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19/05/2024  

El Loco de la salina

Orugas a la vista

Yo no puedo hacer más, pero es el Ayuntamiento el que tiene que meter mano y que los políticos se olviden un ratito de arañar votos.

Me han llegado al manicomio cartas de algunas madres que están muy preocupadas y que se quejan de cómo está el patio. Parece ser que La Isla se está llenando de orugas y nosotros con estos pelos. Esas madres me dicen que a sus niños les faltan manos para rascarse y que lo único que pueden hacer es ponerse también ellas a la tarea. Incluso me envían fotos en las que se pueden ver las marcas que se les quedan a los niños en el cuello.

Y me lo dicen a mí, como si yo pudiera hacer algo para solucionar el tema. Lo más que puedo hacer es escribir lo que se me ocurra y que ilustre sobre esos molestos bichitos. De modo que me he ido a la biblioteca, he leído lo indecible y les cuento. Las orugas son insectos muy parecidos a los gusanos, aunque sus colores son más vivos. En realidad son las larvas de las mariposas, y, cuando el capullo se abre, nace una mariposa diurna o nocturna.

Por lo que se ve, las orugas viven de escándalo en los desiertos, en las montañas, en las selvas y ahora en La Isla. Donde no aguantan es en los polos, pero en los polos no aguanto ni yo. Tienen unas mandíbulas que más las quisiera para mí y se alimentan ferozmente de plantas verdes. Su cuerpo es alargado y grueso y está dividido en 13 partes, sin que el 13 signifique nada relacionado con la superstición. Su longitud varía y va desde 1,5 hasta 10 centímetros, es decir, que pueden llegar a ser como nuestro dedo índice, sin señalar. Tienen tres patas para agarrarse al sitio y empezar a picar lo que usted no se imagina.

Disfruta de un mes de vida aproximadamente, pero no mueren, sino que terminan transformándose en vistosas mariposas. Sin embargo son tan repelentes, que cualquier parecido con ellas es pura coincidencia. Mudan la piel a medida que crecen, y crecen que es un primor. Al final terminan convirtiéndose en capullos, pero no quiero hablar de política, porque en el manicomio estamos de debates hasta los mismos.

A lo que vamos. Me dicen esas madres que ni locas llevan a los niños al Parque de los patos, ni al paseo de la Magdalena donde está la piscina, ni a los lugares con árboles, porque llegan con unas ronchas impresionantes. Los niños, no los patos. Los pobres patos del Parque están hechos a lo que venga. Además las fotos que me mandan son tan claras que, desde que las hemos visto, no paramos de rascarnos todos los locos. Lo siento sobre todo por los que tienen la camisa de fuerza.

Aseguran esas madres que han denunciado la cosa en el Ayuntamiento, pero hasta ahora nadie les ha prometido nada, con lo fácil y acostumbrado que es prometer. Esperan que alguien de la Casa Consistorial se emplee a fondo y fumigue para quitar el peligro de una vez y sobre todo los picores.

Mientras tanto, ahí van varios consejos de este loco para que luego digan que no pensamos. 1) Tranquilas, señoras madres, porque como nos pongamos nerviosos va a ser peor la enfermedad que el remedio. 2) Si la oruga se le agarra al niño, no la retire con las manos directamente, porque es lo que faltaba. Eso se corre como la pólvora. 3) Lavar bien con agua y jabón la parte afectada. Más barato, imposible. 4) Que no se rasque nadie sobre la picadura, porque entonces sí que nos vamos a enterar. 5) Acudir al médico si la cosa se complica o si usted no está tranquila.

Yo no puedo hacer más, pero es el Ayuntamiento el que tiene que meter mano y que los políticos se olviden un ratito de arañar votos, porque si tienen los cinco sentidos en los debates, las orugas se van a poner así de satisfechas. Suerte y al grano. Nunca mejor dicho.

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