El manicomio en 2050

Publicado: 24/05/2021
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Espero no llegar al año 2050, porque es normal que me tomen por loco, pues por eso estoy donde estoy, pero lo que no deseo es que me tomen por tonto.
Sin ningún tipo de rubor, ha dicho el presidente del gobierno que para profeta, él; que además se llama Pedro y que sobre esa piedra edificará sus profecías. Y ha facilitado una lista interminable de cosas que veremos en el año 2050. Una simple resta hace que nos demos cuenta de que está hablando para dentro de 30 años. En lo que respecta a él, ya se sabe que el objetivo de la mayoría de los políticos es permanecer eternamente en el poder, aunque el mundo se hunda bajo los pies. Los demás somos mortales que solamente servimos para votar.

En todo caso, no vemos bien que todo un presidente del gobierno se pase con la bebida de esa manera. Está claro que se empieza por una copa, después se va animando con cinco o seis más, y la lengua coge carrera hasta que se desconecta del cerebro y no dice más que pamplinas. 

Dice el presidente que lo que hay que hacer es dialogar para ver qué país queremos para dentro de 30 años, sin darse cuenta de que habrá que dialogar para ver qué país queremos para antes de este próximo fin de mes, fecha en que muchos pobrecitos comprobarán en sus carnes el milagro de haber llegado vivos. Por si no pagamos ya impuestos del coche, se va a inventar otro que meta más caña al que más lo use. Sigamos. Dice que la jornada laboral se rebajará a las 35 horas; lo que no dice es si es a la semana o al día. Que les va a buscar trabajo a los mayores de 64 años y nos preguntamos por qué no lo va buscando ya. También que nos vamos a quedar con poquita agua y que muchísimos españoles van a vivir en zonas de “estrés hídrico”, expresión cursi para marear la perdiz, y cosa que a un buen bebedor le importa un pimiento, .

En ese momento, hizo una parada en su discurso, y después de pedir que le llenaran por enésima vez la copa, se la bebió de golpe y se vino arriba asegurando que para el 2050 vamos a equipararnos con Dinamarca en educación. Después de soltar “ahí lleva razón”, afirmó que la culpa la tienen las diferencias fiscales entre los distintos territorios, y yo creo que la culpa es del cha, cha, chá y del vaivén del tren que va a Cataluña. No sé qué puede tener este hombre en contra del agua, pero insistió en acabar de una vez con la economía sumergida y sacarla a flote. Siguió la retahíla proponiendo estudiar la posibilidad de una “herencia pública universal”, para que los jóvenes puedan disponer de alguna cantidad de pasta para destinarla a adquirir la primera vivienda. Ya advertí que el alcohol deja tocadas muchas células del cerebro y le obliga a reírse a carcajadas. También asegura que habrá que establecer una “renta climática” para devolver a la población parte de la recaudación procedente de los impuestos verdes”. Es decir, que nos van a meter impuestos de todos los colores.

Ya a estas alturas del listado, los locos hemos decidido no escuchar más profecías. Espero no llegar al año 2050, porque es normal que me tomen por loco, pues por eso estoy donde estoy, pero lo que no deseo es que me tomen por tonto. Lo dicho: a un presidente del gobierno le deberían prohibir la bebida. Y a los que dicen que el presidente no bebe, habrá que contestarles que es mejor que sus palabras sean producto de los cubatas que no de su menosprecio a la inteligencia de los ciudadanos.

 

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