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Código 40: Roberto Ruiz, España

Roberto es del País Vasco, pero hace tres años llegó a Jerez, donde le concedieron el código 40: Persona en riesgo de exclusión social. Y dio un giro a su vida

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Roberto, protagonista de esta historia "irrepetible"

Cuando hablamos de nuestra identidad irrepetible como seres humanos, ¿cuáles son los aspectos que podríamos acordar que objetivamente nos definen? Cuando nace un bebé, lo primero que hacemos es anunciar orgullosos a familiares y amigos cuánto ha pesado y cuánto ha medido. Inmediatamente, registramos en qué día nació y a qué hora nació. Según la ONU, aproximadamente cinco bebés nacen cada segundo en el planeta. Apenas llevamos unas horas en él y ya se nos van asignando números que nos identifican y nos ordenan: un registro de nacimiento, un libro de familia, un DNI, un pasaporte... ¿Son éstos los códigos numéricos que nos identifican como personas? ¿Y si no los tenemos? ¿Dejamos de ser quiénes somos? Deben ser entonces otras las claves a la hora de enunciar objetivamente quiénes somos, pero, ¿cuáles? ¿Nos define nuestra edad? ¿El número del saldo disponible en nuestra cuenta bancaria? ¿Las coordinadas de latitud y longitud del lugar del mapa en el que nacimos? Y si finalmente pudiéramos afirmar quiénes somos, ¿sería ésta una definición estática? ¿Somos las mismas personas en todos los momentos de nuestra vida? ¿Será que nuestra naturaleza tiene sentido solamente ligada al movimiento y al cambio?

Pasados los cuarenta años, Roberto sintió que su vida había llegado abruptamente a un final. No tenía trabajo, no tenía medios para vivir y no encontraba ninguna motivación que le sirviera de motor de arranque. Se encontraba perdido en un punto sin dirección en su mapa vital, un bloqueo a partir del cual, la única opción posible era empezar a caminar de nuevo. ¿Pero cómo? Roberto es del País Vasco, pero hace tres años decidió venir a Jerez, donde viven sus padres desde que se jubilaron, ya que la madre de Roberto es jerezana. «Estaba en el momento personal más complicado de mi vida y necesitaba estar cerca de mis padres».

Una vez aquí, Roberto da el paso de acudir a los servicios sociales para explicar su situación. Ese día le conceden el código 40: Persona en riesgo de exclusión social. «La situación de no tener medios para vivir es muy dura, pero para mí, más dura quizás era la sensación de culpa, porque sentía que podía haber hecho las cosas de otra manera. De joven tenía muchos pajaritos en la cabeza y nunca quise estudiar, lo único que quería era trabajar y ganar dinero para mis cosas. Trabajaba en la industria, en fundiciones, en almacenes… puestos muy mal pagados, sin cualificación y sin pensar nunca en mi futuro. Tomé muy malas decisiones personales que me llevaron a un lugar que no le deseo a nadie. De pronto me vi con cuarenta y pocos años sin nada, sin ningún título, sin la ESO, sin graduado escolar. Y lo peor de todo: sin ningún tipo de aspiración».

Pero Roberto ya había dado el primer paso, había dejado el lugar donde siempre había vivido, había pedido ayuda y estaba decidido a dar un giro a su vida, volver a sentirse feliz. «Mi motivación principal era ordenar mi vida, necesitaba salir de la situación tan precaria en la que estaba. Me sentía perdido, lo dejaba todo a medias, no me interesaba nada. Necesitaba ocupar mi tiempo en algo productivo para no perderme en ese caos, salir de ese bloqueo y proponerme un rumbo, una meta por primera vez».

Es la misma trabajadora sociolaboral la que aconseja a Roberto acudir al área de formación y empleo de CEAin: «El primer curso que hago en mi vida es con CEAin: un curso de nivel avanzado de picking y gestión de pedidos en almacén. Pude acceder a él por tener reconocida la condición de persona en riesgo de exclusión. Para mí el apoyo de CEAin fue fundamental, fue el primer título que obtuve en mi vida». Roberto asegura que las claves principales para él fueron el acompañamiento y la motivación: «Yo necesitaba con urgencia empezar a trabajar, ganar dinero para subsistir. Había tocado fondo y tenía que levantar mi vida entera, volver a construirla. La positividad de Maika de CEAin y las demás compañeras, fue algo muy grande para mí. Estaban siempre pendientes de buscar ofertas, echar currículums, conseguirme una entrevista, y otra, y otra... Eso me hacía pensar “joder, algo va a salir, seguro”. En mi horizonte siempre estaba esa búsqueda de empleo. Las prácticas en un supermercado fueron mi gran oportunidad, demostré que yo estaba dispuesto a trabajar y ocho días antes de terminarlas ya estaba contratado. Para mí aquello supuso un logro muy grande».

A partir de ese momento, Roberto compaginó el trabajo en el supermercado con los estudios y logró sacarse la ESPA (Educación Secundaria para Adultos): «En el centro educativo me dieron la oportunidad de asistir de mañana o de tarde, dependiendo de mis horarios de trabajo, algo importante y que agradecí mucho porque yo nunca había estudiado antes y necesitaba ir a las clases, tener ese apoyo de los profesores».

Poco a poco, Roberto fue sintiéndose mejor y con más fuerza para salir adelante: «Para mi salud mental fue fundamental ocupar mi tiempo no sólo estudiando. Empecé a hacer deporte, aprendí yoga, un poco de surf… Eran momentos en los que reconectaba con mi felicidad. Una de las cosas más reconfortantes que he hecho sin duda ha sido hacer voluntariado, echar una mano a quien lo pueda necesitar. Yo siempre he sido un poco reservado, pero es bueno rodearte de gente que te aporta. La relación con los demás alumnos del curso de CEAin fue muy buena, tuve compañeros y compañeras de Portugal, Colombia, Bolivia, Europa del Este y otros españoles como yo. Era un ambiente muy bueno, perseguíamos el mismo objetivo de mejorar nuestras vidas y me hicieron sentir a gusto y acompañado».

Junto a estos compañeros y las técnicas de empleo de CEAin, mantuvieron un grupo en el que compartían ofertas de trabajo y otras informaciones interesantes, lo que ayudó a Roberto a comenzar otro curso en Gaboral, enfocado al trabajo en almacenes, algo de lo que él ya tenía experiencia en el País Vasco. A raíz de esto, consiguió ser contratado en una importante empresa de mensajería y, después de diez meses, le han hecho indefinido.

Actualmente Roberto vive con sus padres, pero ahora que su situación laboral es estable puede plantearse independizarse, aunque deja claro que la convivencia con ellos es muy buena y se siente muy querido: «El apoyo de mis padres ha sido fundamental para mí. Ellos ya son algo mayores y aunque se valen bien por sí mismos, nos complementamos, nos echamos una mano entre todos».

A sus cuarenta y seis años, Roberto siente que empieza de nuevo, que ha salido del caos y se ha encontrado consigo mismo, con la fuerza que le mueve a seguir hacia delante, encontrando, paso a paso, su propio rumbo: «Han sido tres años muy duros, pero muy productivos. Ahora, me gustaría seguir formándome para poder aspirar a mejorar mi situación profesional cada vez más. Yo toqué fondo y empecé de cero totalmente, pero ahora puedo decir que nunca es tarde. A cualquier persona que lea esto y se encuentre en una situación de bloqueo o sienta que no hay salida, le aconsejo que siga adelante, que pida ayuda, que no se rinda. Se necesita mucho esfuerzo, pero sobre todo constancia. Desde aquí le mando todo mi ánimo».

 

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