi familia para los gastos del día a día sería imposible seguir”. Cuando ganó el Mundial incluso le quitaron el premio económico -que era tres veces inferior que el del campeón masculino- por unos recortes en la Federación Internacional de Motociclismo que, casualmente, afectaban únicamente a la categoría femenina.  

 

 

Mucho mejor al desnudo 

 

Según los últimos datos de la Unesco, sólo el seis por ciento de las noticias deportivas que se publican están relacionadas con el deporte femenino. Curiosamente, en los últimos Juegos Olímpicos, los de Río de Janeiro, las mujeres españolas ganaron más medallas que los hombres. Pero la invisibilidad es, por supuesto, para ellas. Y cuando salen, en muchos casos, no es precisamente por el rendimiento que han podido ofrecer en las últimas de las pruebas disputadas. Los titulares relacionados con la prensa deportiva se llenan de sexismo para valorar a las deportistas por su físico, por sus relaciones personales y por si muestran más o menos en alguna foto que han subido a redes sociales. Ahora lo que manda es hacer negocio de la cosificación de la mujer antes que la información. Los valores dan igual. El deporte femenino, si está desnudo, mucho mejor

 

“Estoy cansada del estereotipo de porque seas luchadora tienes que ser poco femenina o estar masculinizada. Yo soy mujer, me siento mujer, me gusta arreglarme y ser femenina”, afirma Yohanna Alonso (Gijón, 1983), doble campeona del mundo de muay thai y Guardia Civil especializada en violencia de género. La luchadora leonesa ha realizado algunas sesiones de modelaje, entre las que hay algún desnudo artístico, para calendarios y eventos solidarios. Por estas sesiones y por su actividad deportiva en un arte marcial considerado extremo ha recibido cantidad de comentarios machistas de algunos compañeros que han llegado a decirle que es “una vergüenza para la institución”.  

 

A situaciones machistas se ha tenido que enfrentar en cantidad de ocasiones Fátima Gálvez (Baena, 1987), número uno del tiro olímpico en España: “Durante muchos años no nos han dejado tirar los mismos platos que ellos para que no se viese la diferencia real entre hombres y mujeres. Se imponía una mentalidad machista para así no dejar en paños menores a los hombres en caso de que alguna mujer ganase en categoría absoluta. También he tenido que escuchar muchas veces eso de que las armas no son para las mujeres o que las mujeres a las que les gustan las armas son unas machorras y poco femeninas. Algunos han llegado a comentar que a las mujeres en el campo de tiro las quieren con mallas y ropa ceñida que marquen, para alegrarnos la vista”. 

 

 

Titulares retrógados y bikinis peligrosos 

 

El examen que tienen las mujeres deportistas es permanente. Siempre están miradas con lupa, aunque después casi nadie se acuerda de ellas. Y en demasiadas ocasiones se ven radiografiadas de arriba abajo por como van vestidas. Liliana Fernández (Benidorm, 1987) y Elsa Baquerizo (Madrid, 1987), la mejor pareja española de voley-playa de la historia, tienen que seguir aguantando a estas alturas del siglo XXI que mucha gente se fije más en sus cuerpos que en el juego y los resultados que consiguen. “La gente pasa el verano en la playa rodeada de bikinis y bañadores y luego resulta que se escandalizan por vernos competir en bikini. No es normal que algunas veces se usen fotos solo del culo para dar un resultado deportivo. A veces también nos encontramos con titulares retrógrados, de otra época y que solo reflejan la opinión de personas que valoran muy poco a las mujeres. Estos titulares hacen que nuestro trabajo y esfuerzo sea lo de menos. Solo buscan lectores”.  

 

Que a la mujer deportista se la juzgue de forma permanente por su condición y no por sus resultados es algo que indigna a Helia González (La Coruña, 1985), capitana de la selección española de voleibol: “Que tu imagen, tu físico, lo que lleves puesto sea la base de una noticia sobre un deportista o que se nombre a una mujer olímpica por sus atributos y no por su carrera deportiva me parece una auténtica falta de respeto. Me siento ofendida como mujer y deportista. Que nos presten atención por lo que tenemos y no por lo que somos da bastante pena”.  

 

La precariedad laboral en el deporte femenino asusta y a una gran parte de patrocinadores les tiembla el pulso cuando de invertir en mujeres se trata. Cada vez son más las deportistas españolas que se ven obligadas a emigrar fuera de España por la falta de recursos en un país que ni siquiera tiene reconocida a la mujer deportista en el derecho laboral. Pensar en la paridad de género actualmente es una utopía, por mucho que los Juegos de Tokio 2020 vayan a contar con quince pruebas nuevas para fomentar la igualdad de género.  

 

Deportistas de primer nivel tratadas como ciudadanas de segunda fila. No tienen los mismos derechos. Son invisibles y ninguneadas. No cuentan con espacios en los medios para que se conozcan sus logros. No siguen sus hazañas. Cuando ganan algo aparece la corriente oportunista. Flor de un día. Al segundo, ya nadie se acuerda de ellas. Sin luz y sin voz es muy difícil estar. Pero no se rinden. Tienen el deporte como filosofía de vida. Viven por y para crecer como personas desde la práctica deportiva.  

 

“El deporte femenino no es práctico; ni interesante; ni estético, además de incorrecto”. La frase la pronunció Pierre de Coubertin, el padre de los Juegos Olímpicos modernos, en 1896. Avergüenza comprobar que todo sigue prácticamente igual, que nada ha cambiado y que esa afirmación está en boca de muchos actualmente. Y lo peor ya no es pensarlo, sino que se lleve, como ocurre, a la práctica en un país que venera y rinde culto a sus futbolistas masculinos, pero al que le cuesta muchísimo idolatrar a las mujeres que triunfan en el deporte. “En España, el fútbol siempre ha sido el deporte rey y, mayoritariamente, de hombres. Ha sido un país machista durante muchos años, lo que ha generado que nosotras no tuviéramos hueco en ese mundo. Hasta hace nada la gente no sabía ni que existía el fútbol femenino”, destaca Natalia Pablos (Madrid, 1985), una de las futbolistas españolas más destacadas de la última década.  

 

En otros países es fácil encontrar iconos representativos del deporte femenino. En España preguntas por el nombre de cinco mujeres deportistas y la respuesta tarda bastante en llegar. No existe cultura del deporte, ni desde la base, ni en las universidades, ni en la sociedad. Solo hay que abrir cualquier periódico deportivo para comprobarlo. O ver cualquier espacio deportivo en televisión. Dicen que hablan de deportes cuando más del noventa por ciento del contenido es fútbol, masculino, por supuesto. Y de ese porcentaje, la mayor parte es para dedicarla al Real Madrid o al Barcelona. Que una atleta ha sido medalla de oro en un Europeo, bueno, siempre quedarán los últimos diez segundos para hacer la mención. La frase que pronunció en su día Mireia Belmonte sigue siendo lapidaria: “Interesa más el corte de pelo de Sergio Ramos que mi récord del mundo”. 

 

*Rubén Guerrero es periodista y escritor. Este artículo forma parte de una recopilación de textos que dan vida a Nosotras, libro por la igualdad y visibilidad del deporte femenino. 

Rubén Guerrero
PERIODISTA

 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN