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Sábado 18/05/2024  

Me queda la palabra

Cinismo Democrático

Los sucesos que se están produciendo en Ucrania y en otras zonas rusófilas están llevando las fricciones entre las grandes potencias a límites desacostumbrados.

Hacía ya varios años, desde la caída del Muro de Berlín en 1989, que las tensiones padecidas durante los años de la Guerra Fría no habían vuelto a aflorar. Incluso las terribles guerras de los Balcanes, que dieron lugar a la fragmentación de la antigua Federación Yugoslava, no ocasionaron tanta preocupación. Los sucesos que se están produciendo en Ucrania  y en otras zonas rusófilas están llevando las fricciones entre las grandes potencias a límites desacostumbrados. Si nos ceñimos a la información que nos bombardea desde la prensa occidental resultaría lógico alinearnos en la postura proeuropea, ya que nos presenta el problema como un gravísimo atentado contra la legalidad internacional, e incluso,  puede que tengan razón si lo dicen tan convencidos.
Pero lo que no puede pretender el sistema es que seamos tan crédulos y manejables. Son muchos los procesos transformadores acaecidos en los últimos tiempos en países que, curiosamente solo han sido convenientemente publicitados y apoyados si cuestionaban a mandatarios que no eran cómodos para el bloque occidental, por poner un nombre a los palmeros del capitalismo en vigor. 
Pero los resultados que pretendían estos, que tan gentilmente piensan y deciden por nosotros, no han sido de su agrado. Recuérdese que la enorme felicidad que les produjo la defenestración y muerte de Gadafi les ha generado un estado en descomposición que les ha creado bastantes más problemas que los que les daba el edulcorado revolucionario coronel. Tampoco sería edificante rememorar qué ha sido del enemigo público nº 1, el Iraq de Sadam Husein, que es mucho más peligroso y menos rentable, por el desbarajuste que allí provocaron.
Este humilde análisis pretende explicar las razones por las que Occidente ha dejado sin apoyo a los inductores de otro nuevo capítulo de la Primavera Árabe. No hemos de olvidar que la presión occidental ha provocado lo que dice el refrán “Salimos de Málaga y nos metimos en Malagón” No hay más que ver el piciazo de Egipto: los islamistas aprovechan el apoyo de Occidente en su beneficio, por ello no queda más que volver a posiciones anteriores, con otro golpe de estado,  y que los sueños democráticos tan cacareados han quedado en eso, en sueños; por ejemplo, más de 500 condenados a muerte por ser de otra ideología que no nos gusta. Entonces, ante el temor de que en Siria les ocurriera algo similar han olvidado a miles de rebeldes, bien intencionados y con ansias de libertades, por temor a favorecer el islamismo de Al-Qaeda, que cada vez tiene más predicamento entre los sublevados, sustentados por el dinero del petróleo de los tiranos de la Península Arábiga, los llamados Países del Golfo, de otros dictadores inamovibles. Tan inamovibles como Obiang en Guinea, como Mohamed VI en Marruecos, los protegidos de Musharraf en Pakistan, Hun Sen en Camboya, o los gobiernos de Chad, Djibuti, Sudán, etc, etc, etc. ¿En qué se diferencian, para nuestro criterio purista, esta gente del Niño que gobierna Corea del Norte, de Yanukovich en Ucrania o de otros por el estilo, contra los que se puede hacer todo lo posible por acabar con ellos?
Es hora de concretar y Ucrania era el tema. En todos los procesos de descolonización, de hecho o de derecho, se producen auténticas incoherencias: cabe recordar cómo se puede dejar un país dividido en dos trozos separados por miles de kilómetros como hicieron con Pakistán, o dejar en otro país dos grupos irreconciliables como hutus y tutsis, o como en el caso de Moldavia con el Transniester, o en Ucrania con Crimea y las zonas próximas, de vocación, lengua y origen ruso, junto a la parte occidental con intereses opuestos. Ese el es el germen del gran problema ucraniano y de esa tremenda guerra sucia interna, y  que de un dictadorzuelo, como nos lo venden, elegido democráticamente, se pase a un gobierno golpista de ultraderecha que pretende utilizar a una persona, que me parece honrada, como Yulia Timoshenko, para dar lustre a un gobierno racista que persigue a judíos y comunistas (sólo me falta lo de masones para recordarme algo).
Por eso, aunque Putin sea otro personaje pernicioso, por no decirle algo peor, esa decisión, según nuestros voceros ilegal, me parece lógica, se dispone a recuperar unos territorios donde viven una amplísima mayoría de rusos y que se sienten amenazados.
¿No defendemos la democracia? No solo este referéndum que tanto critican, todas las elecciones celebradas, han inclinado la balanza hacia los candidatos prorrusos ¿O es que Yanukovich sacaba los votos de una chistera?
Por último  parece que, antes de tomar posturas radicales contra la Anexión, se lo están pensando, ¿No se estará pensando Rajoy el millón y medio de turistas rusos, con buenas carteras, que se puede perder? ¿Si tan convencidos están de sus razones, acaso el problema del suministro del gas ruso es bastante motivo para calmar los ánimos? ¿O es que también han encontrado miembros de Al-Qaeda entre los luchadores por libertad de Ucrania?  Vamos, que no me suena.
Pasará lo que tenga que pasar y seguro que ni será bueno, ni justo, pero Ucrania es un ejemplo más de que Occidente, como los otros supongo, engañan por sistema para conseguir unos propósitos espurios, ¿o es que solo es bueno lo que a mí me conviene? Esto es cinismo, se llama cinismo. A mí no me llama la atención, pero no puedo dejar de manifestar, alto y claro, que no nos engañan, al menos no a todos.

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