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Arcos

“Confío en el poder curativo y energético de algunas piedras”

Pedro Durán es fotógrafo y artista de piedras en equilibrio

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  • Pedro Durán. -

Entro en su casa con Estrella Martos, y tras pasar un pequeño jardín accedemos al interior de una sala caldeada por una animosa chimenea portátil. La tarde en el Mesón de la Molinera está soleada, pero aquí dentro se está mejor, sentados en un sofá cómodo y ante cuatro tazas de té. Cuatro porque dentro ya nos esperaban el anfitrión, Pedro Durán, y Rocío Agar, que ha vuelto de Suiza y no acaba de creerse el rencuentro con la luz y la temperatura de Arcos.

Pedro Durán es fotógrafo y artista de Piedras En Equilibrio. Lo escribo así, con mayúsculas iniciales, porque así se llama su página web, a la que podemos asomarnos y comprobar el arte doble de este arcense. Porque arte doble es conseguir el difícil equilibrio de las piedras en comunión con la naturaleza, y plasmarlo luego en bellísimas fotos que demuestran una exquisita sensibilidad hacia la luz, hacia la realidad que se fuga con la luz y que hay que atrapar, preservar, salvar.

Pedro es un hombre joven, delgado y grande, de brazos y piernas larguísimos, que se mueve con naturalidad en la sala, bien para ponernos más té o para enseñarnos alguna piedra, o alguna fotografía en el ordenador. Se emociona al hablar de sus cosas, del maravilloso descubrimiento de las piedras que le han llenado el corazón de equilibrio.

¿Desde cuándo la piedra, Pedro?
—El hombre viene utilizando la piedra desde la Antigüedad. Fíjate: ¿qué son los dólmenes? Son monumentos funerarios hechos por el hombre. Desde muy pronto el hombre aprende a utilizar la piedra como instrumento y como objeto artístico.

¿Esta actividad que busca esencialmente el equilibrio, la armonía, se sustenta en alguna escuela filosófica?
—Bueno. No necesariamente, pero es verdad que la filosofía zen, que es una filosofía oriental, budista, utiliza la piedra como elemento de concentración, en espera de la iluminación. Particularmente yo, he estado siempre enamorado de las piedras, y confío en el poder curativo y energético de algunas piedras. Está demostrado que el cuarzo blanco cura los estados de estrés. De hecho duermo con una piedra de cuarzo al lado.

¿Y este amor por las piedras te viene de pequeño?
—Sí. Recuerdo que de pequeño me gustaban las cuevas, los lugares naturales llenos de misterio. Cuando niño llegue a tener una buena colección de piedras, pero se perdieron o alguien las tiró.

Esto, Pedro, es escultura, escultura, pura arquitectura que busca esencialmente el equilibrio y la armonía. ¿Refleja este arte una necesidad personal de equilibrio y armonía interior?
—Claro que sí. Y fíjate: resulta que en la página web que he creado, he recibido ya centenares de visitas, muchas de ellas de arquitectos. Se ve que a esa profesión le interesa este modo de construir en el aire simples formas, sin materiales adhesivos. Aquí no hay pegamento ni cemento. Aquí hay una vocación de equilibrio que a su vez equilibra por dentro, y me ayuda a conocerme mejor. Porque lo más difícil del mundo es conocerse a uno mismo. Nosotros somos nuestro principal enemigo, y es necesario conocernos y de alguna manera gobernar nuestras emociones y sentimientos.

Esta sala está llena de piedras, unas equilibradas y otras posadas en el suelo. Piedras también en la pantalla del ordenador. Pero el lugar propio de estas esculturas es la naturaleza, ¿no es así?
—Eso es. En la naturaleza, junto a un río que conforme baja nos regala su rumor de agua, o bajo un árbol donde cantan los pájaros, es donde estas piedras se conforman de forma natural, equilibrada y armónica. Ese es su sitio y ahí es donde me concentro y las construyo.


Sabrás que Jesucristo le dijo a Pedro: Pedro eres piedra, etcétera. ¿Tú eres, Pedro, piedra también?
—Ya te he dicho que me encantan las piedras, aunque también he hecho surf, y windsurfing, donde también el equilibrio juega un papel muy importante. También he trabajado en la decoración y organización de interiores, y en la fábrica de alfombras trabajaba en labores de precisión, como dibujar flores a mano y otras faenas que requieren concentración al máximo.

Y de la piedra a la luz. De la arquitectura a la fotografía. ¿Cómo te inicias en la fotografía?
—Empecé haciendo fotografías en blanco y negro, que yo mismo revelaba. Luego llegaron las cámaras digitales y demás. Para comprarme la última máquina vendí una piragua y estuve dos meses cuidando un gato. Ahora fotografío mis propias esculturas, tratando de hacer ver que los lugares mágicos están a nuestro lado, que no hay que ir a Brasil para buscar bellas puestas de sol o la soledad de un árbol. Aquí tenemos la magia y sólo tenemos que tener la capacidad para apreciarla.

Y eso es lo que tú buscas, ¿no?
—Exacto. Yo llevo años sin ver el televisor. No me interesa. Me llena la naturaleza y en ella me olvido del tiempo. El otro día estaba con Rocío en el Torcal de Antequera y se me fue el tiempo de tal manera que tuvo ella que devolverme a la realidad. En la cueva del Gato hice una escultura de piedra y un señor que había allí se entusiasmó tanto que me abrazó. También es verdad que según me confesó ese mismo señor, su mujer le había dicho que yo era un loco. Pero al final conseguí el equilibrio de las piedras y la buena mujer tuvo que cambiar de opinión.

¿Y se venden bien las fotos?
—Buf. Fíjate qué curioso: en un principio pensé que podía hacer de esto un negocio, comercializar las fotos. Pero resulta que se me desestructuró toda la armonía interna y me sentía incapaz de conseguir equilibrar las piedras. Ya te digo que para equilibrar el exterior tiene que estar equilibrado el interior.

Pedro Durán tiene una sonrisa también grande. Todo en él es excesivo pero armonioso. Se emociona hablando de lo suyo y todavía, una vez que terminamos la entrevista, me enseña fotos en el ordenador. Fotos a contraluz, frente a cielos rojizos, cansados y bellos. “Aquí hay una exposición, Pedro”, le dijo. Ya veremos. De momento me vuelvo con la alegría inmensa de haber hablado con él, de disfrutar del té y de la compañía de Estrella y Rocío. Rocío, que ha vuelto de los fríos suizos y es feliz pensando la primavera andaluza que ya se avecina.

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