De guante blanco. No es que sean alarmantes las noticias que publican cada cierto tiempo el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación en un grupo internacional de medios de comunicación, es que son de una absoluta desfachatez. En ocasiones se critica a cierto periodismo de investigación -no es el caso de este magnífico consorcio internacional- sino que se hace referencia a los que publican simples filtraciones de grupos de presión interesados para desprestigiar a los adversarios económicos o políticos. Eso es otra cosa, no investigación.
La corrupción es bien sabido que tiene muchas caras. La más visible, la cotidiana, es la de los pequeños corrompidos y corruptores. Suelen ocupar los titulares y siempre incidiendo más en los primeros que en los segundos. Los corruptores tienen bula. Debe ser porque encarnan a la perfección la figura de la picaresca patria, la del español que lo intenta “por si acaso sale el pelotazo”. Se trata de las componendas urbanísticas, las comisiones por adjudicaciones y contratos de servicios y obras, la colocación a trabajadores en los programas de empleo (que han costado inhabilitaciones a numerosos alcaldes) y otros temas de similar naturaleza no éticas, como tantas triquiñuelas conocidas de los partidos, los sindicatos, las organizaciones sociales y empresariales pero que son nimias -aunque claramente rechazables y perseguirles penalmente- en comparación con las lindezas y enjuagues que han descubierto los periodistas de los papeles de Panamá, antes, o los actuales de Pandora.
No es un asunto de moralina, es de justicia social. Si las grandes fortunas, si los grandes patrimonios escapan del control de la hacienda pública significa que se pierden enormes cantidades de ingresos fiscales. “Una de cada tres multinacionales españolas tributa menos del 10%” titulaba ayer a cuatro columnas un periódico nacional, al tiempo que desfilan por las pantallas los rostros de todos los grandes y famosos de la tierra que ocultan -sin tributación- el baile de los millones propios mientras que derraman lágrimas por la democracia, por los desfavorecidos y por sus patrias tan lejanas de sus fondos ocultos. De Guardiola a Vargas Llosa, de Bosé a Julio Iglesias, de Corinna a varios presidentes latinoamericanos, del rey de Jordania al primer ministro de Chequia. Así hasta 600 españoles y 35 mandatarios internacionales. Son los que habitualmente piden sacrificios a la clase media y trabajadora. ¿Son ladrones? ¿Qué son si no?