La torre se puede derrumbar, la cuerda se puede romper pero nunca ha sucedido… como tampoco ha sucedido que los hijos de los toreros en brazos de sus padres hayan sufrido ningún percance
erminamos un año y al filo de las doce de la noche comenzamos otro con la última campanada del reloj y la última uva para todos los que celebramos la nochevieja