Atenas amaneció este jueves con el comercio y los colegios nuevamente cerrados, apenas unas semanas después de reabrir, y dentro del plan del Gobierno conservador de ir abriendo y cerrando en función de la situación epidémica.
Tras la apertura del comercio el pasado 18 de enero y de la enseñanza el primero de este mes, la curva de contagios volvió a ascender hasta situarse en los alrededor de 1.500 casos diarios actuales.
El aumento se debe tanto a la apertura del mercado, como de los colegios, donde las clases presenciales se han estado impartiendo como siempre, con casi 30 alumnos por aula.
También el cumplimiento de una serie de medidas fundamentales, como el incremento el teletrabajo o la restricción de los pasajeros en autobuses han llevado a que en la imagen de este segundo confinamiento sea completamente distinta a la del anterior.
Pero uno de los factores que más preocupa a los expertos es la rápida propagación que está teniendo la variante británica de la covid, considerada más contagiosa, si bien los epidemiólogos internacionales todavía no se han puesto de acuerdo sobre cuánto más virulenta es (las cifras varían entre el 30 % y el 70%).
El cierre que entró en vigor hoy tan solo afecta a la región capitalina de Atica, donde vive en torno al 40 % de los cerca de 11 millones de habitantes Grecia, y a algunas zonas con un índice especialmente alto de contagios.
Si bien Grecia tiene actualmente una tasa de reproducción del 0,98 y un índice de positividad medio de 2,8 sobre 250.000 pruebas realizadas en la semana del 1 al 7 de febrero, la presión sobre los hospitales es alta debido a la precariedad en la que se encuentra el sistema sanitario tras años de crisis económica.
Así, la de ocupación de las ucis en Atica roza ya el 80 %, justamente en la región con el mayor número de camas del país y hasta ahora destino, en caso de necesidad, de los traslados desde las zonas menos preparadas.
Durante la primera ola de la pandemia, Grecia gestionó la crisis de forma modélica, con un confinamiento precoz y un seguimiento ejemplar de las medidas por parte de la ciudadanía, factores que ayudaron a evitar un colapso sanitario.
En la segunda ola, en cambio, el hartazgo es similar al que están experimentando otros países, incrementado por la falta de coherencia del Gobierno, que decreta cada par de días nuevas medidas sin esperar a evaluar los resultados.
LAS ACTITUDES DE YEORYIADIS Y MITSOTAKIS
A ello se suma una serie de actitudes contradictorias entre los ministros, como el de Fomento, Adonis Yeoryiadis, quien el fin de semana, anunció que se suspendían los servicios de entrega de comidas para desdecirse horas después.
Pero también el propio primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, que sigue gozando de elevados índices de popularidad, ha cosechado fuertes críticas por haber asistido a un almuerzo con una treintena de personas en el domicilio particular de un diputado de su partido en la isla de Ikaría.
Teniendo en cuenta que las reuniones que se salgan del ámbito familiar están prohibidas actualmente, a un ciudadano normal éste ágape le habría salido caro: 3.000 euros de multa al anfitrión y 300 a cada uno de los comensales.
En una entrevista anoche en la cadena privada Skai, Mitsotakis reconoció que hubo un "problema de imagen" pública que pudo "herir a los ciudadanos" y prometió que "no volverá a suceder". Era la segunda vez que tropezaba con un problema de esta índole, tras sacarse unas fotos sin mascarilla con varios paseantes durante una excursión dominical con su bicicleta de montaña.