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La cultura de la comparación

Somos esclavas de una imagen distorsionada de la realidad, de una representación única, embellecida y rejuvenecida del mundo que nos cala hasta lo más hondo

Publicado: 02/06/2022 ·
18:15
· Actualizado: 02/06/2022 · 18:15
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Autor

Lucía López

Periodista. Me encanta escribir, el cine y la moda. Amante de los animales, los atardeceres y las librerías

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Cultura y Ocio en Vejer: Exposiciones, museos, entrevistas, obras de teatro, cine, música y mucho más.

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Todos y todas compartimos ciertos miedos, miedo a enfermar, a la pérdida, a la muerte, a fracasar, a volver sola a casa (aunque esto sea un miedo mucho más recurrente en mujeres que en hombres), etc. Pero ¿y los miedos en torno al cuerpo? No son menos importantes, y afectan bastante a un alto porcentaje de mujeres: miedo a engordar, a envejecer, a alejarse poco a poco de un ideal de belleza…

En mi caso, el miedo a no gustarme era parte de mi miedo a no ser aceptada en distintas facetas de mi vida, como la profesional. Y el miedo a verme mayor, a no reconocerme en los recuerdos que sugiere mi Iphone, a no volver a tener la piel que he tenido a los veinte, miedo a lo rápido que pasa el tiempo...

Esos miedos superficiales tienen que ver con un exterior obsesionado con la belleza y la juventud. No es fácil crecer con esa presión que siempre se ha cebado más con nosotras que con ellos, ni siquiera cuando eres una persona adulta que entiendes que no vas a ser siempre joven y asumes lo aparentemente superficial que es la sociedad actual.


Somos esclavas de una imagen distorsionada de la realidad, de una representación única, embellecida y rejuvenecida del mundo que nos cala hasta lo más hondo. El rejuvenecimiento de algunas actrices en las películas empieza a ser terrorífico (lo de Nicole Kidman en Ser los Ricardo da que pensar), los cambios de peso pueden llegar a ser más importante que el talento, y el retoque en la publicidad y en las revistas hace que todas sean la misma mujer negada de expresión porque les han quitado las arrugas y hasta el alma.

En la actualidad, existe una relación entre la materialidad del cuerpo con los entornos digitales, o mejor dicho, con Instagram. Cada vez un porcentaje más alto de jóvenes que acaban de cumplir la mayoría de edad deciden recurrir a la cirugía.  Son muchas las influencers que narran en sus redes sociales sus intervenciones de cirugía, ya sea para hacérselas gratis o con la intención de normalizarlas, sea como sea, se está popularizando, y los más jóvenes no son conscientes de ello.. El pómulo prominente, nariz inexistente, ojos de gato, rellenos de labios... Un efecto alien que se genera en gente joven que se marca tanto algunos rasgos que parecen seres inexpresivos. Y lo hacen porque buscan un nuevo canon de belleza en el que todas tienen prácticamente la misma cara y el mismo cuerpo, que es  el dictado por los filtros de Instagram y por las influencers, que tratan de convencernos para que nos amemos a nosotras mismas con filtros, maquillaje y cirugía de por medio… hipocresía en estado puro

Pero esto tiene un nombre y se llama dismorfofobia y es una afectación psicológica cada vez más común debido a un inconformismo continúo con el aspecto físico inducido, en parte, por una obsesión hacia los nuevos cánones de belleza que marcan fundamentalmente las redes sociales.

¿La única forma de escapar de esta cultura de la comparación? Aprender a amarnos a nosotras mismas, la que posiblemente sea la operación más complicada de nuestra vida, pero la que sin duda, más valdrá la pena, para despedirnos por siempre de todos nuestros miedos y ser plenamente felices.

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