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Morbo Covid provinciano

Las prisas son malas consejeras. Dicen. El populismo, aún más. La suma, más que peligrosa. Aprovecharse de la desgracia y de la muerte, una gravísima...

Publicado: 19/01/2021 ·
22:33
· Actualizado: 19/01/2021 · 22:33
  • COVID-19. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Las prisas son malas consejeras. Dicen. El populismo, aún más. La suma, más que peligrosa. Aprovecharse de la desgracia y de la muerte, una gravísima irresponsabilidad. Empieza por el alarmismo. Si es preciso concienciar a inconscientes y negacionistas, muéstrense  UCI y respiradores. Húyase del morbo politicastro de simular una Avenida llena de féretros, para buscar el efecto de culpar al Gobierno, pero muéstrense los féretros, esos que los familiares no pueden acompañar ni, por tanto, llorar sobre ellos. Sean valientes antes que atrevidos y decididos antes que cobardes. El alarmismo sobra en una situación como la que ya va para un año; alarmismo y servirse de la situación puede explotarles en pleno rostro. Debería explotarles en pleno rostro.


Se necesita un mecanismo jurídico para acabar con esta utilización macabra de una situación lamentable. Ciertas medidas, que nadie se habría atrevido a implantar sin la ayuda inestimable de la pandemia, no obedecen a la pandemia, sino a la pasión política por controlar, por acostumbrar a obedecer, por crear borreguismo, como el del comprador temeroso de acercarse a la caja del super hasta ser llamado, aunque la cajera lo esperara en silencio. La obsesión de los políticos por dominar a la población mediante el adormecimiento de la facultad cognitiva ha entrado en el peligroso terreno pantanoso de imponer medidas dictatoriales incluso absurdas, con el insano fin de obtener obediencia ciega, de construir un mundo irracional de “monos desnudos”. Nunca podrán convencernos de que el nivel de contagio sea menor en la puerta del Centro de Salud, al frío o al calor, sin posibilidad de guardar distancia de seguridad. Ni de que se disminuya el número cerrando todos los registros de la Junta y entonces obligar a pedir cita para sellar un papel. Se obliga a esperar días y a finalmente guardar cola, para lo que antes del Covid se hacía en pocos minutos y sin complicaciones. Nadie nos puede convencer de que eliminar la atención médica presencial y hacer esperar de pie, a la intemperie a quien acude de urgencia va a disminuir contagios, pero sí puede complicar en gran medida tanto a enfermos de Covid como de cualquier otra dolencia o enfermedad.


Como otros casos en los que el Covid sólo es excusa para estultos, llega al ridículo la obsesión por la confirmación provincial, como si una línea marcada en el mapa fuera capaz de frenar o ampliar una pandemia mundial. La obsesión por la división, por machacar con la idea de la separación y su subordinado, el enfrentamiento, marcar el confinamiento por provincias supera esa idea divisoria para entrar en lo llanamente irresponsable: pueblos contiguos de distintas provincias pueden tener síntomas comunes, o no. Impedir el paso de uno a otro por estar situados en distintos entes artificiales como son las provincias, es decisión puramente política, contraria a la lógica y a la prevención médica. Como democracia claramente deficitaria que es, en España falta un mecanismo que nos permita conducir a estas autoridades irresponsables y simuladoras ante un Tribunal.

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