“Estamos angustiados porque lo que hacemos no es suficiente cuando miramos la dimensión de la tragedia. Estamos ante un drama humanitario de proporciones no conocidas”, sostuvo en una entrevista con Efe.
En el campamento de refugiados de Dollo Ado (Etiopía), la tasa de mortalidad llegó a alcanzar los 7,4 decesos diarios por cada 10.000 personas (una emergencia es declarada cuando se llega a una muerte por cada 10.000).
En el sur de Somalia, la zona más afectada por la sequía, la tasa de malnutrición aguda alcanza hasta el 82% y la mortalidad entre los menores de cinco años es de 4 por cada 10.000 en todas las áreas de las que existen datos.
El responsable para la cuestión de refugiados en la ONU dijo que “esta sequía no es la primera ni será la última” y confesó que “lo que más me impresiona es que, sabiendo esto, la comunidad internacional no haya podido desarrollar medidas de prevención a largo plazo para dar capacidad de resistencia a las comunidades”.
Recordó que con el cambio climático puede esperarse que los desastres naturales, como la sequía en el Cuerno de África, sean más severos y frecuentes.
“El aumento de la población, la urbanización, el cambio climático, la inseguridad alimentaria y los problemas de agua constituyen un conjunto de megatendencias que se solapan entre ellas con dramáticos impactos humanitarios”, explicó. Lamentó que “no haya una estrategia global de la comunidad internacional capaz de dar una respuesta”.
De la situación en Somalia, Guterres aseveró que es altamente compleja y tiene tres escenarios: los refugiados somalís que huyen a Kenia, los que cruzan a Etiopía y los que se quedan dentro del país.