Siempre sentí especial simpatía por Sor Ángela de la Cruz. Mi abuela, que era muy devota de la madre Angelita, me enseñó desde muy pequeño la enorme labor social que hacían las Hermanas de la Cruz, y me llevaba a veces con ella al convento para ver su cuerpo incorrupto. Yo la observaba fascinado con los ojos de un niño inocente, y aunque no comprendía muy bien qué representaba todo aquello, intuía que esa mujer habría debido de ser muy importante para Sevilla, habida cuenta de la gente que siempre aguardaba en la cola para rendirle sus respetos.
Desde luego que en su ciudad la santa fue siempre profeta, y no sólo por ese chouvinismo tan característico de aquí -que haría que la adoraran aunque no se lo mereciese-, sino porque todo el mundo conoce el impresionante trabajo que realizan sus monjas; unas mujeres que, con apenas el apoyo de limosnas, se encargan de alimentar pobres, cuidar ancianos y consolar enfermos, haciendo uso de una caridad cristiana de la que no pueden presumir todos los miembros de la Iglesia.
Hace unos días, vimos el revuelo que se organizó a cuenta de Sor Ángela a las puertas del ayuntamiento, debido a que alguien corrió el rumor de que Izquierda Unida -con el apoyo de Participa-, pretendía quitar la calle a la santa. Unas doscientas personas –tal vez incluso más-, gritaron encolerizadas contra la decisión que se podía tomar ese día en una afrenta contra la monja, la cristiandad, y por supuesto la sevillanía.
El público era de lo más variopinto, aunque como era previsible, lo que más abundaba era viejas beatillas, jóvenes meapilas, cincuentones de patillas y pelo engominado, y algún representante de la derecha local. Mucha gente en realidad para los tiempos que corren. Tanta, que incluso me pareció ver en alguna fotografía al "Jesuso", un troll particular que me acosa desde hace tiempo en Twitter y que, después de meses de cansino hostigamiento, jamás me he encontrado por la ciudad.
En realidad, la propuesta que Izquierda Unida llevó al Pleno nada tenía que ver con eso, ya que nunca se citó a Sor Ángela en la moción. La misma pretendía, en consonancia con lo que siempre ha defendido la izquierda española, promover una institución laica con una serie de medidas como la de no permitir a los cargos públicos participar en eventos religiosos, obligar a que los actos del ayuntamiento sean exclusivamente civiles, o promover un callejero laico evitando que se sigan rotulando calles con connotaciones religiosas en la ciudad. Vamos, que en realidad lo que se proponía era separar la religión de los asuntos civiles, garantizando la no confesionalidad del ayuntamiento, tal y como establece la propia Constitución -y los programas electorales de PSOE, IU y Participa, por cierto-.
Parece que lo de "promover un callejero laico" sirvió de excusa a algunos para tergiversar lo propuesto, y eso, unido al perverso boca a boca, y al eco que se hizo de ello algún medio local poco interesado en contrastar las fuentes, hizo que la falsa noticia corriese como la pólvora por media Sevilla. La polémica estaba servida, y esto no podía ser desaprovechado por algunos personajes, siempre dispuestos a resucitar la imagen franquista de los comunistas que comen niños y curas. ¡Incluso la organización HazteOír -vinculada a la sociedad secreta ultra El Yunque- se atrevió a publicar que se quería destruir la Semana Santa!
Pero al contrario de lo expuesto por algunos, la idea que defendieron los concejales de la izquierda no supone acabar con la religión ni las tradiciones sevillanas, sino simplemente garantizar la laicidad de unas instituciones que deben estar legitimadas por la soberanía popular y no por la religión. Este modelo de pensamiento, compartido incluso por algunas personas religiosas, forma parte del ideario progresista desde tiempos muy lejanos, y por eso no puedo entender tanto jaleo, a menos que lo que se pretenda sea tergiversarlo todo para sacar rédito político. Sor Ángela no va a quedarse sin su calle en Sevilla en ningún caso por muchas medidas laicas que se implementen, ya que ni siquiera fue su condición de religiosa la que la hizo merecedora de tal honor.
De hecho, aunque pocos lo hayan recordado, fue el laico gobierno de la II República el que rotuló como Sor Ángela la antigua calle Alcáceres para honrar la memoria de la que había sido benefactora de los pobres, unos pobres que todavía hoy, siguen siendo atendidos por su hermosa obra.