—¿Cómo ha sido su trayectoria literaria hasta llegar a esta primera gran obra?
—En realidad, con anterioridad había publicado trabajos históricos y genealógicos en varias revistas especializadas. Sin embargo, ahora me apetecía salir de ese ámbito y emprender una novela. Una obra cuya única pretensión es entretener con un trasfondo histórico nuestro.
—¿Cuál es el hilo argumental de la novela?
—He intentado que todas las historias vayan enlazadas. Las cosas que se van contando no le sucedieron al protagonista, Juan de Carreño, pero sucedieron. He preferido elegir cosas que sí pasaron en realidad para darle mayor realismo a la obra. Así, el alcalde corrupto que vendió grano a los musulmanes y perdió la vida por ello; la historia de María Coronel o la del sacerdote que se enfrentó con el calafate, sí ocurrieron realmente en otros lugares en esa época. He preferido fabular poco.
—¿Por qué seleccionó este periodo y contexto histórico para ambientar la novela?
—Quería que el trasfondo fuera nuestro, con las distintas fronteras del siglo XIV. Así, se habla de Jerez, Arcos o Vejer, así como de Algeciras. En cuanto a la selección temporal, se debe a que éste es un momento histórico en el que Algeciras es rica para poder usarse. Soy algecireño y en esta época, finales del reinado de los benimeriníes, la ciudad tuvo gran importancia. Después de eso la ciudad se destruye. Por tanto, en este periodo, la ciudad jugó un papel muy importante. Además, es una etapa muy novelera ya que se producen hechos tales como la Guerra del Estrecho.
—En la novela se citan escenarios algecireños de la época como las ruinas meriníes o la mezquita Aljama.
—No se trata de abrumar con datos históricos, pero si era interesante recordar como la ciudad tuvo un obispo, llamado Don Sancho; que la capilla de San Isidro se llamaba de San Ildefonso, o que la mezquita principal se convertiría luego en la catedral de La Palma. En cuanto a Tarifa, se señala como las playa de Los Lances debe su nombre a que allí tuvo lugar la batalla de Salado, en donde las caballerías de ambos ejércitos se lancearon entre sí.
—¿Cómo de ardua ha sido la tarea de documentación?
—La verdad es que este asunto siempre me ha interesado, como aficionado a la historia de Andalucía y de Algeciras. Excepto el personaje principal, el resto son reales. Así, los Mendoza y Saavedra fueron alcaldes de la Sevilla de la época.
—En el asedio a la ciudad usted cuenta que se probó nuevo armamento como la catapulta trabuco.
—Algeciras contaba con unas murallas muy importantes, con foso, barbacana y torres de flanqueo cada 20 metros. Se daban todos los elementos defensivos. Por eso la toma de la ciudad se produjo tras veinte meses de asedio. Técnicamente, con los mecanismos de asedio de que se disponían en la época (torres de asalto, escalas o minas), la conquista era inviable. Por eso se conquistó mediante el hambre. En cuanto al trabuco, servía más que nada para desmoralizar al enemigo, ya que no eran operativos a la hora de conquistar un lugar con unas murallas de ese grosor.
—Comenta en la novela que en aquel entonces el puerto se encontraba en un valle en su actividad.
—En su momento fue muy importante, como por ejemplo para la Guerra del Estrecho. En esa época se registró un gran trasiego, sólo por el hecho de que desde aquí se distribuía el grano a otras ciudades o fortalezas meriníes. En época cristiana se constata la existencia de un consulado del mar aragonés en la ciudad. Tras la conquista de Algeciras por Alfonso XI hay un breve periodo de paz en el que se reanudó el comercio con Marruecos.
—La obra recoge una resolución dictada por Alfonso XI que otorga el derecho de asilo para ayudar a repoblar la ciudad.
—Lógicamente era incómodo para cualquiera venirse a una ciudad fronteriza, que podía sufrir asedios. No se podían tener campesinos o tierras porque en las guerras eran el primer objetivo del enemigo. Esto provoca un problema de abastecimiento, con unas comunicaciones peores incluso que las de ahora. Por ello, no sólo en Algeciras sino en Tarifa, existían derechos como el domiciano que permitía a cualquiera que hubiera hecho algo malo el que, tras residir por un periodo de un año o más, pudiera volver a su tierra. Con todo, esto se daba con determinadas condiciones que incluían, en ocasiones, el perdón de la familia.
—¿Siguen siendo los algecireños ‘hijos de la frontera’?
—Creo que sí, somos la frontera sur de Europa. Afortunadamente no es una frontera como se entendía en esa época, de resistencia frente a un enemigo ideológico o religioso. Algeciras es una ciudad de aluvión, donde mucha personas tienen raíces de fuera, con población flotante y gentes que vienen y van constantemente. El ser frontera le proporciona una gran riqueza y viveza.
—¿De donde se saca el tiempo para compatibilizar escritura con abogacía y política?
—Cada uno tiene sus aficiones, las mías son la historia y el fútbol. Al final, a todo el que le apasiona la historia le gusta escribir. Queriendo se saca tiempo para todo. Además, me apetecía que la gente fuera consciente de donde venimos y cuáles son nuestras verdaderas raíces.El abogado y político Luis Ángel Fernández presentará esta tarde en Sevilla su primera incursión en la literatura con la obra Hijos de la Frontera. Una novela situada en la Andalucía medieval y que transcurre en buena parte en la ciudad de Algeciras.
—¿Cómo ha sido su trayectoria literaria hasta llegar a esta primera gran obra?
—En realidad, con anterioridad había publicado trabajos históricos y genealógicos en varias revistas especializadas. Sin embargo, ahora me apetecía salir de ese ámbito y emprender una novela. Una obra cuya única pretensión es entretener con un trasfondo histórico nuestro.
—¿Cuál es el hilo argumental de la novela?
—He intentado que todas las historias vayan enlazadas. Las cosas que se van contando no le sucedieron al protagonista, Juan de Carreño, pero sucedieron. He preferido elegir cosas que sí pasaron en realidad para darle mayor realismo a la obra. Así, el alcalde corrupto que vendió grano a los musulmanes y perdió la vida por ello; la historia de María Coronel o la del sacerdote que se enfrentó con el calafate, sí ocurrieron realmente en otros lugares en esa época. He preferido fabular poco.
—¿Por qué seleccionó este periodo y contexto histórico para ambientar la novela?
—Quería que el trasfondo fuera nuestro, con las distintas fronteras del siglo XIV. Así, se habla de Jerez, Arcos o Vejer, así como de Algeciras. En cuanto a la selección temporal, se debe a que éste es un momento histórico en el que Algeciras es rica para poder usarse. Soy algecireño y en esta época, finales del reinado de los benimeriníes, la ciudad tuvo gran importancia. Después de eso la ciudad se destruye. Por tanto, en este periodo, la ciudad jugó un papel muy importante. Además, es una etapa muy novelera ya que se producen hechos tales como la Guerra del Estrecho.
—En la novela se citan escenarios algecireños de la época como las ruinas meriníes o la mezquita Aljama.
—No se trata de abrumar con datos históricos, pero si era interesante recordar como la ciudad tuvo un obispo, llamado Don Sancho; que la capilla de San Isidro se llamaba de San Ildefonso, o que la mezquita principal se convertiría luego en la catedral de La Palma. En cuanto a Tarifa, se señala como las playa de Los Lances debe su nombre a que allí tuvo lugar la batalla de Salado, en donde las caballerías de ambos ejércitos se lancearon entre sí.
—¿Cómo de ardua ha sido la tarea de documentación?
—La verdad es que este asunto siempre me ha interesado, como aficionado a la historia de Andalucía y de Algeciras. Excepto el personaje principal, el resto son reales. Así, los Mendoza y Saavedra fueron alcaldes de la Sevilla de la época.
—En el asedio a la ciudad usted cuenta que se probó nuevo armamento como la catapulta trabuco.
—Algeciras contaba con unas murallas muy importantes, con foso, barbacana y torres de flanqueo cada 20 metros. Se daban todos los elementos defensivos. Por eso la toma de la ciudad se produjo tras veinte meses de asedio. Técnicamente, con los mecanismos de asedio de que se disponían en la época (torres de asalto, escalas o minas), la conquista era inviable. Por eso se conquistó mediante el hambre. En cuanto al trabuco, servía más que nada para desmoralizar al enemigo, ya que no eran operativos a la hora de conquistar un lugar con unas murallas de ese grosor.
—Comenta en la novela que en aquel entonces el puerto se encontraba en un valle en su actividad.
—En su momento fue muy importante, como por ejemplo para la Guerra del Estrecho. En esa época se registró un gran trasiego, sólo por el hecho de que desde aquí se distribuía el grano a otras ciudades o fortalezas meriníes. En época cristiana se constata la existencia de un consulado del mar aragonés en la ciudad. Tras la conquista de Algeciras por Alfonso XI hay un breve periodo de paz en el que se reanudó el comercio con Marruecos.
—La obra recoge una resolución dictada por Alfonso XI que otorga el derecho de asilo para ayudar a repoblar la ciudad.
—Lógicamente era incómodo para cualquiera venirse a una ciudad fronteriza, que podía sufrir asedios. No se podían tener campesinos o tierras porque en las guerras eran el primer objetivo del enemigo. Esto provoca un problema de abastecimiento, con unas comunicaciones peores incluso que las de ahora. Por ello, no sólo en Algeciras sino en Tarifa, existían derechos como el domiciano que permitía a cualquiera que hubiera hecho algo malo el que, tras residir por un periodo de un año o más, pudiera volver a su tierra. Con todo, esto se daba con determinadas condiciones que incluían, en ocasiones, el perdón de la familia.
—¿Siguen siendo los algecireños ‘hijos de la frontera’?
—Creo que sí, somos la frontera sur de Europa. Afortunadamente no es una frontera como se entendía en esa época, de resistencia frente a un enemigo ideológico o religioso. Algeciras es una ciudad de aluvión, donde mucha personas tienen raíces de fuera, con población flotante y gentes que vienen y van constantemente. El ser frontera le proporciona una gran riqueza y viveza.
—¿De donde se saca el tiempo para compatibilizar escritura con abogacía y política?
—Cada uno tiene sus aficiones, las mías son la historia y el fútbol. Al final, a todo el que le apasiona la historia le gusta escribir. Queriendo se saca tiempo para todo. Además, me apetecía que la gente fuera consciente de donde venimos y cuáles son nuestras verdaderas raíces.