El tribunal de la Audiencia Nacional que ha adoptado esta decisión, presidido por Alfonso Guevara, aduce como principal motivo de la excarcelación un riesgo de fuga escaso. Según este criterio, muchos internos deberían gozar de idéntico privilegio; de este modo, el problema de espacio de nuestras prisiones dejaría de serlo, con gran contento de la señora Gallizo.
Pero no reside ahí el meollo de la cuestión. La excarcelación debe estar motivada por una patología mucho más grave, que justifica la gracia que esta decisión implica. Generalmente, se ha actuado así frente a reos con afecciones graves e incurables, en la etapa final de su vida, tales cancerosos avanzados, sedosos en fase Terminal, etc.
Cuando se repasan los motivos patológicos que indujeron a la puesta en libertad de etarras, uno queda desconcertado:
-depresión (es lógico que muchos internos estén deprimidos; en todo caso, su tratamiento es perfectamente factible en prisión).
-apnea del sueño (propia de sujetos obesos y susceptible de tratamiento con CPAP o cirugía).
-hernia de hiato (para la que suele bastar terapia con fármacos inhibidores de la secreción gástrica).
-artropatías degenerativas periféricas o de columna (problemas de carácter menor, salvo que exijan cirugía) y un largo etcétera.
Detengámonos por un momento en la depresión. En su forma mayor, la que antaño se llamaba melancolía, se da hasta en un 7-8% de la población adulta. Puede además ser imitada o simulada con cierta facilidad por personas duchas en la materia. Me pregunto: ¿debe excarcelarse a todos los que aduzcan esta patología, aunque no tengan delitos de terrorismo?
En el curso de los dos últimos meses, por motivos de enfermedad han salido de la cárcel terroristas convictos tales como Juan Pablo Diéguez, Gabriel Salutregui, Juan Mari Mendizábal, y Olatz Altuna. Podría acusarse de lenidad al gobierno socialista, pero es lo cierto que también en época del PP hubo siete excarcelaciones oportunas de presos de ETA. El caso más escandaloso, no obstante, ha sido el de De Juana Chaos, que forzó su salida de prisión a base de huelgas de hambre, cuando la atención médica que precisaba podría haber sido dispensada en la prisión. Aquí sí que la policía de apaciguamiento, en plena tregua, tuvo mucho que ver con tamaño dislate.
He tenido ocasión de tratar a etarras encarcelados en Jaén. Afirmo rotundamente que se les atendió en régimen de hospitalización el tiempo justo que requerían, y ni un día más.