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Cementerios virtuales

Hasta hace unos años los antecesores quedaban inmortalizados en el papel fotográfico. Hoy se nos quedan en las redes sociales.

Publicado: 19/10/2020 ·
14:05
· Actualizado: 19/10/2020 · 14:14
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Aprovechando el buen tiempo, en el cementerio se blanquean los nichos para conmemorar a los difuntos. La cal ha sido sustituida por la pintura plástica y la silicona blanca, más cómodas y fáciles de limpiar, pero con un olor tan seco y amargo que producen náuseas. Atrás han quedado las cañas largas para alcanzar la parte más alta de los módulos, donde se ataban los pinceles, tan distintos a los que ofrece Internet, y la propina al operario para el mantenimiento. Sin embargo la escalera permanece, sujeta a una cadena que libera un euro, en lugar del respetado y comprometido turno verbal. Al anotar esto último aparecen los mayores recorriendo el camposanto, acompañados por un hijo o una cuidadora, sin poder digerir a solas la pena del desamparo, coartados por la compañía con la mejor intención. Ese rato íntimo y personal se ve obligado a convivir con la dependencia. Aún así, hay acompañantes comprensivos que se separan un poco para respetar su privacidad. Con ella o no, el recuerdo permanecerá vivo hasta la cuarta o la quinta generación.

Hasta hace unos años los antecesores quedaban inmortalizados en el papel fotográfico. Hoy se nos quedan en las redes sociales. Cuando un amigo o conocido se nos va, resulta muy doloroso eliminar su correo electrónico o su teléfono de la lista de contactos. Sin embargo es mucho peor que Facebook recuerde desearle un feliz cumpleaños. Entonces pensamos en esta inteligencia artificial, en la posibilidad de eliminación de estos usuarios con la debida autorización. Quizás no esté contemplado, pero evitaría una sorpresa amarga.

Desaparecer de esta red social es complicado si no lo hace uno mismo. Dentro de nada se creará un cementerio virtual -si no lo hay ya- para cuando la muerte llegue por la propia ley de la vida, por si el usuario es respetablemente supersticioso y no desea hacerlo voluntariamente, un sinfín de razones para justificar la creación. Mientras tanto visitamos el real, donde los familiares adecentan los nichos con un esmero especial en estos días, observando la búsqueda del euro, oyendo el sonido metálico de la cadena al liberar la escalera, siendo testigos mudos del robo de las flores, pasando el duelo con privacidad.

Posiblemente el cementerio sea el único lugar donde perviven la primavera y el color todo el año acompañando a la tristeza. Y esta sensación ni la roza uno virtual. Ánimo.

 

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