JOSÉ Manuel Durao Barroso es de nuevo presidente de la Comisión Europea gracias a una decisión personal de José Luis Rodríguez Zapatero que ordenó al Grupo Socialista en el Parlamento Europeo votar al político conservador, en vísperas del referéndum de Irlanda que puede hacer entrar en vigor las nuevas estructuras de la Unión dentro de unos meses. ¿Por qué distanciarse del resto de los partidos socialistas europeos y apoyar a un presidente que no sólo ha sido anodino sino en cierto modo caballo de Troya de la Administración de George W. Bush en la Unión?.
El tono sepia que va adquiriendo la foto de las Azores tiene sólo un protagonista vigente en el escenario político. Durao Barroso tiene continuidad gracias a José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Tiene una explicación que el azote contra la guerra de Irak, el político que se quedó sentado frente a la bandera norteamericana, sea prácticamente el único apoyo desde la izquierda para la continuidad del mediocre político conservador?.
Ninguna de las razones que se esgrimen tienen fundamento. Habrá que escarbar en las prácticas y costumbres, en la forma de entender la política del presidente de Gobierno español para entender lo sucedido, y ese camino sólo conduce a los celos e inseguridades que le han caracterizado en toda su trayectoria.
No es ningún secreto que Felipe González, sin postularse, se está o estaba haciendo querer para ser el primer presidente del Consejo de Estado de la Unión Europea. Lo más parecido a un verdadero presidente de Europa. Cuenta con sólidos apoyos por confianza en él y para evitar, también, que otro miembro del clan de las Azores, Tony Blair, forme dueto con Barroso en la representación de Europa. Pero ahora el camino de Felipe es más complicado porque no es fácil que los máximos organismos de la nueva Europa estén presididos por un portugués y un español. ¿De verdad tiene Zapatero tantas inseguridades con Felipe González como para cerrarle la puerta a Europa?