Había completado una temporada sobresaliente hasta el momento. Tanto es así que, a falta de tres partidos hasta el final, el Chipiona CF tenía la oportunidad de poner el broche de oro con el ascenso de categoría. En el Gutiérrez Amérigo, ante una afición que nunca paró de animar: niños y mayores. Una marea de camisetas del Chipiona inundó las gradas y una humareda de color azul llenó un ambiente en el que se respiraba la ilusión latente. Todos unidos por un sentimiento, en busca de un punto como uno de los tantos celebrados a lo largo de una temporada llena de altibajos, en la que los momentos mágicos sobre el campo se entremezclaron con las complicaciones financieras de la institución, aunque este podía tener un valor especial: podía valer un regreso a Primera Andaluza cuatro años después.
La UD Tarifa, su rival, se presentó como un hueso duro de roer. No tenía aún la permanencia amarrada por lo que buscó el triunfo desde el comienzo con mucho empeño, hasta que se puso por delante en la primera mitad en un mano a mano que materializó Pulpo. El sueño del ascenso se pudo aplazar por momentos, pero la afición no paró de alentar a los suyos, hasta que el Chipiona encontró el gol del empate. Alberto Santos colocó el 1-1 antes del descanso, por lo que el ascenso, en ese momento, estaba conseguido. No le duró, aun así, demasiado la alegría. Malia conectó un remate en un saque de esquina que la defensa blanquiazul no acertó a despejar. Una acción que causó una frustración sobre el campo que pareció contagiarse en la grada, pero, como si se tratase de un pálpito, todos sabían que el Chipiona aún no había dicho su última palabra.
Lo sabían porque, después de todo, el Chipiona CF nunca lo ha tenido nada fácil. Ni siquiera en una temporada en la que el equipo de Carlos Martínez ha sido un rodillo, no todo ha ido rodado. Momentos difíciles han encontrado siempre, pero hasta cuando el equipo ha parecido tocar fondo, ha encontrado la fuerza suficiente para continuar hacia delante, porque es en esas situaciones críticas cuando todos han arrimado el hombre para crear una unión indestructible. Una familia de la misma sangre. Quizás no de color rojo, pero sí de un azul y blanco de los que todos siempre han estado orgullosos. Han sido capaces, incluso, de sobreponerse a una amenazante desaparición. No existe una fuerza lo suficientemente grande como para tumbar al Chipiona CF, por lo que tampoco lo iba a ser un viento, ni siquiera el de Tarifa.
El único viento que se hizo notar en el Gutiérrez Amérigo no fue un viento, sino un vendaval. Los alientos de las gargantas de los aficionados blanquiazules se unieron para formar un poderoso vendaval que arrastró al equipo hacia el gol del empate en un momento decisivo, a falta de pocos minutos para el final. Un gol que marcaron entre todos. Todos los que sienten el Chipiona CF como propio metieron la puntera en ese momento para marcar el tanto más importante de la temporada para el club. Todos también estiraron el brazo con Andrés poco antes para hacer una parada sensacional que evitó el tercero del Tarifa. Aunque el nombre que quedará en la memoria de todos como el héroe del ascenso fue David Lorenzo.
El capitán remató un balón al fondo de la red en una acción desde la esquina para desatar la locura. David Lorenzo, un niño que se hizo hombre vistiendo la camiseta del Chipiona CF. Un futbolista que siempre ha caminado de la mano del club de su vida, y nunca le ha soltado ni cuando se le han presentado cientos de motivos para hacerlo. David Lorenzo, símbolo del Chipiona CF, se había convertido en el protagonista de un día inolvidable tanto para el club, como para el fútbol, como para todo el pueblo. Pero, entre tanta locura desenfrenada, el capitán se quitó la camiseta para hacer una dedicatoria a un blanquiazul de verdad. Un reconocimiento sincero a una persona que, allá donde esté, esbozó una gran sonrisa y levantó el puño para celebrar un gol para la historia. Una persona que siempre estuvo allí, quizás no sobre el campo, pero sí en el recuerdo de todos y cada uno de los presentes. No solo en el simbólico minuto 4, cuando todos aplaudieron para honrar su memoria, sino también en el 1 y ya en el 90. En la celebración posterior, y también en la previa. En los momentos felices, y en los no tan buenos. Una persona que también empujó el balón junto al capitán para después enfundarse en un gran abrazo con toda la afición. Paco Naval, este ascenso va por ti.