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El Arponazo del Capitán Ahab

El arponazo del Capitán Ahab. Primos

¿Se acuerdan de la promesa de la Junta de que el metro llegara al PTA? Esa obra que, Juanma Moreno calificaba en campaña de “sencilla y barata"

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¿Se acuerdan de la promesa de la Junta de que el metro llegara al PTA? Esa obra que, Juanma Moreno, el presidente sonriente, calificaba en campaña de “sencilla y barata”. Pues esta semana hemos sabido que no se va a hacer. ¿Se acuerdan de la promesa del tercer hospital en Málaga? Pues sigue paralizado el proyecto. ¿Y de aquello de aumentar el número de camas en los hospitales de Málaga en verano? Pues nada. ¿Se acuerdan del tren litoral? Pues tampoco lo van a hacer. ¿Se acuerdan de la bajada masiva de impuestos? Sin noticias tampoco.

Todas estas promesas han quedado ya encuadradas en lo que el otro día en esta cadena el propio presidente sonriente llamaba “frases de campaña”, que vino a explicar que son “frases muy amplias”, con “mucha hipérbole”. Es decir, en nuestro lenguaje, mentiras cochinas. Pero mentiras que se han convertido, no ya en una costumbre, sino en la propia norma de actuación en política. Y así Sánchez nos dice que lo último que quería eran elecciones, o que la monarquía representa muy bien los valores republicanos. O el alcalde de Madrid, que aumenta el tráfico de coches para estar “a la cabeza” en la lucha contra la contaminación. O Bendodo, que dice que “después de la bajada masiva de impuestos” ha aumentado la recaudación. Claro, “después”.

Y así un sinfín más de “frases de campaña”, con las que no merece la pena aburrirles, porque ya no hacen ni puñetera gracia. Pero hay que aguantarse, porque en política se supone que tenemos que asumir aquello que decía Chirac, “las promesas electorales solo comprometen a quiénes se las creen”. Pero ese quizá sea el mayor gol de los muchos, muchísimos, que nos han colado. Oigan, las promesas lo que comprometen es a la democracia, que ya va algo maltrecha. Si no podemos creer en lo que dicen, ¿con qué criterio decidimos a quién votar? Y si tenemos que votar sin ningún criterio, ¿en qué queda esto de la democracia? No queda más que en una partida amañada de tahúres. Y, como dicen en el póker, amigo, si en una partida no descubres quién es el primo, es que el primo eres tú.

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