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El jardín de Bomarzo

En tiempos de cólera

Cuando un medio de comunicación o grupo editorial languidece se encaja o cierra una ventana a la verdad

Publicado: 12/11/2021 ·
09:47
· Actualizado: 12/11/2021 · 09:47
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  • El jardín de Bomarzo.
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Necesitamos las últimas palabras de Williams antes de morir, mientras sube los trece peldaños. Algo con mucha garra... Si quieres, te las inventas". Walter Matthau en Primera plana.

 El periodismo es uno de los oficios menos corporativistas del planeta, de hecho pese a que numerosas asociaciones rodean a los periodistas para su supuesta defensa nunca las empresas del sector se han puesto de acuerdo en nada para lograr objetivos comunes desde su unidad editorial y mira que hay asuntos que a todos afecta por igual. Al revés, cuando un periódico o un medio de comunicación atraviesa por dificultades, reduce plantilla o cierra en el sector -en general- se recibe la noticia con medido entusiasmo por aquello de la oportunidad que surge para ocupar el espacio que el otro cede, de ganar influencia, de aumentar difusión y, con ella, ingresos. Y es un error brutal porque los medios de comunicación serios, que cada día para desgracia de la población son menos y eso nos hace socialmente peores, hacen mejores a los otros medios de comunicación serios, la competencia activa el mercado y nos mantiene vivos y es lastimoso que los grupos editoriales históricamente hayan sido incapaces de acordar para protegerse de invasores tan peligrosos como son esa proliferación de digitales de bajo rango y de medios de comunicación fantasmas, algunas veces auspiciados por determinados intereses políticos que alimentan al francotirador para airear las desgracias del adversario. Y es entonces cuando nos damos cuenta de la importancia que tienen los periodistas profesionales que ejercen su oficio desde la objetividad, desde la veracidad, desde la cierta independencia y digo cierta porque todo el mundo tiene derecho, periodistas y empresas periodísticas, a tener una opinión y desde el respeto y la objetividad expresarla, siempre que no se falte a la verdad y, además, no hay que olvidar que las editoras son empresas que han de sufragar sus gastos de personal y funcionamiento y su objetivo es conseguir rentabilidad económica, informando, comunicando, pero no son ONGs bajo banderas como "periodistas sin fronteras". No.

Cuando un medio de comunicación o grupo editorial languidece se encaja o cierra una ventana a la verdad, no nos damos cuenta de lo que teníamos hasta que lo hemos perdido. Ir al kiosco y comprar tu periódico o adquirirlo gratis sin tener que localizar los pocos puntos de ventas ya existentes, sintonizar en el dial aquella emisora o en televisión ese otro canal en busca del informativo sabiendo que lo que vas a leer, oír o ver es, en general, reflejo de un trato profesional de la noticia, resulta realmente valioso, como leer artículos variados para obtener una opinión formada de muchas cosas. Valioso, pero por desgracia jamás nadie sale en defensa de los periodistas o grupos editoriales que atraviesan dificultades, a quienes a veces la sociedad mira con el recelo de a un político por la histórica relación que une a ambos poderes: “Prestarte a una entrevista es como prestarte a que te den por culo: te abres de patas y que sea lo que Dios quiera. Si el periodista es listo, en la entrevista sales listo; si es tonto, sales tonto. Y, como la mayoría de los periodistas son tontos… Créeme: no hay nada peor que un periodista. Salvo un político, claro”. Este párrafo es obra del magnífico Javier Cercas en su último libro, Independencia; tenaz, agudo, inmenso.

Vivimos en una sociedad de la comunicación que hace que sea el peor momento del periodismo. Ahora no sirve comprar un periódico que cuenta noticias gestadas el día anterior porque la comunicación ésta  más activa y viva que nunca, fluye con rapidez, cualquier cosa que suceda en el mundo es noticia a los cinco minutos en el lado opuesto del globo. Queremos enterarnos de la noticia casi en el momento, consumimos vorazmente lo que está ocurriendo online y, encima, todos nos podemos comunicar con todos a través de redes sociales y cualquiera se puede convertir en influencer de la comunicación y ser, de por sí, un pequeño medio andante y en directo; por tanto, pueden haber tantos medios de comunicación como personas, lo que ofrece un flujo de información inmenso. Por contra, esto trae consigo la abundancia de noticias falsas, de mensajes manipuladores de la opinión pública, pasto de los intereses políticos o personales de quien difunde en las redes.  Esto, al contrario de lo que pueda parecer, hace más necesario que nunca el oficio de periodista y a los medios de comunicación serios, estos que huyen del clik fácil con titulares engañosos, del contenido patrocinado camuflado para que salte a través de google y obtener así máxima difusión, del bulo como estrategia de derribo, de autopromoción, de extorsión y acoso; podrás estar de acuerdo o no esta o aquella línea editorial, pero el titular engañoso medido o el bulo son otra cosa que algunos políticos sufren y otros alimentan y que la sociedad en general no castiga como debiera porque a veces consume mejor una mentira divertida que una realidad seria. El bulo nos daña a todos, sobre todo a los medios de comunicación que aspiran a obtener rentabilidad diaria a través de la noticia veraz.

Una muestra es el caso del medio digital que lleva diez días seguidos alrededor de unas noticias sobre Ábalos con un acoso que claramente persigue hundir al ex ministro, haciendo mucho daño a él y a su familia, sin aportar ni una prueba porque todo está basado en comentarios anónimos. Esto no es propio de una democracia, más parece que estemos en una república bananera donde vale todo para hundir al enemigo. Y lo peor es que nuestro sistema es tan excesivamente protector de algunos derechos fundamentales -los políticamente correctos- que ha dejado otros derechos de la persona sin protección judicial. El derecho fundamental a la intimidad, a la dignidad de la persona y a la propia imagen no son derechos puestos en valor por nuestra democracia. Bajo el paraguas de la libertad de expresión se protegen los bulos, las fakes news, importando poco o nada el daño que se hace a la persona atacada y esto aumenta el semillero de los medios que hacen de la basura su leit motiv para promocionarse, aumentar visitantes y, con ello, conseguir publicidad. ¿Alguien conocía a ese medio antes de que le diera por ir contra Ábalos sin una prueba?  

Este viernes Publicaciones del Sur celebra en San Fernando su IV Jornada Nacional de Periodismo y destacados profesionales como Marta Robles, Antón Losada, Anabel Díez, Juan de Dios Mellado, Enrique Cervera, Lourdes Lucio, Pedro García, Ana Huguet o Fernando Pérez Monguió subirán al estrado para hablar, debatir o moderar después de que la empresa organizadora entregue a Matías Prats -presentador de informativos de Antena 3- el premio por su trayectoria en honor al fallecido Pepe Oneto y todo bajo el título El periodismo en tiempos de pandemia. Jornadas que han sobrevivido pese a la dificultad de organizarlas atravesando la crisis del Covid porque hoy más que nunca se hace necesario exponer a la opinión pública, por profesionales, la necesidad de vitalizar un sector sin el cual seríamos otras cosas distintas a las que somos y, seguramente, peores, de saber separar lo que es información veraz y medios de comunicación profesionales de otras cosas que ofrece el mercado global y que atentan contra la ética y la estética. De poner en valor las noticias contrastadas y que nos cuentan la verdad, aún edulcorada por líneas editoriales móviles, pero la verdad, de cuidar a empresas y profesionales que se empeñan en hacer periodismo serio en estos tiempos de cólera y pandemia, de globalización, de inmediatez tan avasalladora que lo arrasa todo y apenas si nos deja espacio para separar grano de paja.

Ya lo decía Billy Wilder en la siempre revisable y genial Primera plana, con Matthau y Jack Lemmon: "Bien, si está en los periódicos debe ser verdad. No imprimirían una mentira".

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