El torero jerezano sale a hombros del coso oliventino tras ser paseado en el ruedo entre docenas de fotógrafos y arropado por el público
Juan José Padilla, que reaparecía tras su grave cogida hace cinco meses en Zaragoza con su ojo izquierdo cubierto por un parche, originó una tremenda expectación tanto en el coso como en sus aledaños, donde desde hace varios días lucía el cartel de “no hay billetes”.
El torero jerezano fue recibido con una estruendosa ovación que compartió con sus compañeros de terna tras verse rodeado por numerosísimos periodistas procedentes de distintos puntos del mundo y bajo un férreo control de la Guardia Civil, que, no obstante, no pudo evitar que el paseíllo se demorara por la aglomeración de fotógrafos.
Padilla lanceó con soltura el primer toro de la tarde sin que acusara la discapacidad visual. Prendió tres pares de banderillas rozando la perfección tras otra intensa ovación. Tanteó a este primer toro, insistiendo para sacar muletazos de buen ver, arriesgándose en demasía y metiéndose entre los pitones.
Mató bien y se le premió con la primera oreja de la tarde tras brindar la muerte del astado al doctor Val-carreres, cirujano jefe de Plaza de Zaragoza y que fue el primero que lo atendió tras la cornada, y al cirujano maxilofacial del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla Alberto García, que le trató las secuelas en la cara.
A su segundo, Padilla lo recibió con dos espeluznantes cambiadas rodilla en tierra para seguir por chicuelinas ante el clamor de un público entregado. Ofreció las banderillas a sus compañeros de terna, compartiendo la suerte con ellos con un rotundo éxito. Tras aplaudir Padilla a sus dos compañeros, culminó la suerte con un par que levantó al respetable de sus asientos. Brindó a su padre la faena y cuajó una de sus mejores y más emotiva tarde de toros enmarcado por un fandango del premio Lámpara Minera Miguel de Tena.
La corrida
Se lidiaron seis toros de Joaquín Núñez del Cuvillo de aceptable presentación e irregular juego. El tercero fue devuelto a los corrales por cojo y sustituido por otro del mismo hierro.
La plaza, cuyo aforo es de 5.500 personas, registró un lleno de no hay billetes, con cientos de personas a la entrada para aplaudir la llegada de Padilla.
Juan José Padilla, una oreja y una oreja.
Morante de la Puebla, una oreja y pitos.
José María Manzanares, una oreja y una oreja.
El resto de la terna
José Antonio Morante de la Puebla nada especial hizo con el capote al primero de su lote, cuya muerte brindó a Padilla. Ofreció algunas pinceladas de su arte con toro cuya cara consiguió meter en la muleta en la dirección de su prodigiosa mano izquierda.
Con el quinto de la tarde Morante no se confió y optó por quitárselo de en medio ante el descontento del público.
A José María Manzanares le fue devuelto el tercer toro de la tarde al mostrar una lesión en una pata. Al sobrero, del mismo hierro y que también brindó a Padilla, lo dominó tanto molesto por su calamocheo de cabeza, que deslució en parte el quehacer del diestro.
Con el que ha cerrado plaza, un tanto acosón y molesto, Manzanares lo templó, sobado y metido en la muleta con torería, teniendo como fondo otro fandango que brotó del tendido y poniendo fin a esta Feria oliventina.