El 25 de abril de 2005 la Hermandad de la Candelaria eligió en cabildo el nuevo misterio para el paso de Nuestro Padre Jesús de las Misericordias. Entre los proyectos presentados estaban los de Juan Carlos García Díaz de San Fernando; Jesús Méndez Lastrucci, de Sevilla; y Miguel Ángel Segura Rodríguez, de nuestra ciudad. La votación dio como ganador el boceto del imaginero Juan Carlos García, estrenándose en la Semana Santa de 2006 coincidiendo con el cincuentenario de la corporación del Lunes Santo.
A pocos días del cabildo, el hermano de la cofradía Félix García de Villegas entregó al por entonces hermano mayor, José Luis Sánchez López, un boceto dibujado a plumilla por Castillo Lastrucci, formado por cinco imágenes: el Nazareno, un sayón, la Santa Mujer Verónica, un cirineo y un romano, del cual hablaré más adelante.
Como ya es sabido, la talla de Nuestro Padre Jesús de las Misericordias fue encargada por Félix García de Villegas a Castillo Lastrucci en diciembre de 1956, siendo bendecida el 2 de junio de 1957 por el presbítero don Anselmo González. Su coste ascendió a 14.000 pesetas, dándose a cuenta 3.000 pesetas el día del encargo. La imagen realizó su primera estación de penitencia el Lunes Santo de 1958.
El Nazareno llevaba corona de espinas tallada y potencias, y representaba el momento en que Jesús erguido y cargado con la cruz se encuentra con la Santa Mujer Verónica. La imagen sostenía sobre su hombro izquierdo la cruz cilíndrica con nudos y cortezas, ayudándose con el brazo izquierdo, miraba hacía la derecha y extendía esta mano hacía la Santa Mujer. Desgraciadamente fue afectado por la carcoma en l976 y después de la Semana Santa de ese año y al ser examinado por Francisco Pinto Berraquero se tomó la decisión de destruirla por el mal estado de la talla y no ser posible su restauración. Fue incinerada en un campo propiedad de un miembro de la junta de gobierno en agosto de ese mismo año. La imagen actual es obra del jerezano Francisco Pinto Barraquero y de 1977.
Nuevamente la hermandad por medio de Félix García de Villegas contrata con el escultor sevillano el 20 de noviembre de 1957 la realización de la Santa Mujer Verónica por el importe de 6.000 pesetas, dando a cuenta 1.000. Está postrada a los pies de Jesús, con la mirada fija sobre él y los brazos abiertos sosteniendo el lienzo con el que le ha limpiado la Santa Faz y en el que, como beneficio, obtuvo la milagrosa impresión del Santo Rostro. En 1958 procesiona por primera vez junto al Nazareno. Mide 1,18 metros y en 1981 fue restaurada por José Guerra Carretero.
Como nota a comentar, y ahora sabemos la explicación, diremos que el mismo día que se encarga la Verónica, también contrata la imagen de un Cirineo por el precio de 10.000 pesetas, aunque éste nunca llegó a realizarse.
Ahora, con la aparición del citado boceto, entendemos el por qué se contrató una imagen de Cirineo el día del encargo de la Verónica. La Hermandad pensaba crear un grupo escultórico como le había planteado el escultor sevillano. Según tenemos constancia mucho tuvo que ver Manuel Guerra Jiménez, hombre vinculado a la Hermandad de la Esperanza de Triana y suegro de Félix García de Villegas.
Los contactos con Castillo provenían del señor Guerra, hombre que conocía al artista sevillano por ser cliente del Banco Hispano y éste desempeñar allí el puesto de cajero. Por lo tanto serviría como lazo de unión entre Castillo Lastrucci y la corporación jerezana.
Centrándonos ya en el boceto de Castillo, éste plantea una distribución llena de movimiento, sabiendo repartir equitativamente los volúmenes y espacios, como es habitual en él. En ella plasma la escena pasionista del momento en la calle de la Amargura en el que un sayón con una soga tira de Jesús Nazareno, mientras la Santa Mujer Verónica de pie acaba de limpiar su rostro con la Santa Faz. El sayón y la Santa Mujer están situados en la delantera del paso, completándose la escena con la imagen de Simón de Cirene, que ayuda a llevar al Nazareno la pesada cruz, mientras un soldado romano portando una lanza se sitúa en la parte trasera y cierra el conjunto.
Es un boceto lleno de expresividad y composición escenográfica, donde se puede ver al típico esclavo etíope de Lastrucci, personaje secundario donde la fealdad es la expresión moral de la maldad, dotándolo de detalles pintorescos, como enormes fosas nasales, ojos achinados o alargadas orejas. La efigie de Simón de Cirene, hombre robusto de más de cuarenta años que ayuda al Nazareno con la pesada cruz, o el soldado romano imberbe y ambiguo. Sin duda, la Semana Santa de Jerez habría ganado un magnífico y afortunado misterio, donde se evidenciaba la teatralidad y el juego de líneas de la composición, constante en toda la obra de Antonio Castillo Lastrucci.
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