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San Francisco de Sales y el día de los periodistas

Estamos ante otro periodismo distinto al que abracé a comienzos de los años setenta del pasado siglo

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El que fuese nombrado Obispo de Ginebra, aunque nunca ejerció como tal por el auge del calvinismo en aquellas épocas, observará desde su palco de honor allá en las alturas que su amabilidad se ha tornado en crudeza a la hora de informar, y pocas veces formar, y cómo esos pasquines que él repartía puerta a puerta para hacer llegar su opinión y su formación, ya que las buenas y bien ordenadas palabras que pronunciaba desde el púlpito no tenían el alcance deseado, se han cambiado por la lectura en un ordenador, una app o simplemente en un móvil y como los protagonistas, es decir los periodistas, fijan la vista, minuto a minuto,  en el número de "me gusta" que tiene cada noticia con cobertura en los medios digitales, amén de leer con minuciosidad los comentarios que ha originado o las veces que se ha compartido o el impacto que ha tenido la publicidad insertada. En definitva se habrá dado cuenta que el mundo de los contadores de cosas, del  fue nombrado Patrón y ayer celebrábamos su festividad los periodistas católicos, ha dado un giro tan radical  que hasta aquellos fastos religiosos y sociales que vivíamos años ha ya no son tales y que el 24 de enero pasa como un día cualquiera, buscando la noticia, el reportaje, intentando adelantarte para salir victorioso al que ya a veces no es tu compañero sino tu rival, porque te hace la competencia y te quita clientes, e incluso procurando que la verdad no estropee un buen reportaje, por aquello de las interacciones, frase que se atribuye erróneamente a la película Primera Plana cuando corresponde a La Pícara Solterona donde Tony Curtis interpreta  "al más rastrero informador de la más rastrera y traidora de las revistas sensacionalistas".

El Día de los Periodistas llegó ayer en momentos en que los editores buscan fórmulas para mantener el papel pero sabiendo que el dinero hay que buscarlo en internet, en los que la radio ha pasado de ser diversión a convertirse fundamentalmente en informativa, en los que cierta televisión, a nivel nacional, más que formar deforma con programas basuras que tienen, sin embargo, récords de audiencia y en los que la prensa local ya no es el cuarto poder que articulaba la propia vida de la ciudad sino que trata únicamente de informar y a ser posible antes que el vecino, aprovechando las opciones de las múltiples redes sociales por las que navegamos. Otro periodismo distinto al que abracé a comienzos de los años 70 del pasado siglo.

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