Lo que está sucediendo en el PP es de bol extra de palomitas y de no dar crédito porque es difícil recordar un
harakiri público de semejante envergadura. Que un partido acuse a otro de corrupción entra dentro de ese debate político habitual al que todos estamos acostumbrados y al que no debemos hacer demasiado caso porque forma parte del espectáculo, pero que un mismo partido se acuse, en su cúpula nada menos, de corrupción cuando los hechos no parecen ni probados es nuevo y desmiente la idea de que en política estaba todo visto. Y no tiene marcha atrás. Si en las próximas horas no sucede algo que recomponga este desastre el PP se encamina directo a un precipicio al borde del cual les esperan dos individuos divertidos: por un lado, Santiago Abascal en la captura de votos provocados por la descomposición
popular y de fugas personales y, por otro, Pedro Sánchez, que conociéndole tentado estará de armar un argumento para adelantar las generales a la semana que viene -que Sánchez tiene flor es un hecho que, a estas alturas, nadie se atreve a discutir-.
El PP se ha abierto en canal como si la atracción al abismo fuese incontrolable
y la cuestión está en cuál de los dos, Casado o Ayuso, gana una guerra que viene de largo, que la provocan entre otras cuestiones los celos de Casado por la popularidad de Ayuso y que no tiene arreglo posible que no sea la salida de uno de los dos, que obliga al partido a tomar una decisión entre ambos y les rompe en dos bandos cuando los ciclos electorales están a punto de comenzar. Una locura con consecuencias a día de hoy imprevisibles porque o apartan a Ayuso por corrupción mediante expediente disciplinario y asumen el desgaste o el partido se entrega a Ayuso y a la sombra de su posible corrupción y a un futuro de acuerdos con Vox; todo una secuencia más de cómo funciona el PP cuando una mujer despunta para líder y, si no, que le pregunten a Cristina Cifuentes o Sáenz de Santamaría.
Andalucía. A la crisis de Casado y Ayuso le precedió otra de menor calado pero de importantes consecuencias como fue la equivocación extrema de adelantar elecciones en Castilla y León por la presión que para ello se provocó desde Génova a través de un Teodoro García Egea al que más de medio partido señala como máximo responsable de todos los males, entre otras razones porque cuando tomas una decisión así debe ser porque tienes datos exactos, fiables, concretos de que ganas con suficiencia para gobernar en mejores condiciones de las que sueltas. Lo contrario es estúpido. Y lo contrario ha pasado. Y lo contrario es o que provocas una repetición de elecciones y, claro está, lo explicas, sufres el desgaste y mucho más ahora en medio del caos, o te echas a los brazos de Abascal que cual oso pardo hambriento aguarda para recibirte con sus zarpas abiertas y el libido brioso en la mirada. Y eso es lo que no quiere Moreno Bonilla para una Andalucía suya que hasta hace pocos días navegaba calmada, en positivo, y que ahora barrunta jaleo y él, que tampoco se distingue por su espíritu aventurero, ha dado no uno, ni dos, ni tres, catorce pasos atrás y la idea de convocar para antes de verano provoca una muesca de rotundo desagrado. Vamos, que no y, raudos, han rescatado el discurso de agotar la legislatura, de que no hay razones para adelantar y de que Andalucía nada tiene que ver con todo lo que sucede de Despeñaperros hacia arriba.
Según para quien, convocar para finales de año produce diferentes reacciones;
alivio en Ciudadanos, que gana tiempo y meses de gobierno en su búsqueda por recuperar algo de todo lo que se ha dejado por el camino,
también en el PSOE, que necesita de lo mismo para elevar los niveles de conocimiento de un Juan Espadas que estos días anda en la propagación de conocimiento de su rostro y que sabe que sus expectativas electorales de hoy están lejos de sumar con nadie.
Malestar profundo en Vox, que se sabe en crecida y que quería elecciones ya para, con su candidata Olona, meterse en el gobierno de Andalucía como prevé hará en Castilla y León y, por añadidura,
desconcierto en el PP, que andaba jugando con la fecha electoral para desfondar a un oponente que cuando no tiene claro para cuándo urnas suele gastar balas antes de tiempo como de hecho hace ahora con sanidad; ahora el PP-A no podrá seguir tocando el acordeón de la cita electoral porque, como otros, necesita tiempo para que las aguas retornen a su cauce y que la crisis de su partido nacional no le afecte más allá de lo justo. Todo con el 28F a la vuelta de la esquina, con presumibles encuestas que saldrán a la luz y que reflejarán hasta qué punto ha afectado en Andalucía tanto lo sucedido en Castilla como el desaguisado entre Casado, Ayuso y un Egea que parece, pase lo que pase, tiene las horas contadas al frente de la organización del partido. Quizás no ahora, pero pronto.
El retraso a finales de año tendrá, además, otras consecuencias porque muchos andaban ya poniendo y quitando nombres en las listas al parlamento y esto significa que habrá que esperar y que durante unos meses al menos nada se moverá, para goce de algunos y desesperación de otros.
Pero, con todo, que nadie se engañe. El hecho de que el hermano de Ayuso cobrase, pese a que el pago estuviese regularizado posteriormente vía hacienda, una comisión en plena pandemia de casi trescientos mil euros por la venta de mascarillas puede ser que sea legal pero indudablemente es muy feo, tanto como que el PP tuviese la intención inicial de gestionarlo de manera interna cuando lo primero que debió hacer es denunciarlo públicamente siguiendo ese código ético renovado del que presume y solo lo ha elevado a la opinión pública cuando el asunto ha saltado por los aires y lo ha hecho porque el asesor de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, la lanzó al ruedo público al sentirla amenazada. Lo que es más grave es que esto, al final, afecta al sistema entero porque profundiza en el descrédito hace una clase política que no sale de lo mismo, intereses personales y corruptelas.
El gran beneficiado es, sin duda, Vox, que sin manchas porque no gobierna y abrazado al populismo y a un discurso sin fisuras se propone hoy como el partido con más posibilidades de crecimiento de todo el espectro político nacional y no solo a cuenta de lo que coge del PP porque lo hace de todos sitios, bien es cierto que con diferente intensidad. Y contra más hablen mal de Vox los demás, más gente les votará. Por lo dicho.