El apicultor jerezano Álvaro Duarte ha patentado un sistema que previene la invasión de abejas en viviendas. Natural de La Guareña y conocido en la provincia de Cádiz por ser un referente en el rescate de enjambres, ha inventado diferentes mecanismos naturales para evitar que los enjambres crezcan en las paredes de los edificios o en techos. Porque, más vale prevenir que rescatar.
En lo que va de año, Duarte ha logrado recoger casi 180 colmenas; una media de un rescate al día. Ni el Covid-19 ha conseguido frenar su trabajo. “He evitado que mucha gente salga de sus casas durante la pandemia. Tener un enjambre en tu piso no es plato de buen gusto. Me he encontrado con abejas que salían de las habitaciones… Y que si no iba y sacaba la colmena de allí, esa gente se tenía que ir sí o sí”, manifiesta a este digital. Una labor que realiza en silencio, apenas remunerada y que pocas veces se le reconoce.
A lo largo de su trayectoria profesional, este apicultor jerezano ha podido rescatar más de 500 enjambres de una especie que se encuentra en peligro de extinción. La población de las abejas ha decrecido entre un 50-80% en todo el mundo desde 1990. Según la Royal Geographical Society de Londres, no existe en la Tierra una especie más importante que la abeja; pero pocos son conscientes de lo fundamental que son estos insectos para la vida en la Tierra.
El propio Albert Einstein sentenció el fin de la existencia en nuestro planeta con la extinción del único insecto que produce alimento y el que más poliniza: “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida”. La agricultura intensiva, los contaminantes agroquímicos y el cambio climático —todo a consecuencia de la producción del ser humano— son las principales amenazas de esta especie. Duarte lo tiene claro: “Estamos matando al mundo y no nos estamos dando cuenta”.
Muchos son los vecindarios y municipios que llaman a este jerezano para que logre sacar a las abejas con vida de los edificios. No obstante, Duarte también se topa con personas que deciden quemar colmenas bajo riesgo de multa de 6.000 euros y dos años y medio de cárcel. “Hay veces que pienso que lo que yo hago no sirve de nada; porque la gente no se conciencia, la gente no mira que esto es un trabajo muy duro. A la gente le da igual y no entiende que sin ellas, vamos a vivir muy poco”, comparte.
“Creo que estoy demasiado concienciado y cuando veo que la gente no: me hierve la sangre. Tener que aguantar que un hombre te diga que va a quemar un enjambre, llegar y ver que lo ha hecho…”, comenta compungido. Es por ello que, después de recibir varias amenazas, ha decidido dar el relevo a otro joven apicultor que quiera continuar con el rescate de abejas. No obstante, no piensa tirar la toalla en su lucha para salvar al planeta, ya que ahora se dedica “a la prevención”.
“Me surgió por una idea: a un edificio de la barriada de San Joaquín le entraban enjambres todos los años. Entonces estuve pensando qué podía hacer para evitar que se metieran en el piso. Poner algo como unas cajas vacías con una feromona para atraerlas en vez de que invadieran el edificio”, cuenta. Hizo siete pruebas distintas en cada bloque hasta que dio con la tecla. “Y desde entonces he llegado a retirar 42 enjambres de prevención en San Joaquín”, termina orgulloso.