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Una ciudad japonesa le pone el nombre de la cantante Amaia Romero a una de sus calles

Ha instalado una placa dedicada a la cantante pamplonesa

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  • Amaia. -

La localidad de Yamaguchi, al sudoeste de Japón, ha instalado una placa dedicada a la cantante pamplonesa Amaia Romero, quien tituló una de las canciones de su último álbum como esta ciudad nipona.

"Yamaguchi" fue publicada el pasado enero como adelanto del disco "Cuando no sé quién soy", y en ella Amaia se refiere al parque de su ciudad natal con ese mismo nombre, un jardín de estilo japonés y concebido para conmemorar el quince aniversario del hermanamiento entre la localidad española y la japonesa de 1980.



"Hay un parque en mi Pamplona que yo quiero recordar/ En el parque Yamaguchi yo me debí quedar/ Me pregunto si en Japón una niña llorará como yo he llorado amores en las fiestas de San Juan", canta Amaia en su tema, que acumula más de 500.000 visionados en Youtube.

El Ayuntamiento de Yamaguchi, al sudoeste de Japón, ha querido devolver el gesto a la artista española ubicando una placa en una plaza llamada Espacio Pamplona e inspirada en la ciudad navarra, según anunció esta semana a través de las redes sociales.

La placa incluye un mensaje escrito a mano por Amaia para los ciudadanos de Yamaguchi y un código QR que enlaza a un vídeo donde se puede oír parte de la canción y un saludo en japonés de la artista.

El hermanamiento entre Pamplona y Yamaguchi viene de la historia del cristianismo en Japón, país donde evangelizó esta religión el misionero y patrón de Navarra San Francisco Javier en el siglo XVI.

Yamaguchi fue la primera ciudad japonesa donde el jesuita español pudo establecerse y ejercer su labor evangelizadora con el permiso del señor feudal local, después de llegar en 1549 a Japón por Kagoshima, en el extremo suroccidental del archipiélago, e intentar sin éxito dirigirse a Kioto, la antigua capital imperial nipona.

La localidad japonesa cuenta con una iglesia que lleva el nombre de San Francisco Javier, entre otros lugares dedicados al misionero y a la ciudad de Navarra, como un reloj que cada hora en punto recrea una escena de los San Fermines.

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