A su llegada a Downing Street, residencia oficial de los primeros ministros británicos, Cameron señaló los graves “desafíos” que afronta el país e indicó que hay “restablecer la confianza en nuestro sistema político”.
Para lograrlo, él y el líder liberal demócrata, Nick Clegg, están dispuestos a superar sus diferencias para garantizar un gobierno estable. Cameron se convirtió en nuevo primer ministro del Reino Unido después de que la reina Isabel II le encargara la formación de un nuevo gabinete.
El nombramiento de Cameron, ganador sin mayoría absoluta de las elecciones generales del 6 de mayo, se produce después de que el hasta ahora jefe del Ejecutivo, el laborista Gordon Brown, presentara su dimisión del cargo.
Con 43 años, Cameron, que acudió a la audiencia acompañado de su esposa Samantha, será el primer ministro más joven que ha tenido Gran Bretaña desde el siglo XIX.
Después de su reunión con la soberana, el líder tory se trasladó al número 10 de Downing Street, donde en los últimos tres años ha residido Brown, tras suceder a su correligionario Tony Blair en el 2007. Al llegar a su nuevo hogar, Cameron rindió tributo a su predecesor por su “historia de servicio público”.
Al no obtener la mayoría absoluta en las elecciones del 6 de mayo, donde los tories ganaron 306 escaños de los 326 necesarios, el Partido Conservador se vio obligado a negociar con los liberales de Clegg.
FIN A TRECE AÑOS LABORISTAS
El anuncio de un gobierno de coalición entre dos partidos ideológicamente distantes, el conservador de David Cameron y el liberaldemócrata de Nick Clegg, pone fin a 13 años de poder laborista.
Gordon Brown, sucesor en 2007 de Tony Blair, que se presentaba el pasado jueves por primera vez a unas elecciones como líder del partido, no logró el sueño de una cuarta victoria para el laborismo.
La erosión natural de tantos años de poder, la irritación de muchos votantes con un partido que sentían que los había defraudado y la profunda crisis económica, todo ello contribuyó, junto a otros factores, a una derrota que podría haber sido incluso mucho más contundente.
Los tories no lograron en efecto tampoco el triunfo electoral que anhelaban y, al no alcanzar la mayoría absoluta, no han tenido más remedio que buscar una alianza que muchos consideran contra natura para instalar finalmente a su líder, Cameron, en el número 10 de Downing Street.
Las esperanzas inicialmente despertadas en algunos sectores del país de que la sucesión de Blair por Brown pudiera significa un nuevo comienzo tras el fuerte descontento popular con la guerra de Irak y el compadreo de Tony Blair con el presidente de EEUU, George Bush, se vieron pronto defraudadas.
En su desesperación por la caída continua en los sondeos, Brown no tuvo más remedio incluso que recurrir a un ex ministro de Tony Blair con cierta fama de maquiavélico y con el que había estado enfrentado como Peter Mandelson, a quien convirtió prácticamente en su segundo.
Al final Brown defraudó a unos y otros: al ala sindical y al sector izquierdista del partido y eso ha supuesto su caída.