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Sin Diazepam

¡Quillo, me sangra un huevo el escroto!

Aquello era como la mítica escena de la ducha de la gran Psicosis de Hitchcock… pero en color… Veo que me sigo desangrando

Publicado: 30/11/2023 ·
13:48
· Actualizado: 01/12/2023 · 08:22
  • Pongo una imagen para concienciar sobre la donación de sangre... -
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

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  • Aunque tenga fama de ser poco higiénico, mantengo unas conductas muy acordes con la sociedad actual
  • Coloco una toalla (Fátima me mata, la toalla es nueva, pero no estoy yo para dar vueltas por la casa en busca de una vieja)
  • Me coloco siete discos de algodón. Trato de sujetarlos con un esparadrapo pero hablamos de una superficie rugosa, inestable, amorfa y mojada

Aunque tenga fama de ser poco higiénico, mantengo unas conductas muy acordes con la sociedad actual. A diario me doy un limpiado superficial para aparentar y poder moverme entre la gente sin llamar en exceso la atención. Un ni fu ni fa… Luego, dos o tres veces por semanas profundizo algo más por una cuestión de salud. Y más o menos una vez al mes, me doy un fregoteo brutal, me escamondo de arriba abajo hasta casi perder el color de la piel.

Maquinilla en mano derecha, me pongo de puntillas, arqueo las piernas para dejar hueco y con la mano izquierda trato de alisar en lo posible la piel que cubre mis genitales, que todo hay que decirlo, es mucha y cada año más flácida, menos tersa. Arqueo la espalda y nada más tocar el lado más oscuro

Bien. El pasado viernes coincidía mi jornada de desratización con el hecho de que mis peques no dormirían en casa… dibujando en el horizonte una noche ‘romántica’ con mi pareja. Así que cuando estoy desnudo delante del espejo del cuarto de baño para dar comienzo a mi acicalamiento exhaustivo, inicio el proceso de afeitarme la barba de dos semanas con su pertinente recorte de la perilla. Al concluir, con una maquinilla eléctrica en la mano y los ojos mirándome el pecho peludo, decido eliminar dicho vello. Hecho lo dicho, miro hacia abajo y me digo… ¡Dale campeón, quítate esos rizos que rodean tu maravilloso pene! Envalentonado, me rasuro el pubis y ya puestos, decido continuar la poda por mis escrotos. Pensé que sería una novedad para la noche a solas, pensé que crearía esa curiosidad tan necesaria en las parejas que llevan mucho tiempo juntas, y sí, pensé que eliminando esa mata mi organillo sexual parecería más grande, que sería todo un órgano… y es ahí cuando la cagué.

Maquinilla en mano derecha, me pongo de puntillas, arqueo las piernas para dejar hueco y con la mano izquierda trato de alisar en lo posible la piel que cubre mis genitales, que todo hay que decirlo, es mucha y cada año más flácida, menos tersa. Arqueo la espalda y nada más tocar el lado más oscuro de mis partes pudendas, la cuchilla se engancha y me pega un pellizco bien curioso. Pero ya saben, para lucir hay que sufrir… Así que me recompongo, miro mis verdes ojazos reflejados en el espejo y trato de volver a la carga… Pero una mancha de sangre en las frías baldosas del baño me llama poderosamente la atención, logrando que todo se me encoja… Busco la fuente y la encuentro: mis huevos gotean sangre. Bueno, bueno, tranquilo, es un corte al afeitarme… no pasa nada, no pasa nada, pero el huevo sigue goteando y ¡qué goterones, por dios! Coloco una toalla (Fátima me mata, la toalla es nueva, pero no estoy yo para dar vueltas por la casa en busca de una vieja)… me pongo nervioso, abro un cajón del mueble que hay bajo el lavabo… veo una bolsa con discos de algodón desmaquillantes, cojo uno, cojo dos, cojo tres, cojo el puto paquete entero y no hay manera de parar la hemorragia… Mi vida se me va por mis cojones, ya me lo decía mi madre, que no tenía que echarle tantos cojones a las cosas, que tenía que ser más humilde… Busco en los cajones y veo agua oxigenada y alcohol… me riego la herida, empapo los discos, y nada, eso sigue sangrando….

En el salón solo está el más pequeño de mis niños… El mayor y su madre están dando vueltas por el pueblo. Dudo si llamar al peque… pero solo tiene siete años. No sólo no puede ayudarme, sino que tampoco creo que sea bueno para su mente crearle un trauma con la imagen de su padre empelota, con las manos ensangrentadas y con uno de sus testículos goteando hematíes, leucocitos y plaquetas, mientras que alrededor se ha creado una blanca aureola de hilitos de algodón. Así que decido meterme en la bañera a ver si con el agua caliente se me corta…

Quillo, aquello era como la mítica escena de la ducha de la gran Psicosis de Hitchcock… pero en color… Veo que me sigo desangrando (imagino que viene del Latín chinesco desan-glande)… salgo de la bañera y me vuelvo a untar de todo, alcohol, Mercromina, agua oxigenada, Axe, una colonia del Barça que le regalé a mi hijo, contorno de ojos e incluso trato de introducirme por el ano un tampón mientras mordisqueo con ansiedad una compresa… de nada sirve, no me queda otra… tendré que ir a la Casa del Mar (Centro de Salud). Pero no quiero, no quiero que nadie me vea, aquí nos conocemos todos, qué dirán… Pero no me queda otra, mejor vivir avergonzado que morir desangrado… Me coloco siete discos de algodón. Trato de sujetarlos con un esparadrapo pero hablamos de una superficie rugosa, inestable, amorfa y mojada… así que desisto. Sujeto los discos con una mano y con la otra me voy poniendo los calzoncillos… La idea es que ejerzan presión sobre los discos… pero traten de hacerlo en sus casas y verán que esa postura en un cuarto de baño es sinónimo de abrirse la cabeza. Aún así, lo logro… salgo del baño, voy a la habitación, me visto… busco la tarjeta sanitaria, pienso que al menos estoy limpio para ver la médico… regreso al lavabo y allí parece que se han cometido doscientos asesinatos y trescientos sacrificios a los dioses del escroto… si llega Fátima, aunque me curen, me mata… escondo como puedo las huellas, elimino la toalla, los discos, las compresas, y rocío el suelo con agua oxigenada…

Antes de salir, decido mirar si se ha producido un milagro y comprobar que no voy a ir por la calle dejando un rastro de sangre. Y sí, ¡milagro! Ya no sangro… Respiro aliviado, abrazo a Naím que no entiende mi efusividad, me miro los huevos de nuevo para no dejarme llevar por una falsa euforia… todo está bien… Esto cicatriza, lentamente, pero cicatriza. De nueva te has librado enfermera…

Tres horas después, decido contar mi anécdota en la cena a otra pareja… Me dicen que en el escroto hay mogollón de venillas… Pues mira… De vuelta a casa mi mujer me dice que esas cosas no se cuentan… Digo, pues vale… pero, pienso para mis adentros, ya tengo artículo para esta semana.

PD: Esa noche no fue romántica, me dolía y aún más me dolió la risa de Fátima al ver mi sexo afeitado. También me llevé una bronca por la toalla y por el uso indiscriminado de los discos de algodón. Y, sí, ahora, cuando comienza a volver el vello a mi bello pene, me pica un huevo los huevos. Aún así, leñes, al mirarme en el espejo mi pene parece más grande (del Latín chinesco Glande).

PD-2: Óscar, amigo mío, apodado el ‘Brevas caídas’, ni lo intentes y ya sabes por qué…

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