Pero ¿quién era nuestro personaje? Hija de Luis Pidal y Cristina Chico de Guzmán, nació en Madrid en 1891. Su padre era a la sazón Embajador de España en la Santa Sede y había sido Ministro de Fomento. Se dice que su educación fue esmerada y que desde niña su vocación había sido consagrar su vida al servicio de Dios. En su juventud dedicó tiempo y esfuerzo en obras de beneficencia, ayudando a pobres y marginados. Ingresó en el Carmelo de El Escorial en 1919 y un año después tomaría el hábito carmelitano.
Su firme voluntad y el amor a Jesús le llevaron a fundar un Carmelo en el Cerro de los Ángeles, justo el centro de España y próximo al monumento del Sagrado Corazón, para así contemplarlo y reverenciarlo en plenitud. En 1926, fue nombrada priora de la comunidad, y de allí sería expulsada junto a otras monjas en 1936; a su vuelta, concluido el conflicto, el Carmelo estaba arrasado. Desde los años 30 a los 60, la hermana Maravillas fundó 11 conventos (uno en la India), un colegio, una clínica para la atención a religiosas, dos guarderías y una barriada de 200 casas en Perales del Río. Es muy llamativa tal labor social en una monja de clausura dedicada a la vida contemplativa. Falleció en La Aldehuela en 1974, exclamando: "¡qué felicidad morir carmelita!". Era modelo de serenidad, inteligencia, caridad y entrega, fervorosa de la oración y de la penitencia. "Me siento amada por Dios", decía.
Fue canonizada en 2003, junto a otros cuatro beatos (Sor Ángela de la Cruz, Sor Genoveva Torres, Padre Pedro Poveda y José María Rubio), en un acto multitudinario celebrado en Madrid y presidido por Juan Pablo II. En su proceso figuran al menos dos milagros reconocidos: la curación de un enfermo con agranulocitosis y la inexplicable recuperación de un chico mejicano, en coma profundo tras ahogamiento y paro cardiorrespiratorio.
Con motivo del episodio relatado, no todos los medios de comunicación han tratado como se merece a Santa Maravillas de Jesús. El diario 'Público' se refería así en sus titulares: "Sor Maravillas, la monja integrista. Preconciliar y conservadora, la biografía de la santa reúne todas las características de los mitos del nacional-catolicismo".
Se equivocan los que siembran el rencor. Como se equivoca Alonso al pregonar que los símbolos religiosos deben recluirse en las iglesias o en la intimidad. Eso es laicismo puro y no sana laicidad. Pero yerra aún más cuando considera que el justo homenaje a esta mujer deviene de su condición de religiosa: es el lógico reconocimiento a una persona excepcional, que hizo mucho bien y dedicó toda su vida al amor. Amor a Dios, que es, a la postre, amor a sus hermanos.