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Martes 16/04/2024  

El cementerio de los ingleses

Cultura de la violación

Sí, «el violador también eres tú». Porque campañas como esta, como dice la propia campaña, no deberían pasar. Pero pasan

Publicado: 01/12/2022 ·
14:06
· Actualizado: 01/12/2022 · 14:06
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Si recuerdan la primera columna que publiqué en este medio, solía quejarme de la acritud que se veía en cualquier debate. Moderadores superados (caso de Iñaki López o José Yélamo en La Sexta Noche), cuando no interviniendo y opinando (Ana Terradillos o Joaquín Prat en Cuatro al Día). Hasta programas nacidos para desmontar bulos propagando bulos (Todo es Mentira, de Risto Mejide). La bronca pasa de los platós a la calle, la opinión pública se contamina y la crispación cruza las puertas que dan a la sede de la soberanía nacional: el Parlamento. El nivel de nuestros políticos no difiere en exceso de las de cualquier taberna del siglo XVII, donde cualquier diferencia se zanjaba con una dosis de acero toledano. Ahora, espadas aparte, los insultos y vulgaridades eclipsan las mociones debatidas en el Congreso de los Diputados.

Tuvo que sonrojarnos la zafiedad machista de Carla Toscano (VOX) refiriéndose a Irene Montero hace una semana para que la Presidenta del Congreso pusiera pies en pared y se mostrara más estricta con los reglamentos de la Cámara. Hoy, se ha retirado la palabra a otra diputada de la ultraderecha que ha repartido «filoetarras», «golpistas» y, creo recordar, «delincuentes» entre las formaciones que apoyan al gobierno de coalición. Incluso, se ha retirado del Diario de Sesiones, un error a medias de Irene Montero: ha dicho que el PP «promueve la cultura de la violación» por su polémica campaña en Galicia. Ya saben ustedes, esa del «no debería pasar, pero pasa». En realidad, debió decir que la campaña es desafortunada porque, al poner el foco en la víctima, podría dar a entender que fomenta dicha cultura de la violación. Montero sabe que todo lo que ella haga se mira con lupa, siendo la política sobre la que más han cargado las tintas en la prensa conservadora. Sabe que tiene que medir las palabras, no sea que hablar de educación sexual lleve a alguien a querer ver una defensa de la pederastia o alguna barbaridad de similar calibre.

También se equivoca Meritxell Batet cuando afirma que esos términos son «inadecuados» a nivel parlamentario. Precisamente, se refiere a ese fenómeno social que tiende a negar, minimizar o incluso normalizar la violencia sexual. Cuando la víctima de La Manada, por ejemplo, fue casi más investigada que sus violadores, negada y puesta en duda por un sector amplio de la sociedad, se estaba demostrando que dicha cultura de la violación estaba arraigada entre nosotros. La campaña del gobierno gallego (PP) poniendo el foco en las víctimas y no en los agresores, es en realidad otro ejemplo claro.

«Se viste con las mallas de deporte. Sale a correr de noche. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa». «Una joven camina sola de noche. Lleva las llaves en la mano. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa». Estos son dos ejemplos de la polémica campaña. Se ve que las mujeres no deben salir de noche. Menos aún, solas. Que no deben vestir de modo que la definición de sus atributos atraiga la atención del potencial agresor. Que no deben beber más de la cuenta. Que tienen la culpa si les pasa algo. ¿Cómo se les ocurre salir solas, de noche, a tomar unas copas? ¿Cómo osan vestir como les dé la gana? Si saben cómo se ponen algunos hombres, ¿para qué los incitan? La culpa es de los padres, que las visten como... (quien haya visto Airbag entiende la referencia). Estos mensajes absurdos, misóginos y benévolos con el agresor (pobrecillo, si es que van provocando) son los que el gobierno gallego da a entender con estos carteles. Me gustaría pensar que no es lo que se ha querido decir, pero es que entonces hace falta ser muy torpe. Mal parada sale la Xunta, en cualquier caso.

«Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía... El violador eres tú». No sólo el que agrede sexualmente está violentando a las mujeres. Lo hace quien culpa a la víctima por intentar vivir. Lo hace quien justifica la agresión por el atuendo que llevaba: aunque fuera totalmente desnuda, nadie tiene derecho a tocarle un pelo sin su permiso. Lo hace quien cuestiona qué hacía sola por esa calle y a esas horas. Lo hace quien ve a una chica borracha como una oportunidad (si necesitas que no esté en plenitud de facultades para pillar cacho, poco has de valer) o quien se siente amenazado porque sólo sí sea sí. También el juez que ve jolgorio y algarabía en una violación grupal. Y lo hace quien diseña una campaña que pone el foco acusador sobre la víctima por no vestir con recato y quedarse en su casa. Sí, «el violador también eres tú». Porque campañas como esta, como dice la propia campaña, no deberían pasar. Pero pasan.

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