Los aledaños del Teatro Falla también levantan el telón
En la puerta trasera del Falla ya no se agolpan aficionados con su radio y ahora lo ocupan los familiares de los componentes
os negocios de la zona cobran vida durante el mes de concurso, algo que agradecen en estos tiempos difíciles
Arranca el Concurso de Agrupaciones Carnavalescas del Teatro Falla, momento muy esperados por la gran mayoría de gaditanos y por cada vez más foráneos enamorados de esta fiesta.
El concurso se ha convertido sobre todo en los últimos años, en el plato fuerte del carnaval gaditano, en el epicentro, y cada vez va tomando más protagonismo. Las coplas comenzaron a sonar ayer sobre las tablas del templo de los ladrillos coloraos y no sólo se dejan sonar para el público asistente.
Las ondas de radio, internet y la pequeña pantalla llevan a todos los rincones lo que se vive en el escenario, lugar que algunos pisarán por vez primera y otros lo conocen mejor que su casa, mientras que los aledaños del Teatro Falla cobran una dimensión mayor al disfrutar de una vida paralela al concurso.
Ambientito carnavalesco
Los aficionados apuran el cigarrillo y compran unos caramelos en Aridian antes de entrar al Teatro. Empieza la sesión, ya con todos los asistentes en su lugar, quedando la puerta de acceso casi desierta, momento en el que la puerta trasera del coliseo cobra vida, con la entrada y salida de las agrupaciones y decorados, los familiares de los componentes esperando para felicitarles por su actuación y algún que otro amiguete interesado esperando que alguien le de un pase de figurante para poder entrar y vivir la jornada desde los camerinos, que no es poco.
Por suerte para unos y por desgracia para otros, lo que se ha perdido era el ambiente que se vivía hasta hace unos años en la puerta trasera, con multitud de curiosos acompañados de su radio escuchando lo que ocurría sobre las tablas mientras no perdía detalle de los pasacalles de los grupos cuando se disponían a entrar en el Falla.
Un refrigerio
Se acerca una agrupación por Diego Arias y baja el volumen de su pasacalle para alterar lo menos posible el sueño de los enfermos del Hospital San Rafael. Mientras rodean el Teatro van saludando a amigos y curiosos que se toman una cervecita con una tapita en el Bar Falla, en El Aljibe, en el Madueño o en El Ducal, lugares que junto a La Bella Italia difícilmente se quedan vacíos durante el transcurso de la sesión.
Suena el último popurrí de la noche y el Falla cierra sus puertas hasta el día siguiente, momento en el que el trabajo fuera del Teatro es para los taxistas y algún bar que apura las últimas copitas a sus clientes, mientras que en el interior del Falla es momento para que los periodistas terminen de escribir lo que se leerá sólo unas horas más tarde, y el personal de limpieza deje desde el escenario hasta el último rincón del gallinero, como si nada hubiera ocurrido allí. Llegó el momento de abrir el telón dentro y fuera del Teatro Falla.
El concurso se ha convertido sobre todo en los últimos años, en el plato fuerte del carnaval gaditano, en el epicentro, y cada vez va tomando más protagonismo. Las coplas comenzaron a sonar ayer sobre las tablas del templo de los ladrillos coloraos y no sólo se dejan sonar para el público asistente.
Las ondas de radio, internet y la pequeña pantalla llevan a todos los rincones lo que se vive en el escenario, lugar que algunos pisarán por vez primera y otros lo conocen mejor que su casa, mientras que los aledaños del Teatro Falla cobran una dimensión mayor al disfrutar de una vida paralela al concurso.
Ambientito carnavalesco
Los aficionados apuran el cigarrillo y compran unos caramelos en Aridian antes de entrar al Teatro. Empieza la sesión, ya con todos los asistentes en su lugar, quedando la puerta de acceso casi desierta, momento en el que la puerta trasera del coliseo cobra vida, con la entrada y salida de las agrupaciones y decorados, los familiares de los componentes esperando para felicitarles por su actuación y algún que otro amiguete interesado esperando que alguien le de un pase de figurante para poder entrar y vivir la jornada desde los camerinos, que no es poco.
Por suerte para unos y por desgracia para otros, lo que se ha perdido era el ambiente que se vivía hasta hace unos años en la puerta trasera, con multitud de curiosos acompañados de su radio escuchando lo que ocurría sobre las tablas mientras no perdía detalle de los pasacalles de los grupos cuando se disponían a entrar en el Falla.
Un refrigerio
Se acerca una agrupación por Diego Arias y baja el volumen de su pasacalle para alterar lo menos posible el sueño de los enfermos del Hospital San Rafael. Mientras rodean el Teatro van saludando a amigos y curiosos que se toman una cervecita con una tapita en el Bar Falla, en El Aljibe, en el Madueño o en El Ducal, lugares que junto a La Bella Italia difícilmente se quedan vacíos durante el transcurso de la sesión.
Suena el último popurrí de la noche y el Falla cierra sus puertas hasta el día siguiente, momento en el que el trabajo fuera del Teatro es para los taxistas y algún bar que apura las últimas copitas a sus clientes, mientras que en el interior del Falla es momento para que los periodistas terminen de escribir lo que se leerá sólo unas horas más tarde, y el personal de limpieza deje desde el escenario hasta el último rincón del gallinero, como si nada hubiera ocurrido allí. Llegó el momento de abrir el telón dentro y fuera del Teatro Falla.
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