La imagen, por lo demás, aparece abierta en canal, con el corazón, el estómago y las costillas desmembradas, y de su vientre sangrante emergen las figuras de los “condenados”, en una clara alusión a otras conocidas representaciones artísticas del infierno. Se desconocen los motivos -tampoco cuesta mucho imaginarlos- que han llevado a la banda a utilizar dicha imagen en la portada del álbum, pero lo más desconcertante de todo es que la virgen elegida haya sido la de Nuestra Señora de la Amargura, de la Hermandad de la Humildad y Paciencia de Cádiz.
A lo largo de los últimos años hemos asistido a numerosas manifestaciones públicas de algunos iluminados en las que, amparados por la excusa de una arbitraria consigna artística, los símbolos e imágenes de la Iglesia Católica han servido de mofa e insulto con aspiraciones, no ya carentes de rigor o sentido del humor, sino completamente gratuitas y vacías.
Que en este caso el asunto tenga su origen miles de kilómetros al oeste de nuestra costa y apunte al ámbito de una cofradía gaditana, no refleja sino el desamparo y la frustración que pueden llegar a deparar deshonras de este tipo. No queda siquiera lugar para el consuelo; a lo sumo, parafrasear al personaje -californiano como los Atreyu- creado por Horace McCoy en la novela ¿Acaso no matan a los caballos?, y preguntarse “¿Acaso no hacen lo mismo con Mahoma?”.