La Mar de Verde promueve la agricultura urbana y ecológica en la ciudad de Cádiz, una isla sin suelo cultivable que necesita pulmones como el que, hace cuatro años, empezó a poner en marcha esta asociación.
El proyecto comenzó en un sótano prestado, donde los primeros fundadores se reunían para compartir ideas y posibilidades, y encontrar posibles vías de financiación y apoyo para poder dar forma a un ambicioso boceto que tenía como objetivo la reconversión laboral y la agricultura urbana en una ciudad necesitada de zonas verdes.Enfrentándose al desconocimiento y a un proyecto que había que empezar de cero, un grupo de amantes de la tierra pensó en apostar por la posibilidad de crear huertos urbanos en la ciudad y, en la actualidad, disponen de un invernadero de 200 metros en Tartessos, lugar donde se empezó a forjar lo que en la actualidad es La Mar de Verde, y del donde, desde hace un año, se trabaja la tierra.
Además de reinventarse para sacar el máximo partido a los recursos disponibles, hace algunas semanas La Mar de Verde puso en marcha un
crowdfunding que, a once días de terminar, ya había conseguido alcanzar el mínimo necesario para que la recaudación pudiera mantenerse. Los recursos que se consigan a partir de esta recaudación se destinarán a cumplir con una campaña de crecimiento y la puesta en marcha de proyectos que tienen entre sus objetivos la participación, la inclusión o la cooperación entre distintos colectivos.
Como objetivo principal, se pretende convertir el invernadero en una fuente de abastecimiento para que La Parcela pueda seguir funcionando.
Aquí se cultiva mucho más que la tierra: se cultivan valores
Además de la tierra, en La Parcela se cultivan valores. Hace un mes y medio se puso en marcha un programa con socios familiares. El diseño de la parcela está pensado para la participación de diferentes colectivos de la ciudad en la agricultura urbana. A los socios familiares no se les ofrece un curso previo, sino que se les prepara para que conozcan de primera mano los logros, los fracasos, las dificultades o las satisfacciones que la actividad agrícola pueda ofrecerles. En esta línea, las familias que participan en el ejercicio pueden compartir sus experiencias y aprender de ellas y buscar soluciones conjuntas. La Parcela provee a las familias de semillas y de los elementos necesarios para labrar la tierra, y los socios se encargan de trabajarla, labrarla, cuidarla y disfrutar del cultivo.
Recientemente se han presentado tres de las 16 parcelas a la Consejería de Participación Urbana para que optasen a acceder tres familias sin recursos y compartieran la experiencia.
Ramón García Almozara, presidente de la Asociación La Mar de Verde cuenta que, antes de la pandemia se realizaban jornadas de puertas abiertas en el invernadero de Tartessos para que las personas conocieran la labor y las instalaciones. Aún no se ha podido actualizar esta actividad adaptada a La Parcela por la situación de crisis sanitaria. No por ello se ha pausado la actividad de cara al público; La Mar de Verde presentó hace un tiempo a Asuntos Sociales para la bolsa de personas de la tercera edad, la propuesta de una formación básica en Tartessos. Estas actividades se desarrollarán en el último cuatrimestre del año. García Almozara está convencido de que será una actividad que motivará a las personas participantes, que les proporcionará una alternativa a la rutina y el entusiasmo de ver crecer la tierra.
“No se trata de llevarte un gran tomate a casa, sino de llevarte la satisfacción de la experiencia vivida”
La tierra es algo que siempre ha estado disponible y es un recurso natural que se ha olvidado con el tiempo. Actualmente está aumentando el perfil de gente joven que se interesa por los huertos urbanos, gente que normalmente ha tenido formación previa sobre la naturaleza o algún contacto con alternativas naturales, o bien proceden de familias con tradición agrícola y eso crea cierto grado de conciencia.
Para Ramón: “desde el desconocimiento existe el prejuicio de que la gente del campo es cateta, pero la gente del campo tiene una sabiduría ejemplar. Han sabido enfrentarse con sus pocos recursos a situaciones muy adversas”. Asegura que la gente que ha trabajado en el campo es un ejemplo de esfuerzo y de lucha, un ejemplo a la hora de afrontar la vida.
“La agricultura es una herramienta frente a la desnaturalización de la vida”
El presidente habla de la necesidad de volver a reencontrarse con el apoyo mutuo y con la cooperación que la urbe ha desnaturalizado. Ramón García Almozara fue jornalero en su juventud y buscaba volver al campo de alguna manera: “el camino que llevaba hace 50 años no era el camino equivocado, simplemente había que darle un giro en otra dirección”. Con este giro, buscaba el acercamiento del conocimiento del campo a la ciudad y poder transmitirlo a sus habitantes. Asimismo, habla de la necesidad de que la población comprenda que es muy fácil recuperar la agricultura a partir de iniciativas como los huertos urbanos.
Antiguamente, los recursos obtenidos del campo se compartían, existían trueques que beneficiaban a los trabajadores del campo y conseguían abastecerse de recursos que ellos mismos trabajaban. Cada uno compartía e intercambiaba lo que producía. El presidente de la asociación habla de la necesidad de volver, de alguna manera, a esa cooperación tan humana y natural.
“Cultivar desde la infancia”
Uno de los beneficios de contar con socios familiares es la inclusión de los niños en la actividad agrícola y la familiarización con la tierra y la naturaleza. Una de las propuestas es que las familias planteen ideas que permita a los niños aprender y compartir. Una de las propuestas que están tomando forma desde La Mar de Verde es la actividad en colegios de la ciudad. La educación desde la infancia será uno de los puntales que permitan avanzar en este proyecto.
A pocos días de acabar el
crowdfunding desde La Mar de Verde se muestran optimistas y con esperanzas de alcanzar el óptimo de 12 000 euros para poder poner en marcha los ambiciosos programas por los que van a seguir luchando y trabajando.