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Madres con discapacidad se reivindican: “No somos niñas”

El Senado acaba de aprobar la eliminación de la esterilización forzosa. Cermi plantea también erradicar estereotipos y garantizar los derechos reproductivos

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  • Madres con discapacidad reclaman libertad para ejercer sus derechos reproductivos e igualdad. -

En 1989, el Gobierno reguló la esterilización forzosa de mujeres con discapacidad. La semana pasada, el Pleno del Senado aprobó por unanimidad erradicar una práctica que, solo en la última década, ha afectado a un millar de mujeres en España. Concretamente, la proposición de ley de reforma del Código Penal elimina el segundo párrafo del artículo 156 que, actualmente, despenaliza las esterilizaciones no consentidas, previa autorización judicial.

Isabel Viruet, secretaria general del Comité de Entidades Representantes de Personas con Discapacidad en Andalucía (Cermi), se muestra satisfecha porque la legislación en vigor es aberrante. No obstante, advierte, por un lado, que hace falta velar por el cumplimiento del cambio normativo para proteger la integridad del colectivo ante una situación extrema como ésta pero, por otra parte, plantea la necesidad de desterrar estereotipos en torno a las mujeres que, sin estar incapacitadas judicialmente, ven coartado su derecho a ser madres.

Hace quince días, Cermi Andalucía organizó unas jornadas para reivindicar sus derechos reproductivos e igualdad. Viruet remarca que, para la sociedad en general, “la mujer con discapacidad es una mujer infantilizada eternamente”.  “Se las ve como a una niña de doce años y no se asume que tiene deseo sexual y que, llegado el caso puede desear ser madre; se les niega la posibilidad de disfrutar de una vida plena y se les dificulta, cuando no se les priva, de la libertad para ejercer los mismos derechos que disfruta cualquier otro adulto”, explica.

La coordinadora de la Fundación Cermi Mujeres, Isabel Caballero, se refirió a este fenómeno durante su participación en el foro como “reproche social”. A estas mujeres, “se les cuestiona su capacidad de ejercer tareas de crianza y cuidados”, señaló.

María Muñoz recuerda, al respecto, que el ginecólogo exclamó un “¿cómo es posible?” cuando confirmó que esperaba un niño hace trece años. María, que sufrió un ictus a consecuencia del tratamiento de fecundación in vitro al que se estaba sometiendo que le dejó paralizado medio cuerpo, consiguió  quedarse embarazada de forma natural. “Durante los nueve meses decidieron por mí”.

No solo los prejuicios jugaron en su contra. También lo hizo la falta de formación y experiencia por parte de los profesionales sanitarios que la atendieron. “No sabían a qué se iban a enfrentar y se preguntaban hasta si dilataría en el parto de manera normal o no”. Sin embargo, el nacimiento se produjo sin incidencia, con total normalidad.

“Desde el primer día solo han contado con el padre”, lamenta Irene Jiménez, madre con discapacidad visual que dio a luz recién decretado el estado de alarma, a mediado de marzo. “No recibí ayuda para atender al bebé en ningún momento, todo lo he necesité aprender, lo hice a través de mi pareja”.

La falta de formación en los profesionales sanitarios es ostensible. La responsable de Cermi Andalucía reclama a las administraciones públicas que se involucre para, por medios de sus recursos humanos, ofrecer apoyo personal a estas mujeres. “Las madres siempre buscan la manera de llevar el embarazo sin riesgo, parir y amamantar, cuidar, en definitiva de sus hijos”, estas familias “aportan valores que hoy están en retirada, como la valentía, el esfuerzo, la creatividad, son personas intrépidas”. Las instituciones, concluye, solo tienen que corresponder con el acompañamiento, la sensibilización y la supresión de barreras, físicas, que aún las hay, y, sobre todo, sociales.

Ninguneadas en la crianza de los hijos a causa de la enfermedad mental

“Cuando aparecen problemas de salud mental, las mujeres acaban divorciadas y tirando como pueden con los hijos o, si la relación no se rompe, ninguneadas en la crianza”. La cruda reflexión sobre una realidad más dura aún la hace Paqui Ruiz, de la asociación cordobesa Semillas de Futuro Salud Mental Montoro, quien advirtió de que, con la pandemia, el 95% de los usuarios del servicio de terapia solidaria que puso en marcha la organización fueron mujeres con problemas de ansiedad. "Nos hemos acostumbrado a vivir con mujeres deprimidas y medicadas,", lamenta, y advierte de que “hay un antes y un después del diagnóstico, se rompe la vida y, si ese duelo no se supera adecuadamente, los hijos acaban relacionándose con una extraña”. La familia es importante. "Si no se tiene en cuenta la maternidad como elemento clave, puede convertirse en un factor de riesgo importante". Por ello, pide impulsar iniciativas asistenciales y de acompañamiento como el que desarrolla su entidad. “Valoramos los recursos de la madre, como familia o amigos, para ayudarla a recomponerse, y ayudamos a proteger a sus hijos para interiorizar la enfermedad sin estigmatizar a la madre”, explica. La entidad ofrece una programa residencial pionero en Andalucía, con cinco viviendas en el entorno rural y una de ellas exclusivamente para mujeres.

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