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Viernes 10/05/2024  

La violencia doméstica que no cesa

Hay muchas formas de denominar a la violencia machista: mal endémico, terrorismo doméstico, lacra social... A todos se nos llena la boca de calificativos ante la barbarie que azota a muchas mujeres cada año...

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Hay muchas formas de denominar a la violencia machista: mal endémico, terrorismo doméstico, lacra social... A todos se nos llena la boca de calificativos ante la barbarie que azota a muchas mujeres cada año y contra la que se trata de luchar denodadamente para erradicarla. Hoy, 25 de noviembre, como cada año, se celebra el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres y, como cada año, tristemente, las muertes de mujeres a manos de sus parejas no cesan de copar las páginas de los rotativos y los informativos de la radio y la televisión. En 2008 van 57 las mujeres víctimas de este tipo de maltrato. No se puede calificar estas cifras de otra forma que no sea negativa, siempre es demasiado el número de fallecidas, sea cual sea. Esta cantidad representa sólo la punta del iceberg del problema. El trágico final de una historia que cada día viven miles de españolas anónimas, mujeres que padecen un indescriptible infierno en sus propias casas, presas sin barrotes en una cárcel de amenazas, violencia y, sobre todo, soledad. La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, mandó el pasado fin de semana un “mensaje de esperanza” a todas las mujeres maltratadas y a toda la sociedad, para que “juntos rompamos el muro del silencio”. Y es esto lo más complicado del problema. Las ayudas que ofrecen las administraciones se centran cada vez más en proteger a la maltratada que denuncia su caso, pero el riesgo y el sacrificio siguen siendo enormes y el peligro, demasiado. Hasta que las órdenes de alejamiento de los maltratadores sean realmente efectivas, hasta que a la víctima no vea con garantías que no le pasará nada por denunciar y dé el paso adelante sin que se la señale por la calle, sin que ello suponga romper con su vida completamente, los maltratadores seguirán teniendo la sartén por el mango.

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