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Un español huido de la guerra en Siria pide ayuda al Gobierno para sacar a sus hijas "de la miseria"

Narra las "atrocidades" de las que fue testigo y que él mismo padeció en el país al que su madre emigró y donde él se casó y tuvo dos hijas mientras avanzaba la guerra

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El ciudadano español Yusef Alhalabi Alonso tiene 33 años, una madre vallisoletana y dos hijas de uno y tres años de edad a su cargo. Llegó a España hace poco más de un año con estos y otros 15 miembros de su familia huyendo de la guerra en Siria, el país donde vivían, pero las administraciones le "dieron la espalda": denuncia que ha tenido que ocupar una vivienda vacía para procurarse un techo y reclama ayuda para "sacar a las niñas de la miseria".

   En declaraciones a Europa Press, este español carpintero de profesión y que tenía una situación desahogada en Siria --hijo de médico, responsable en una constructora y con tres viviendas a su nombre--, trabajó durante siete años en Tenerife, pero al volver de vacaciones la guerra había estallado y se quedó junto a su familia.

   Narra las "atrocidades" de las que fue testigo y que él mismo padeció  en el país al que su madre emigró y donde él se casó y tuvo dos hijas mientras avanzaba la guerra. La última nació en un parto casero, explica, "mientras afuera caían las bombas".

   "Las fuerzas del Gobierno me detuvieron ocho veces. Me han torturado, me han arrancado las uñas de los pies. Me han partido las piernas, me han roto la mandíbula. Han amenazado con matar a mi familia, mataron a mi tío. De la familia de mi madre, mataron a 15 personas. Y ya no pude más. La embajada de España en Siria estaba cerrada y fui a la de Beirut para pedir que nos repatriaran. Tuve que apartar cadáveres para llegar hasta allí. Tardé dos días en un viaje que se hacía en dos horas. Me lo denegaron", afirma.

   Sin ayuda oficial, dice que se buscó la vida para conseguir llegar a suelo español y en concreto, a Tenerife, el lugar que más conocía. Se trajo primero a su mujer y a sus hijas, después a su madre, sexagenaria, y más tarde a sus hermanas --una de ellas con seis niños pequeños--. A su hermano, de 19 años, tuvo que recogerle en Líbano después de pagar para que a hurtadillas le sacaran de Siria eludiendo el servicio militar obligatorio. Gastó lo que tenía en que pudieran abandonar todos el país.

   Cuenta que lo hizo porque parecía que merecería la pena. En la embajada, donde dice que le trataron "como a un ser humano", le habían hablado de programas de empleo y ayudas para familias como la suya, españoles retornados por circunstancias sobrevenidas que caen en una situación de vulnerabilidad. Sin embargo, ahora mira atrás y opina que si llega a saber lo que le esperaba se habría quedado en Siria "porque allí se muere de hambre igual".

   Durmió en la calle con las niñas hasta que las autoridades policiales le llamaron la atención. Ocupó una vivienda vacía "por la fuerza" y allí sigue a día de hoy con su mujer y las dos pequeñas. Percibe una ayuda para españoles retornados de 426 euros al mes y vales de comida del ayuntamiento de Arona, al sur de la isla, donde se está instalado. En cuatro meses, se le termina.

   De momento, trata con ese ingreso de ayudar a mantener a los 17 familiares que junto a él, se han trasladado a España. "No nos da para nada", lamenta. Ni siquiera ha conseguido el permiso de residencia para su mujer, aunque es madre y esposa de españoles, "por no cumplir los requisito". Sus hermanas tampoco consiguen que sus maridos, sirios, obtengan permiso para trabajar legalmente en España.

   "No tenemos luz, no tenemos agua, los muebles que hay los he recogido de la basura, los he arreglado y limpiado yo. Estamos en una situación muy mala y toco puertas y más puertas pero nadie me da trabajo. En el Gobierno de Canarias me han tratado como si fuera basura. En el Ayuntamiento me dijeron que no podían ayudarme. Me reuní con una concejala y me dijo que saldrían contratas de trabajo por seis meses, pero nunca llegó. Yo no quiero que me mantenga nadie, soy un trabajador de toda la vida, sólo necesito un empujón", denuncia.

   Alhalabi Alonso añade otra variable: "muchos piensan que soy terrorista por mi aspecto". Este musulmán practicante se refiere a la característica barba que luce, una fachada que, afirma, le genera la desconfianza de los demás. "Qué futuro le voy a dar a mis hijas, si aquí no conozco a nadie, la gente no confía en mi porque no me conoce. Llevo un año ya buscándome la vida, necesito que alguien escuche mi voz, que alguien me ayude", señala.

   Mientras, subsisten con la solidaridad de la gente, pero pasando "mucha necesidad": "mi madre a sus sesenta y tantos años se ve robando la luz y el agua, nosotros vamos pagando a los vecinos lo que podemos cada mes". Comenta las diferencias que hay entre su situación y la de otros occidentales afectados por las guerras o el terrorismo internacional. "Mi hija no conocía a nadie en Siria porque estuvo dos años, desde que nació, metida dentro de casa por las bombas, y aquí no tiene ni un psicólogo ni nada", lamenta.

   Incluso tuvo problemas al principio para que recibiese atención primaria aún siendo una menor de edad, aunque aquello acabó por fin solucionándolo. "Yo lo único que quiero es buscarme la vida, que ya bastante he vivido allí y bastante hemos pasado. Ahora estamos aquí todos en Tenerife gracias a la gente que me va ayudando. ¿No puede el Gobierno echar una mano a una familia española que viene de la guerra? Sólo pido un poco de humanidad, soy un musulmán español, soy un ser humano", reclama.

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